La Eucaristía y los pecadores


Quiero manifestar a mis almas la amargura de que estaba poseído mi Corazón durante la última Cena. Pues si era grande mi alegría de hacerme compañero de los hombres hasta el fin de los siglos, y alimento divino de las almas y veía cuántas me rendirían homenaje de adoración, de reparación y de amor..., no fue menor la tristeza que me causó el ver cuántas habían de abandonarme en el Sagrario, y cuántas no creerían en la presencia real.

¡En cuántos corazones manchados por el pecado tendría que entrar y cómo mi Carne y mi Sangre, así profanadas, habían de convertirse en causa de condenación para muchas almas!...

¡Ah! ¡Cómo vi en aquel momento todos los sacrilegios y ultrajes y las tremendas abominaciones que habían de cometerse contra Mí. 

¡Cuántas horas habría de pasar solo en el Sagrario!... ¡Cuántas noches!...

 ¡Cuántas almas rechazarían los llamamientos amorosos que desde esa morada les dirigiría!...

Por amor a las almas, me quedo prisionero en la Eucaristía para que en todas sus penas y aflicciones puedan venir a consolarse con el más tierno de los corazones, con el mejor de los padres, con el amigo más fiel. Más. ¡Ese Amor que se deshace y se consume por el bien de las almas, no ha de ser correspondido!...

Habito en medio de los pecadores para ser su salvación y su vida, su médico y su medicina en todas las enfermedades de su naturaleza corrompida, y ellos, en cambio, se alejan de Mí, me ultrajan y me desprecian...

¡Pobres pecadores! No os alejéis de Mí... Os espero día y noche en el Sagrario... No os reprenderé vuestros crímenes..., no os echaré en cara vuestros pecados... Lo que haré será lavaros con la Sangre de mis Llagas; no temáis... Venid a Mí... ¡No sabéis cuánto os amo!...

Y vosotras, almas queridas..., ¿por qué estáis frías e indiferentes a mi Amor? Sé que tenéis que atender a las necesidades de vuestra familia, de vuestra casa, y que el mundo os solicita sin cesar...; pero, ¿no tendréis un momento para venir a darme una prueba de amor y de agradecimiento?... No os dejéis llevar de tantas preocupaciones inútiles, y reservad un momento al Prisionero de Amor.

Si vuestro cuerpo está débil y enfermo, ¿no procuráis hallar un momento para ir a buscar al médico que debe curaros? Venid al que puede haceros recobrar las fuerzas y la salud del alma... Dad una limosna de amor a este Mendigo Divino que os espera, os llama, y os desea.

Jesús a Sor Josefa (Via Crucis)