Esta virtud dará hermosura a vuestra alma



Abril 28/08 María Santísima dice:


Continuemos con nuestra tarea, mi pequeño Agustín, aún el camino es largo, no os canséis, porque muchas almas volverán al camino de Dios por medio de este libro, libro que cae del cielo como pétalos de rosas, para fructificar, para crecer, para podar y para arrancar las malezas del 
corazón.

Os recuerdo que mis enseñanzas van dirigidas a los corazones humildes, porque los corazones soberbios caerán sobre hierros oxidados y retumbarán en el vacío, porque no alcanzan a sopesar ni a medir la sabiduría que hay encerrada en este libro.


No os inquietéis, mi niño querido, basta con que una sola alma crea y se convierta, con esto habéis dado gloria a Dios.
Conservad la humildad en vuestro corazón.
Teneos por el más pequeño entre los pequeños, porque esta virtud dará hermosura a vuestra alma.


Cosechadla con esmero para que seáis como una orquídea fina y delicada que pasa desapercibida entre las diferentes especies de un frondoso jardín.
Os pongo como ejemplo a Jesús, hombre-Dios que vino al mundo a servir y no ha ser servido, la hermosura de su alma era brillante como una estrella, el resplandor de sus ojos, cual dos luceros fulgurantes que destilaban destellos en la oscuridad.


Su Sabiduría Divina jamás se pudo comparar con la ciencia de los grandes intelectuales, su vida fue un prodigio de amor, porque a cada paso dejaba el aroma de sus milagros, de su exquisitez.


Muchedumbres le seguían porque hallaban en Él a un hombre distinto, hombre diestro en la palabra, palabra que calaba en cada corazón para desmontarlo de sus falsos dioses, para hacerlos mirar en el interior de sí mismos y descubrir su pecado, su miseria, su nada. Siendo el Rey del más alto linaje, sufrió el éxodo, nació a la intemperie, su cuna fueron pajas acomodadas que lo protegerían un poco del frío de la noche.

Su cetro fue la Cruz, cruz que redimiría al mundo, su corona fue una tosca corona de espinas impuesta como irrisión, como burla.
En la entrada triunfante a Jerusalén llegó subido en un borrico, para mostrar que la suntuosidad no va con los hijos de Dios.

Compartió con publicanos, fariseos, pecadores, leprosos, cojos, ciegos y lisiados, nunca buscó la burguesía, la alcurnia porque su Sagrado Corazón siempre estuvo adornado del oro de la humildad.

Engalanaos con esta hermosa virtud, virtud que os aquilatará como se aquilata el oro y la plata.


Esta piedra preciosísima os eleva en valor espiritual. Porque para haceros grande debéis haceros pequeños. Buscad siempre los últimos puestos, nunca pretendáis figurar y ser reconocidos; pasad desapercibidos como el viento suave que sopla sobre vuestro rostro.

Como Madre del Salvador Dios me adornó con esta hermosa virtud, virtud que era del agrado de Dios, porque el Verbo encarnado tomaría posesión de Mí, tomaría mi pequeñez para glorificar la grandeza del Dios humanado.


A Agustín del Divino Corazón