Los herejes deben ser desenmascarados (Jesús)




NO TIENEN VALOR

Escribe, hijo mío:
No tengas miedo: soy Yo, Jesús, que te hablo, soy Yo que te he escogido para ser mi pluma. 
No temas: ya te había advertido claramente cómo serías juzgado.
Esto, hijo, debe ser para ti motivo de consuelo, en el sufrimiento. Esto debería ser motivo de reflexión para los que te juzgan. Pero ellos no saben distinguir, porque no ven lo que es justo y lo que es injusto según Dios. 
Mira: ellos callan, y quien calla muchas veces otorga. Callan, o poco o nada osan decir a sacerdotes marxistas y herejes, que no son pocos. Para ellos tienen sonrisas, halagos. Sin embargo deberían saber qué mal tan enorme es esparcir cizaña entre el buen grano.
¡Cuántos sembradores de cizaña hay hoy en la Iglesia, y precisamente entre aquellos que deberían cultivar y hacer madurar, con su diligente fatiga, la mies! En cambio se oponen de lleno a las directrices de Pedro, continúan esparciendo cizaña, es decir, confusión y desorientación en las almas.
¿Qué hacen aquellos a quienes les ha sido confiada la viña? Nada, o casi nada, que es como si no se hiciera nada. No se tiene el valor de llamarlos herejes, no se tienen el valor de arrinconar los productos de la he­rejía: revistas, diarios,  libros...
¿Cuántos Obispos han tenido el valor de condenar explícitamente revistas y diarios pseudo católicos que difun­den errores contra las directrices de Pedro? No muchos, hijo mío.

Pseudo prudencia

Pero sí se ha tenido el valor de relegar a un pobre sacerdote a una perdida parroquia de montaña porque creía en la existencia del demonio, fuente de sufrimiento es­piritual y físico, y en la eficacia de las bendiciones con las que aliviaba a quienes sufren, cada vez más numerosos en la Iglesia de vuestro tiempo. 
¡Cuántos ejemplos te podría citar, hijo mío! No se procede contra la difusión del error aduciendo el motivo de la prudencia. La pruden­cia, gran virtud, tiene el riesgo de ser invertida en culpa gravísima.
Los herejes, los sembradores de cizaña, deben ser desenmascarados y sus doctrinas señaladas a los fieles como un peligro para sus almas. Pero no se osa hacerlo con el falso pre­texto de la prudencia. Pero los Pastores bien saben que la verdadera razón es otra: ¡es por razón de comodidad!
Te darás cuenta en cambio de que la prudencia, tan fre­cuentemente aducida, se muda en celo cuando se trata de combatir escritos o palabras que nada tienen de peligroso en sí, pero que al contrario tienen como única finalidad la afirmación de la verdad. 
La verdad a menudo abrasa y las quemaduras hacen daño. Así es, hijo mío: se alza la voz cuando convendría el silencio, y se calla cuando mejor sería levantar la voz como signo de alarma.



5 de Junio de 1976
Jesús al sacerdote Ottavio Michelini, Italia