Los obispos le temen más al virus que a Dios



Hace justo un año que el bloqueo masivo concluyó el 18 de marzo de 2020. 

Pero no hubo un ejército que invadiera los Estados Unidos y encerrara a todos los sacerdotes y obispos católicos en prisión. No hubo una gran persecución pública que llevó a todos los católicos a la clandestinidad y obligó a las iglesias a cerrar. No fue nada tan dramático.


Simplemente, los obispos decidieron cerrar sus iglesias. Entre el 16 y el 18 de marzo, todas las diócesis y arquidiócesis de Estados Unidos cesaron el culto público ante la percepción de una pandemia.

Sin duda, reaccionaron a un frenesí mediático que se aprovechó de un virus chino del que nadie sabía mucho en ese momento. Los medios de comunicación se apresuraron a impulsar la narrativa de que decenas de millones de personas morirían.

Desde entonces, los estados gobernados por los demócratas, como Michigan, California y Virginia, reaccionaron aplicando estrictas medidas de bloqueo, destruyendo muchas pequeñas empresas y obligando a millones de personas a quedarse en casa en lugar de permitirles ganarse la vida.

 

La impactante verdad es que, cuando el mundo se vio acosado por una pandemia que supuestamente mataría a decenas de millones de estadounidenses, los obispos cerraron las puertas de las parroquias y apartaron a millones de personas de las tan necesarias gracias de los sacramentos. 

Recuerden, no fue el Gran Hermano quien cerró las iglesias. Fueron los sucesores de los Apóstoles. Los encargados de alimentar a las ovejas fueron los mismos que las dejaron morir de hambre espiritualmente.

Algunos sacerdotes hicieron esfuerzos extraordinarios para hacer accesible el sacramento de la confesión, pero no era ni mucho menos la norma.

Ahora, hay mandatos de máscaras y vacunas experimentales que se promocionan como las soluciones para una pandemia que ha matado a muchas menos personas de las previstas.

Sabemos que más del 98% de las personas que contraen el virus sobreviven. Mientras que las cifras de muertos por el virus descendieron a un solo dígito durante el verano, los medios de comunicación las ignoraron y se centraron en las tasas de infección.

Ahora, los obispos impulsan un tratamiento no probado, calificándolo de "acto de caridad". Los medios de comunicación siguen lanzando su evangelio del miedo, diciendo que nada puede volver a la normalidad hasta que todos hayan sido inyectados con este brebaje experimental. Además, el gobierno de Biden está hablando de implementar el llamado "pasaporte" de vacunas, que permitiría a los vacunados viajar, trabajar y comprar libremente.


Francisco y los obispos están de acuerdo con esto, mientras que los católicos que dudan de la narrativa, son demonizados.


traducido para RELIGION AL VOZ LIBRE de churchmilitant.com/search/category/245/commentary