Quiero que las almas crean en mi Misericordia, que lo esperen todo de mi Bondad, que no duden nunca de mi Perdón.
Yo soy el amor. Mi Corazón no puede contener la llama que constantemente le devora. Yo amo a las almas hasta tal punto, que he dado la vida por ellas.
Por su amor he querido quedarme prisionero en el Sagrario, y hace veinte siglos que permanezco allí noche y día, oculto bajo las especies de pan, escondido en la hostia, soportando, por amor, el olvido, la soledad, los desprecios, blasfemias, ultrajes y sacrilegios.
El amor a las almas me impulsó a dejarles el sacramento de la Penitencia, para perdonarles, no una vez ni dos, sino cuantas veces necesiten recobrar la gracia. Allí las estoy esperando; allí deseo que vengan a lavarse de sus culpas, no con agua sino con mi propia Sangre.
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Ahora quiero algo más; sí, en retorno del amor que tengo a las almas, les pido que ellas me devuelvan amor; pero no es éste mi único deseo; quiero que crean en mi misericordia, que lo esperen todo de mi bondad, que no duden nunca de mi perdón.
Soy Dios, pero Dios de Amor. Soy Padre, pero Padre que ama con ternura, no con severidad. Mi Corazón es infinitamente santo, pero también infinitamente sabio; conoce la fragilidad y miseria humana, y se inclina hacia los pobres pecadores con misericordia infinita.
Sí, amo a las almas después que han cometido el primer pecado si vienen a pedirme humildemente perdón... Las amo después de llorar el segundo pecado, ¡y si esto se repite no un millar de veces, sino un millón de millares, las amo, las perdono, y lavo con mi misma Sangre el último pecado como el primero!
No me canso de las almas y mi Corazón está siempre esperando que vengan a refugiarse en Mí. Tanto más cuanto más miserables sean.
¿Acaso no tiene un padre más cuidado del hijo enfermo que de los que gozan de buena salud? ¿No es verdad que para aquél es mucho mayor su ternura y solicitud? De la misma manera, mi Corazón derrama con más largueza su ternura y compasión sobre los pecadores que sobre los justos.
Esto es lo que quiero explicar a las almas; Yo enseñaré a los pecadores que la misericordia de mi Corazón es inagotable; a las almas frías e indiferentes, que mi Corazón es fuego y fuego que desea abrasarlas porque las ama; a las almas piadosas y buenas, que mi Corazón es el camino para avanzar en la perfección y por él llegarán con seguridad al término de la bienaventuranza. Por último, a las almas que me están consagradas, a los sacerdotes, a los religiosos, mis almas escogidas y preferidas, les pediré una vez más, que me den su amor y no duden nunca del mío; pero, sobre todo, que me den su confianza y no duden de mi misericordia. ¡Es tan fácil esperarlo todo de mi Corazón!
Yo daré a conocer que mi obra se funda sobre la nada y la miseria; éste es el primer eslabón de la cadena de amor que preparo a las almas desde toda la eternidad.
Haré que las almas conozcan hasta qué punto las ama y perdona mi Corazón. Penetro el fondo de las almas, sus deseos de darme gusto, de consolarme y de glorificarme: y el acto de humildad que sus faltas les obligan a hacer, viéndose tan débiles, es precisamente lo que consuela y glorifica mi Corazón. No importa que las almas sean débiles, Yo suplo lo que les falta.
Les daré a conocer cómo su misma debilidad puede servirme para dar vida a muchas almas que la han perdido.
Daré a conocer que la medida de mi amor y de mi misericordia para con las almas caídas, no tiene límites... Deseo perdonar... Descanso perdonando... Siempre estoy esperándolas con amor...
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¡Que no se desanimen!... ¡Que vengan!... ¡Que se echen sin temor en mi brazos!... ¡Soy su Padre!...
Muchas almas no comprenden cuánto pueden hacer para atraer a mi Corazón a las otras almas que están sumidas en un abismo de ignorancia y no saben cómo deseo que se acerquen a Mí para darles vida... La verdadera vida.
Yo te enseñaré mis secretos de amor y tú serás ejemplo vivo de mi misericordia, pues si por ti, que eres miseria y nada, tengo tanta predilección y te amo tanto, ¿que haré por otras almas mucho más generosas que tú?
Como no eres nada, ven..., entra en mi Corazón...; a la nada le es fácil entrar y perderse en este abismo de amor... Así iré consumiendo tu pequeñez y tu miseria... Yo obraré en ti... Hablaré por ti... Me haré conocer por ti...
¡Cuántas almas encontrarán la vida en mis palabras! ¡Cuántas cobrarán ánimo al ver el fruto de sus trabajos! Un actito de generosidad, de paciencia, de pobreza, puede ser un tesoro que gane para mi Corazón gran número de almas. Yo no miro la acción, miro la intención. El acto más pequeño hecho por amor, ¡adquiere tanto mérito y puede darme tanto consuelo!... Mi Corazón da valor divino a esas cosas tan pequeñas. Lo que Yo quiero es amor. No busco más que amor. No pido más que amor. El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la mía, me glorifica mucho y trabaja útilmente en bien de las almas. Está por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero la empapa en mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante mi vida mortal, el fruto que logra para las almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero, y esto, sea que estudie o que hable, que escriba, ore, barra, cosa o descanse; con tal que la acción reúna dos condiciones: primera, que esté ordenada por la obediencia o por el deber no por el capricho; segunda, que se haga en íntima unión conmigo, cubriéndola con mi Sangre y con gran pureza de intención.
¡Cuánto deseo que las almas comprendan esto! ¡Que no es la acción lo que tiene en sí valor, sino la intención y el grado de unión con que se hace! Barriendo y trabajando en el taller de Nazaret, di tanta gloria a mi Eterno Padre como cuando prediqué durante mi vida pública.
Hay muchas almas que a los ojos del mundo tienen un cargo elevado, y en él dan grande gloria a mi Corazón, es cierto, pero tengo muchas otras que, escondidas y en humildes trabajos, son obreras muy útiles a mi viña, porque es el amor el que las mueve y saben envolver en oro sobrenatural las acciones más pequeñas, empapándolas en mi Sangre.
Si desde por la mañana se unen a Mí y ofrecen el día con ardiente deseo de que mi Corazón se sirva de sus acciones para provecho de las almas, y van, hora por hora y momento por momento, cumpliendo por amor con su deber, ¡qué tesoros adquie- ren en un día!... ¡Yo les iré descubriendo más y más mi amor!... ¡Es inagotable!... ¡Y es tan fácil al alma que ama dejarse guiar por el amor!
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Escribe aún para las almas que amo:
Quiero que entiendan bien el deseo que me consume de su perfección y cómo esta perfección consiste en hacer en íntima unión conmigo las acciones comunes y ordinarias. Si mis almas lo comprenden bien, pueden divinizar sus obras y su vida, y ¡cuánto vale un día de vida divina!
Cuando un alma arde en deseos de amar, no hay para ella cosa difícil; mas cuando se encuentra fría y desalentada, todo se le hace arduo y penoso... Que venga entonces a cobrar fuerzas en mi Corazón... Que me ofrezca su abatimiento, que lo una al ardor que me consume y que tenga la seguridad de que un día así empleado, será de incomparable precio para las almas. ¡Mi Corazón conoce todas las miserias humanas y tiene gran compasión de ellas!
No deseo tan sólo que las almas se unan a Mí de una manera general, quiero que esta unión sea constante, íntima como es la unión de los que se aman y viven juntos; que aun cuando siempre no están hablando, se miran y se guardan mutuas delicadezas y atenciones de amor.
Si el alma está en paz y en consuelo, le es fácil pensar en Mí, pero si está en desolación o angustia, que no tema. ¡Me basta una mirada!... La entiendo, y con sólo esta mirada alcanzará que mi Corazón la colme de las más tiernas delicadezas.
Yo iré diciendo a las almas cómo las ama mi Corazón: quiero que me conozcan bien y así me hagan conocer aquellas que mi amor les confíe.
Deseo con ardor que todas las almas fijen en Mí los ojos para no apartarlos ya más, que no haya entre ellas medianías cuyo origen, la mayor parte de las veces, es una falsa comprensión de mi amor. No; amar a mi Corazón no es difícil ni duro; es fácil y suave. Para llegar a un alto grado de amor no hay que hacer cosas extraordinarias; pureza de intención en la acción más pequeña como en la más grande; unión íntima con mi Corazón y el amor hará lo demás.
Mi Corazón no es solamente un abismo de amor, es también un abismo de misericordia; y conociendo todas las miserias del corazón humano, de las que no están exentas las almas que más amo, he querido que sus acciones, por pequeñas que sean en sí, puedan por Mí alcanzar un valor infinito, en provecho de los pecadores y de las almas que necesitan ayuda.
No todas pueden predicar ni ir a evangelizar en países salvajes. Pero todas, sí, todas pueden hacer conocer y amar a mi Corazón, todas pueden ayudarse mutuamente y aumentar el número de los escogidos, evitando que muchísimas almas se pierdan eternamente, y todo esto por efecto de mi amor y de mi misericordia; cuando un alma tiene generosidad bastante para darme gusto en todo lo que le pido, recoge un gran tesoro para sí y para las almas, y aparta a muchas del camino de la perdición.
Las almas que mi Corazón escoge están encargadas de distribuir al mundo mis gracias por medio de su amor y de sus sacrificios. Sí, el mundo está lleno de peligros... ¡Cuántas almas arrastradas al mal, necesitan de una ayuda constante, ya visible ya invisible. ¡Ay!, lo repito: ¿Se dan cuenta mis almas escogidas de cuánto bien se privan y privan a las almas, por falta de generosidad? Ofrece tu vida, aunque sea imperfecta, para que todas entiendan qué misión tan hermosa pueden realizar, con sus obras ordinarias, con su trabajo cotidiano.
Que sepan a qué grado de intimidad las llamo, y cómo quiero que sean celadoras de mi gloria y de mis intereses; hay muchas que lo comprenden, pero otras no lo saben bastante...
Mi amor transforma sus menores acciones dándoles un valor infinito. Pero va todavía más lejos: mi Corazón ama tan tiernamente a las almas, que se sirve aun de sus miserias y debilidades y muchas veces hasta de sus mismas faltas para la salvación de otras almas.
Efectivamente, el alma que se ve llena de miserias, no se atribuye a sí misma nada bueno y sus flaquezas la obligan a revestirse de cierta humildad que no tendría si se encontrase menos imperfecta.
Así, cuando en su trabajo o en su cargo apostólico se siente incapaz y hasta experimenta repugnancia para dirigir a las almas hacia una perfección que ella no tiene, se ve como forzada a anonadarse; y si conociéndose a sí misma recurre a Mí, me pide perdón de su poco esfuerzo e implora de mi Corazón valor y fortaleza... ¡Ah!, entonces, ¡no sabe esta alma con cuánto amor se fijan en ella mis ojos, y cuán fecundos hago sus trabajos!...
Hay otras almas que son poco generosas para realizar con constancia los esfuerzos y sacrificios cotidianos. Pasan su vida haciendo promesas, sin llegar nunca a cumplirlas.
Aquí hay que distinguir; si esas almas se acostumbran a prometer, pero no se imponen la menor violencia ni hacen nada que pruebe su abnegación ni su amor, les diré esta palabra: ¡Cuidado; no prenda el fuego de toda esa paja que habéis amonto- nado en los graneros o que el viento no se la lleve en un instante!...
Hay otras almas, y a ellas me refiero, que al empezar el día llenas de buena voluntad, y con gran deseo de mostrarme su amor, me prometen abnegación y generosidad en esta o aquella circunstancia, y cuando llega la ocasión su carácter, su salud, el amor propio, les impide realizar lo que con tanta sinceridad prometieron horas antes. Sin embargo, reconocen su falta, se humillan, piden perdón, vuelven a prometer. ¡Ay!, que estas almas sepan que me han agradado tanto como si nunca me hubiesen ofendido
No me importan las miserias, lo que quiero es amor. No me importan las flaquezas, lo que quiero es confianza.
El amor todo lo transforma y diviniza y la misericordia todo lo perdona. Mi Corazón es todo amor y el fuego que me abrasa consume todas las miserias.
¡Quiero perdonar! ¡Quiero reinar!...
Deseo derramar mi paz por todas las partes del mundo. Este es el fin que quiero realizar, esta es mi Obra de Amor.
Para reparar las ofensas de los hombres, elegiré víctimas que alcancen el perdón...; sí, el mundo está lleno de almas que desean complacerme... Aun hay almas generosas que me dan cuanto tienen, para que me sirva de ello según mi deseo y voluntad.
Jesús a Josefa Menéndez. Un llamamiento al Amor
Este Mensaje está sacado de las comunicaciones que Sor Josefa recibió en varias veces, durante los últimos meses de los años 1922 y 1923.