Mi poder sobre el mundo (Virgen María a N Magdolna)




La Victoriosa Reina del mundo

Revelación a SOR MARÍA NATALIA MAGDOLNA

 

El Rey y la Reina

Fue en la festividad de Cristo rey de 1939 cuando tuve la visión del Salvador como mi real esposo. Su figura era majestuosa y su rostro muy hermoso. Todo irradiaba amor. El manto real colgaba de sus hombros y una corona de tres piezas brillaba en su cabeza.

Cuando estoy frente a un hombre ilustre, mi corazón late con fuerza, pero en ese momento no. Sentí que Él me atraía a su divino Corazón con su ardiente amor. Esto sucedió con tal fuerza que corrí hacia Él y me postré a sus pies. Él se inclinó y me levantó, cubriéndome con una punta de su real manto.

–Mi Salvador y mi Rey –grité-. ¡Por favor, reina siempre en mí!

–Mi real trono está ya en tu corazón –me contestó-. En ti mi reino está completo. Pero donde reina mi amor, será levantada mi cruz.

Entendí que Jesús quería algún sacrificio de mí. Me volví hacia Él con alegría, dispuesta a obedecer, y le dije:

–Mi buen Jesús, quiero que reines en mí según tu voluntad; ¡estoy dispuesta a llevar la cruz por ti!

Él me miró complaciente y mientras yo descansaba en su pecho, pude ver cómo Él lanzó una mirada a todo el mundo. Comprendí que anhelaba algo.

– ¿Cuál puede ser el deseo de tu Corazón? –pregunté-. Él se inclinó hacia mí con indescriptible amor y me dijo:

–Si el mundo reconoce al Hijo como Rey, es justo, correcto y propio que la Madre del Hijo reciba el honor de Reina. Es por esto que Yo quiero que mi Madre Inmaculada sea reconocida por todo el mundo como la Victoriosa Reina del Mundo. ¡Este reconocimiento debe ser proclamado abierta y solemnemente!

Cuando el Salvador dijo “solemnemente” vi que de una brillante nube salió una maravillosa procesión. No puedo describirla en detalle, porque era una procesión celestial y el lenguaje humano no es apto para describir las cosas celestiales. Jesús, sin embargo, la miró con gozo. Vi entonces que los ángeles llevaban un trono celestial y sentada en el trono como una reina, a la Santísima Virgen. Llevaba un real manto y una triple corona. La corona tenía una referencia especial a la Santísima Trinidad, ya que la Virgen es al mismo tiempo hija, esposa y madre de Dios.

La Virgen María tenía el cetro de Reina en la mano derecha y una esfera en la izquierda. En la esfera estaba sentado el Niño Jesús, también en pompa real, pues sobre la cabeza de Jesús vi también una corona. En la mano izquierda del Niño había una pequeña cruz, que Él apretaba a su Corazón y en su mano derecha el real cetro. La procesión iba acompañada por una música maravillosa.

De repente, la visión de la procesión desapareció y vi otra vez a Jesús como Rey. A su derecha estaba su Madre como Reina del Mundo. Entendí que la procesión celestial era la precursora de esas otras muchas procesiones que vendrían a celebrar a María como Reina en todo el mundo: en pueblos y en aldeas, por los campos y las montañas, en los hogares y en los corazones, como la Victoriosa Reina del Mundo.

Durante esta visión, el Salvador me hizo saber que esta solemne fiesta sería celebrada durante el reinado del Papa Pío XII (esto ocurrió en 1954 durante el Año Mariano) Además Jesús me hizo saber que Él bendeciría está fiesta de una manera especial. Los sacerdotes escogidos para promover esta devoción sufrirían mucho y serían humillados. Pero Jesús prometió su ayuda a esos sacerdotes. “Estaré con ellos en sus sufrimientos –me dijo-, y mientras decía esto, puso su mano derecha en su Corazón y la levantó para bendecir: la gracia fluía como un río sobre las almas escogidas de esos sacerdotes.

Entonces vi cómo su mirada se posaba sobre mi padre confesor y entendí lo que le dijo: “Las bendiciones de mi Corazón, la llama de mi Amor y la fuerza de mi Voluntad estarán con mis sacerdotes fervientes; ellos serán la escalera por la que mi Madre Inmaculada subirá hasta el trono de su gloria como la Victoriosa Reina del Mundo”.

La sociedad de María

Entendí también que Jesús deseaba establecer una nueva congregación religiosa con el nombre de la “Sociedad de María”. Entendí que esto debía comunicarse lo más pronto posible a los sacerdotes: ésta era la voluntad de Dios para salvar almas.

Vi que la devoción universal a la Santísima Virgen como la Victoriosa Reina del Mundo comenzaría en Hungría. Me di cuenta que el Salvador ardientemente deseaba que se estableciera esta devoción. Con esto, el Padre celestial quiere probarle al mundo que la Santísima Virgen, como Reina del Mundo, será victoriosa sobre el mundo, el pecado y el infierno.

Después de esto el Salvador me dijo que Él concedería la paz prometida al mundo sólo si se extiende por todo el orbe la devoción a su Madre Inmaculada como Reina del Mundo y se establece la Orden de María. También vi que hablando de paz el Salvador no se refería a la paz que seguiría a la Segunda Guerra Mundial, sino a la que vendría después de la purificación del mundo.

La palabra “paz” tiene un significado muy profundo y secreto y por esto, cada vez que la escuchaba de los labios de Jesús, un mar de luz irradiaba de su boca y mi alma se llenaba de indecible felicidad. No me sentí digna de preguntarle sobre este secreto.

La Trinidad y la Virgen María

Un sábado primero de mes el Señor me dio una nueva gracia. Me enseñó a un sacerdote que trabajó en la propagación de la devoción a la Victoriosa Reina del Mundo. El fervor de este hombre consagrado fue tan grato a Jesús que Él se unió a este sacerdote. Jesús dijo a los ángeles del cielo: “Vengan a ver lo que estoy dispuesto a hacer si un alma me lo pide”.

Entonces apareció la Santísima Virgen como Reina del Mundo. Se veía muy joven; en su cabeza brillaba una real corona y sus pies estaban cubiertos con nubes brillantes. La vi que bendecía al mundo. El mundo estaba ceñido con una corona de espinas en la cual había un lirio (uno de los títulos de María es: Lirio entre las espinas). A la derecha de la Santísima Virgen estaba Jesús y a la izquierda el Padre, y sobre ellos revoloteaba el Espíritu santo. Una luz maravillosa irradiaba de la Santísima Trinidad hacia la Santísima Virgen. María extendía sus brazos sobre la tierra como protegiéndola; el brazo izquierdo de Jesús y el brazo del Padre se extendían sobre las manos de María, como para comunicarle su poder. La Santísima Trinidad bendijo al mundo por las manos de María. En el momento de esta bendición, como irradiando de las manos de María apareció en letras grandes y brillantes la palabra PAX (paz).

Pero la palabra no llegó al mundo, sino voló sobre la mano derecha de Jesús y se quedó flotando allí. Por esto entendí que si bien es la Santísima virgen la que debe preparar la paz para el mundo, cuando Ella termine su misión, Ella lo entregará todo a Jesús. A su vez Jesús, dará la paz al mundo sólo cuando “llegue la hora”. Este es el secreto de los últimos tiempos, el secreto de la era más feliz que está por llegar.

El canto de los ángeles

Mientras la Santísima Virgen daba su bendición al mundo, escuché el canto de los ángeles y los santos: “¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, a través de la Santísima Virgen, la Victoriosa Reina del Mundo, ahora y por siempre. Amén, aleluya!”

Entendí que este canto es una oración maravillosamente poderosa, si el alma la entona incesante e interiormente con sinceridad y total abandono. Jesús me hizo saber también que Él derramará gracias especiales sobre las almas que trabajen sin descanso para promover la devoción a la Victoriosa Reina del Mundo.

“¡Arrepiéntanse y hagan reparación!”

Poco después, volví a ver a la Santísima Virgen junto con la Santísima Trinidad. Ella vestía un real atuendo. Bajo sus pies estaba el mundo como un globo. Su figura era majestuosa. Irradiaba una gran humildad y sin embargo era una majestuosa reina. Sus facciones eran tiernas e infinitamente amorosas, pero al mismo tiempo maravillosamente serias. Llevaba un vestido blanco como la nieve, con un lazo azul alrededor de su cintura. Sobre su vestido tenía un manto escarlata con una brillante hebilla dorada; del manto flotaba un velo azul turquesa. Supe que la brillante hebilla dorada representaba su especial relación con la Trinidad. Su cabello castaño estaba partido por el medio y cubierto también con un velo transparente. Llevaba una tiara en la cabeza. En su mano izquierda tenía un cetro y levantó su derecha para bendecir. Las gracias fluían de su mano como una luz que iluminaba el mundo entero, especialmente Hungría, pero fluía ante todo sobre la ahora sufrida y perseguida Iglesia. Bajo su pie vi aplastada la cabeza de la serpiente que se enroscaba alrededor del mundo en una derrota total. La alegría de la Santísima virgen irradiaba como luz hacia la Santísima Trinidad, que aparecía tenuemente en las alturas. Entonces Ella se volteó hacia mí con amor maternal y lentamente me dijo: “¡Haz reparación! ¡Haz reparación! ¡Haz reparación! Porque sólo de este modo serás merecedora de gracias”.

¿Son necesarias las apariciones de la Virgen?

Mucha gente me ha hecho esta pregunta. Yo se la pasé a Jesús, quien dijo: 

–Hija mía, como sólo hay un gobernante en un país y los demás son súbditos, así en el universo hay un solo soberano. Como el gobernante terrenal se presenta ante sus súbditos acompañado de su esposa, para que los súbditos vean no sólo el rigor de la ley, sino también el amor de la misericordia, así hace el Señor del universo para que sus súbditos no mueran de espanto al ver sólo su justicia.

–Cuando mi Madre Inmaculada les habla, ustedes oyen las palabras de mi misericordia para que se arrepientan, se conviertan y dejen de pecar. Yo, el Señor del universo, no niego a nadie mi misericordia, aunque viva en el lugar más remoto de mi imperio; Yo los conozco a todos, conozco los secretos de su corazón. Así pues, no te sorprenda que en estos días mucha gente oiga palabras de misericordia. ¡En verdad te digo que si no se convierten, experimentarán el rigor de mi justicia!

En una ocasión me dijo la Virgen:

–He hablado con la gente en todas partes, en el idioma con el que ellos dicen sus oraciones. Les hablo a todos porque la Buena Nueva de mi Hijo es para todo. Ellos se llenan de amor mucho más fácilmente si ven que me parezco a ellos.

¿Cuándo se convertirá el mundo?

Muchas veces Jesús me explicó lo impropio que es quejarse de todo lo que a nosotros nos está pasando, ya sea un simple contratiempo o una verdadera desgracia.

–Hija mía, –me dijo el Salvador- según mi palabra en el Evangelio, todos los que viven por la espada, a espada perecerán (cf Mt 26,52), y debes saber que hablaba de aquellos quienes en vez de aceptar mi voluntad, vagan en los laberintos del mundo. Ellos estiman más las cosas exteriores que las espirituales, confían más en su visión oscura que en mi luz. Si no se convierten, se perderán. Si ves lo depravado que es el mundo, no tiembles por la condición del mundo, más bien tiembla por ti misma y sobre todo ten sed de mi Verdad.

–No preguntes cuándo se convertirá el mundo, más bien pregúntate cuándo te vas a convertir tú. ¿Cuándo te darás cuenta que ni un cabello de tu cabeza puede caer sin que lo sepa tu Padre celestial? ¿Cuándo te darás cuenta que no hay mal terrenal que no sirva para mejoramiento de quien tiene el temor de Dios? Hija mía, deberías saber que el fuego que está destruyendo al mundo, el fuego de Satanás, lo permite mi Padre. Mediante la destrucción que este fuego provoca, lo bueno es separado de lo malo. Probados y purificados por el fuego, los buenos se vuelven mejores. ¡Dilo a todos mis hijos!

Sobre el mismo tema la Virgen me dijo lo siguiente:

–El tiempo de la conversión del mundo está escondido en lo más profundo de mi Inmaculado Corazón. Tu obligación es la de orar y tener confianza. Yo, la Victoriosa Reina del Mundo, estoy cerca de ti con mi poder y mi ayuda, más cerca de lo que tú crees. Tú que has aprendido la verdad, ¡regocíjate y espera con paciencia constante!

–Regocíjate, repito: regocíjate, porque el Padre celestial ha hecho cosas grandes en mí. Él me elevó sobre todos los demás, me bendijo con el real poder de una reina y puso en mis manos la tarea de la salvación del mundo. Yo soy la Victoriosa Reina del Mundo, la Reina de todas las almas. ¡Todos los ejércitos del infierno no pueden resistirme! Escucha lo que te digo: ¡la victoria está en mis manos!

Poder sobre el mundo

Muchos me preguntaron cómo hay que entender el poder de la Santísima Virgen sobre el mundo. La respuesta me vino de la misma Santísima Virgen:

–Mi poder sobre el mundo como Reina es una bendición y una gracia para todas las almas, para todas las naciones y para todo el mundo. Si no se me concediera el poder sobre el mundo, el mundo ya se hubiera hundido en el infierno hace mucho. Mi poder es el poder de una madre sobre sus hijos, que sin esa protección habrían sido destruidos.

–Mi poder sobre el mundo significa, además, el poder sobre todos los arcángeles junto con los ejércitos que el Padre celestial ha puesto a mi lado para combatir al demonio y a sus seguidores, cuando venga el momento de mi victoria.

La pequeña Niña de Nazareth

Si pensamos en nuestra Madre, no debemos olvidar que Ella no es solamente “la Mediadora de todas las gracias”, no sólo la “Reina dotada de todo poder”, sino que Ella es al mismo tiempo esa pequeña Niña de Nazareth: joven y linda, llena de piedad, humilde y servicial. Su humildad creció incesantemente y esto es lo más significativo en Ella. Porque es “la Esclava del Señor”, a quien el Señor ha elevado, por su humildad sin medida y su ardiente amor, sobre todas las creaturas. De esta esclava del Señor nació el Salvador del mundo. Ella es la sierva y al mismo tiempo la Madre de Dios. Es la sierva pero también la Reina. Fue humillada y sin embargo su Hijo le concedió todo poder sobre el mundo. Es la más pequeña, como la semilla de mostaza de la parábola y sin embargo, es la primera después de Dios. Ella nos transmite todas las gracias y nosotros no podemos ir a Jesús sino por Ella. Nuestras almas están cubiertas de miseria y pecado pero Jesús nos resucita a través de la Madre de la Iglesia, a través de la Victoriosa Reina del Mundo.

Por la victoria de Nuestra Santísima Madre, todos recuperamos la vida que hemos perdido en el paraíso por el pecado original y en este mundo renovado y limpio la gente vivirá casi sin pecado.

El lirio

 Cuando yo vi a la Victoriosa Reina del Mundo y, bajo sus pies, al mundo sumergido en el pecado y rodeado por una corona de espinas, vi un lirio salir de las gruesas espinas. Entendí que este lirio simboliza tanto el alma como está ahora, como el alma cómo será cuando viva en el paraíso. La Santísima Virgen me dijo que el lirio representa la fuerza original de un alma, la parte de un alma que ha conservado la inocencia original, la parte que el pecado no puede ensuciar. Este lirio simboliza la pureza que prevalece sobre el pecado, a pesar de todo el mal. Como resultado de la “purificación”, la humanidad vivirá en la pureza y belleza en que el Padre creó al primer hombre.

Como la Santísima Virgen preparó el lugar para el Salvador en su primera venida con su humildad, pureza y sabiduría, así será en su segunda venida. En la segunda venida, cuando el Padre celestial, por así decirlo, glorifique al mundo, ¡Cristo triunfará! Su victoria es la victoria de la gracia y de la misericordia, la victoria de los rayos del sol sobre el gélido mundo.