La vida es un largo viaje que acaba en Dios


Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para Ti.

El Arcángel San Rafael se nos da a conocer principalmente por la historia de Tobías, «tan significativa por el hecho de confiar a los ángeles los hijos pequeños de Dios, siempre necesitados de custodia, cuidado y protección». Narra la Sagrada Escritura que cuando Tobías, joven aún, se disponía a emprender un largo viaje, fue en busca de uno que le acompañara y se encontró con Rafael, que era un ángel. No supo Tobías al principio quién era su compañero, pero a lo largo del camino tuvo ocasión de experimentar repetidamente su protección. Le condujo felizmente hasta su pariente Ragüel, con cuya hija Sara casó, después de librarla de un mal espíritu. También curó a Tobías padre de su ceguera. Por eso se le venera como patrono de los caminantes y enfermos.

Al regreso del viaje, el Arcángel descubrió su identidad: Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tienen entrada ante la majestad del Santo.

La vida es un largo viaje que acaba en Dios. Para recorrerlo necesitamos ayuda, protección y consejo, pues son muchas las posibilidades de extraviarnos, o de entretenernos innecesariamente en el camino, perdiendo un tiempo precioso. Dios ha señalado a cada uno el sendero –la vocación personal– que conduce hasta Él. Importa mucho no equivocar la ruta, pues de lo que se trata es de conocer y seguir la Voluntad de Dios. Por eso, San Rafael, aunque a él nos podemos encomendar todos, es especial guía de aquellos que aún han de conocer lo que Dios espera de ellos. Para unos, el sendero que conduce hasta Dios será el matrimonio camino de santidad, cooperando con Dios para traer hijos al mundo, educándolos, sacrificándose por ellos para que sean buenos hijos de Dios. «¿Te ríes porque te digo que tienes “vocación matrimonial”? Pues la tienes: así, vocación.

»Encomiéndate a San Rafael, para que te conduzca castamente hasta el fin del camino, como a Tobías».

Sobre otros, Dios tiene unos planes llenos de una particular predilección. «¡Cómo te reías, noblemente, cuando te aconsejé que pusieras tus años mozos bajo la protección de San Rafael!: para que te lleve a un matrimonio santo, como al joven Tobías, con una mujer buena y guapa y rica te dije, bromista.

»Y luego, ¡qué pensativo te quedaste!, cuando seguí aconsejándote que te pusieras también bajo el patrocinio de aquel apóstol adolescente, Juan: por si el Señor te pedía Más»; por si Él te pide todo, en una entrega sin reservas.


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