La castidad, esa fuerza espiritual



-En resistir, pues, a las pasiones se halla la verdadera paz del corazón, y no en seguirlas.

-No hay, pues, paz en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega a lo exterior, sino en el que es fervoroso y espiritual.

-El que no está dispuesto a sufrirlo todo, y a hacer la voluntad del amado, no es digno de llamarse amante.

-Aún no has resistido hasta derramar sangre. Poco es lo que padeces, en comparación de lo que padecieron tantos, tan fuertemente tentados, tan gravemente atribulados, probados y ejercitados de tan diversos modos.

-No es cosa de poca importancia ganar o perder el reino de Dios. 

-Si no puedes hacerte a ti cual deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de tu deseo? De buena gana queremos a los otros perfectos, y no enmendamos los propios defectos.

-¡Ay de nosotros? ¿Qué es nuestra vida comparada con la suya?

Los Santos y amigos de Cristo sirvieron al Señor en hambre y en sed, en frío y desnudez, en trabajos y fatigas, en vigilias y ayunos, en oraciones y santas meditaciones, en persecuciones y muchos oprobios.

-Los mayores Santos evitaban cuanto podían la compañía de los hombres, y elegían el vivir para Dios en su retiro. Por esto, al que quiere llegar a las cosas interiores y espirituales le conviene apartarse con Jesús de la gente.

-Cuántas veces corresponde a los que han renunciado al mundo el hermoso ministerio de consolar a quienes lo poseen. Cuántas veces un fraile de pobre hábito ha de confortar a seglares vestidos con elegancia y lujo. ¿Quiénes son los que viven la verdadera alegría?

-«Se divorcian para casarse y se casan para divorciarse (exeunt matrimonii causa, nubunt repudii) Éstos, que se casan y divorcian tantas veces, en realidad viven en un continuo adulterio legal.

-La disminución o pérdida del pudor trae consigo normalmente una debilitación de la castidad en el uso de la televisión y de los espectáculos, en las modas y costumbres, así como en la conducta de niños y muchachos, jóvenes y adultos.

-El impudor en las modas y costumbres, en playas y espectáculos, ha coincidido con un aumento de la masturbación, del divorcio y del adulterio, de embarazos de adolescentes, de las prácticas homosexuales y de la lujuria en todas sus modalidades. Son causas que se causan mutuamente.

-San Juan Crisóstomo le dice a una mujer: «vas acrecentando enormemente el fuego contra ti misma, pues excitas las miradas de los jóvenes, te llevas los ojos de los licenciosos y creas perfectos adúlteros, con lo que te haces responsables de la ruina de todos ellos» (V,37; +34-38). 

-La castidad es en la persona una fuerza espiritual, una inclinación buena, una facilidad para el bien propio de su honestidad, y consiguientemente crea una repugnancia hacia la lujuria que le es contraria.

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