Cómo vivir la castidad


Debemos tener la convicción firme de que la santa pureza se puede vivir siempre, aunque sea muy fuerte la presión contraria, si se ponen los medios que nos da Dios para vencer y se evitan las ocasiones de peligro.

Para vivirla, es indispensable tener una buena formación, tratando esta materia con finura y sentido sobrenatural, pero con claridad y sin ambigüedades, en la dirección espiritual, para completar o rectificar de este modo las ideas poco exactas que se puedan tener. A veces, problemas mal calificados de escrúpulos están motivados porque no se terminó de hablar a fondo de ellos, y se resuelven cuando se refieren con claridad los hechos objetivos en la dirección espiritual y en la Confesión.

El cristiano que de verdad quiere seguir a Cristo ha de unir la pureza de alma a la pureza del cuerpo: tener ordenados los afectos, de tal manera que Dios ocupe en todo momento el centro del alma. Por eso, la lucha por vivir esta virtud y por crecer en ella se ha de extender también al campo de los afectos, a la «guarda del corazón», y a todas aquellas materias que indirectamente puedan facilitarla o dificultarla: mortificación de la vista, de la comodidad, de la imaginación, de los recuerdos.

Para luchar con eficacia en adquirir y perfeccionar esta virtud debemos, en primer lugar, estar hondamente convencidos de su valor, de su absoluta necesidad y de los incontables frutos que produce en la vida interior y en el apostolado. Esta gracia es necesario pedírsela al Señor, porque no todos lo entienden. Otra condición que fundamenta la eficacia de esta lucha es la humildad: tiene auténtica conciencia de su propia debilidad quien se aparta decididamente de las ocasiones peligrosas; quien reconoce con contrición y sinceridad sus descuidos concretos; quien pide la ayuda necesaria; quien reconoce con agradecimiento el valor de su cuerpo y de su alma.

Quizá, según épocas o circunstancias, una persona deberá luchar con más intensidad en un campo, y a veces en otro bien diverso: la sensibilidad que, sin mortificación, podría estar más viva por no haberse evitado causas voluntarias más o menos remotas; lecturas que, aunque no sean claramente impuras, pueden dejar en el alma un clima de sensualidad; falta de cuidado en la guarda de la vista...

Otros campos relacionados con esta virtud de la santa pureza, y que es preciso cuidar y guardar, son: los sentidos internos (imaginación, memoria), que, aunque no se detuvieran directamente en pensamientos contra el noveno mandamiento, son con frecuencia ocasiones de tentaciones, y supone muy poca generosidad con el Señor no evitarlos; la guarda del corazón, que está hecho para amar, y al que debemos darle un amor limpio según la propia vocación, y en el que siempre debe estar Dios ocupando el primer lugar. No podemos ir con el corazón en la mano, como ofreciendo una mercancía. Relacionadas con la guarda del corazón están la vanidad, la tendencia a llamar la atención, a ser el centro; el afán desmedido de encontrar siempre respuestas afectivas por parte de los demás; las preferencias y predilecciones menos ordenadas...


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