Abandono en Dios y responsabilidad



Con frecuencia los hombres no sabemos lo que es bueno para nosotros; «y lo que hace aún peor la confusión es que creemos saberlo. Nosotros tenemos nuestros propios planes para nuestra felicidad, y demasiado a menudo miramos a Dios simplemente como alguien que nos ayudará a realizarlos. El verdadero estado de las cosas es completamente al contrario. Dios tiene Sus planes para nuestra felicidad, y está esperando que Le ayudemos a realizarlos. Y quede bien claro que nosotros no podemos mejorar los planes de Dios». Tener la certeza práctica de estas verdades, vivirlas en el acontecer diario, lleva a un abandono sereno, incluso ante la dureza de aquello que no comprendemos y que nos causa dolor y preocupación. Nada se derrumba si estamos amparados en el sentido de nuestra filiación divina: pues si a una hierba que hoy está en el campo, y mañana se echa al fuego en el horno, Dios así la viste, ¿cuánto más a vosotros...?.

A veces nos ocurre –dice Santo Tomás– lo que al profano en medicina que ve al médico recetar a un enfermo agua y a otro vino, según le sugiere su ciencia: al no saber medicina, piensa que el médico receta estos remedios al azar. «Así pasa con respecto a Dios. Él, con conocimiento de causa y según su providencia, dispone las cosas que necesitan los hombres: aflige a unos que quizá son buenos, y deja vivir en prosperidad a otros que son malos». Nunca podemos olvidar que Dios nos quiere felices aquí, pero nos quiere aún más felices con Él para siempre en el Cielo.

La santidad consiste en el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, que se manifiesta en los deberes de cada día, en las propias circunstancias, contando con los incidentes de toda vida normal y abandonándonos en Dios con total confianza. Pero este abandono ha de ser activo y responsable, poniendo los medios que cada situación requiera: acudir al médico cuando estamos enfermos, hacer todas las gestiones necesarias para conseguir ese empleo que tanto necesitamos y por el que hemos rezado a Dios, trabajar esforzadamente para salir adelante, estudiar las horas necesarias y con hondura para aprobar esa asignatura difícil... El abandono en Dios ha de ir íntimamente unido a la responsabilidad, que lleva a poner los oportunos remedios humanos, pues en muchas ocasiones lo que se disfraza con excusas («mala suerte», ambiente adverso, etc.) es mediocridad oculta, pereza, imprudencia por no haber previsto todas las posibilidades y no haber puesto los medios precisos que la situación requería. Un trabajo hecho a conciencia, con orden, acabado, santificado, lo mismo que el apostolado constante y sacrificado, da sus frutos con el tiempo. Y si esos frutos tardan en llegar es señal de que Dios los dará por caminos insospechados para nosotros y que quiere que nos santifiquemos en esas circunstancias.



https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx