10 modos de cultivar la paciencia



Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas". (Lc 21,19)


Todos debemos esforzarnos por practicar la paciencia. Pero lo más importante, y San Ignacio de Loyola insiste en ello, es que debemos pedir a Dios la gracia de ser pacientes. 

Por ello, queremos ofrecer una breve estrategia, un programa claro y práctico sobre cómo podemos llegar a alcanzar, con la ayuda de la gracia de Dios, esa virtud tan importante y tan necesaria que es la paciencia. Con la gracia de Dios todo es posible. O, si se quiere: "¡Nada es imposible para Dios!" (Lc 1,37)


1. El amor infinito y permanente de Dios


Dios te ama. La mayoría de nosotros hemos escuchado esto innumerables veces, de tal manera que puede parecer una frase trillada, un tópico piadoso, un cliché común. Sin embargo, esta corta pero profundísima verdad bíblica debe bajar de nuestra cabeza a nuestro corazón y es ésta: Dios me ama real y verdaderamente. Seguramente hemos escuchado y leído esta verdad muchas veces, pero quizás nunca ha calado realmente en lo más profundo de nuestro corazón.

En una palabra, ¿estamos realmente convencidos no sólo de que Dios es amor, sino también de que este Dios de amor tiene un amor infinito y permanente por mí en todo momento, en todo lugar y en toda circunstancia? Y sí, hay que decirlo, Dios me ama incluso cuando peco

Jesús no vino por los perfectos sino por los pecadores, y todos nosotros entramos en esa categoría. Como San Pablo nos recuerda tan claramente en Romanos "Donde abunda el pecado, sobreabunda la misericordia de Dios". (Rm 5,20) Por tanto, reza y medita esta verdad tan sencilla como profunda: Dios me ama realmente siempre y sin limitaciones. Su amor es eterno e infinito.

¡Este es nuestro Gran Dios!


2. Contemplar el Crucifijo

En la vida de San Juan Bosco, su madre, Margarita, se quedó con él para ayudarle en las tareas de su Oratorio. Sin embargo, llegó a su límite con estos adolescentes traviesos, por lo que hizo la maleta, dispuesta a volver a casa.

Su santo hijo, Juan Bosco, no dijo nada, sino que se limitó a levantar el dedo hacia la pared donde había un crucifijo, con Jesús colgado. Después de contemplar a Jesús colgado y sufriendo en la cruz, Mamá Margarita comprendió cuánto amaba Jesús a estos jóvenes abandonados y cómo Jesús quería que Margarita practicara la paciencia. Entonces, esta santa mujer y madre de un santo sacerdote dejó su equipaje y pasó el resto de su vida ayudando a Juan Bosco con los jóvenes.

Por eso, en tu vida, cuando te parezca que la cruz que llevas es insoportable, levanta los ojos para contemplar a Jesús colgado en la cruz, amando a toda la humanidad y soportando pacientemente el dolor por todos. Recibirás una gracia especial para practicar la paciencia.


3. Pide la gracia


San Agustín afirma: "Todos somos mendigos ante Dios". Eso significa que todos necesitamos urgentemente la ayuda de Dios en todo momento y en todo lugar porque somos muy débiles. Es muy cierto que somos débiles; sin embargo, Dios es fuerte.

Como nos recuerda el salmista "Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra". (Sal 124,8) Incluso el gran apóstol Pablo clamó "Cuando soy débil, es cuando soy fuerte". (2 Cor 12,10)

Después de suplicar al Señor que le quitara la espina que tenía en la carne, el Señor le dijo a San Pablo "Mi gracia te basta". (2 Cor 12,9) En efecto, si pedimos al Señor la gracia de ser pacientes, Él se apresurará a socorrernos. ¡Dios escucha y responde a una oración humilde, pura y perseverante!


4. Haz el Viacrucis


En una ocasión, hablando con un Director Espiritual, me hizo este comentario "Cuando me encuentro en un estado de desolación, cuando las cosas parecen ser oscuras, lúgubres y sin esperanza, hago el Vía Crucis e inevitablemente la desolación desaparece". Creo que esto puede aplicarse a la paciencia.

Cuando sientas que el peso de la cruz es insoportable, que no puedes soportarlo ni un minuto más, entonces recorre lentamente el Vía Crucis con el Señor y recibirás fuerzas y vitalidad renovadas.

Con San Francisco de Asís podemos rezar: "Te adoramos, oh Cristo, y te alabamos, porque por tu santa cruz has redimido al mundo".



5. Conversación sincera con Jesús, María y San José


Nuestra oración, para ser auténtica, debe ser honesta. En efecto, si la situación de nuestra vida nos parece muy difícil, hasta el punto de ser casi imposible, es el momento de sentarse delante de Jesús. También puedes invitar a San José y a María a que estén presentes, y luego derramar tu corazón a tus Mejores Amigos: Jesús, María y San José.

Jesús dijo: "Si no os hacéis como un niño, no podréis entrar en el Reino de Dios". (Mt 18,3)

Toma como modelo, si quieres, la película Marcelino Pan Y Vino, también conocida como El milagro de Marcelino (versión de 1955).  Este niño, con santo abandono, se abre a Jesús, expresando el deseo más profundo de su corazón, así como su mayor sufrimiento -la falta del amor de una madre, y su gran deseo de tenerlo- que descarga a Jesús. Jesús escucha al niño y accede a su petición.

Así debemos ser nosotros, como un niño pequeño, así debemos imitar el santo abandono, la confianza y la sencillez de Marcelino, y decirle al Señor lo difícil que es a veces llevar la cruz y pedir la tan necesaria paciencia. ¡El Señor, María y San José no tardarán en acudir en tu ayuda!


6. Medita sobre el cielo: tu destino final


Hay que afirmarlo con una verdad audaz: no meditamos ni contemplamos suficientemente la realidad del cielo.

Nuestra vida es muy corta, como la flor que nace por la mañana y se marchita y muere al ponerse el sol o como el humo que sopla el viento. San Agustín afirma que nuestra vida en comparación con la eternidad es un mero parpadeo. La Virgen de Fátima dijo que si la humanidad meditara en la eternidad, se convertiría inmediatamente.

Debemos meditar sobre la brevedad de nuestra vida, el propósito de nuestra vida y la recompensa eterna que nos espera. El Catecismo simple nos enseña esta verdad eterna: "Estamos aquí en la tierra para conocer, amar  y servir a Dios, para estar con Él para siempre en el cielo". 

Incluso las mayores cruces y sufrimientos pueden soportarse si meditamos más a menudo sobre el Cielo: ¡su alegría, su recompensa y su realidad! San Pablo irrumpe con esta verdad radiante y consoladora: "El ojo no ha visto, el oído no ha oído, ni ha entrado en la mente del hombre las maravillas que Dios ha preparado para los que le aman." (1 Cor 2,9)

¡El pensamiento del Cielo puede conseguirnos paciencia, paciencia y más paciencia!


7. ¡Ofrécela, no la desperdicies!


Por supuesto, todo el concepto y la virtud de la paciencia están relacionados con el sufrimiento. Nuestra paciencia puede ser puesta a prueba con respecto a nuestra salud, las finanzas, los conflictos sociales, los problemas familiares, los desafíos o fracasos académicos o laborales, las relaciones rotas, la agitación mental y emocional y las incertidumbres de todo tipo: ¡todo esto y más puede poner a prueba nuestra paciencia! Sin embargo, en lugar de quejarse y amargarse por las cruces, ¿por qué no aceptarlas y pedir paciencia para llevarlas? Ofrece las cruces, así como tu paciencia, a Dios para la conversión y la salvación de los pecadores: hay muchos ahí fuera que necesitan gracias especiales, incluso en nuestras propias familias.

Con esta visión o perspectiva sobrenatural, las cruces se vuelven más ligeras y la paciencia resulta más fácil. ¡Pruébalo! Eleva tu mente y cultiva una visión más sobrenatural de tu vida y de tus cruces, y de su valor eterno.


8. No lo escondas, compártela


Uno de los aspectos clave de la espiritualidad ignaciana es que, en nuestra vida espiritual, no estamos hechos para ser solitarios, individualistas. Al contrario, para llegar al cielo, tenemos que aprender a trabajar con otros. Por lo tanto, debemos tener alguna forma de dirección o acompañamiento espiritual para perseverar hasta el final en nuestro camino espiritual.

De capital importancia para nuestro progreso espiritual es la necesidad de tener un director espiritual y ser capaces de abrirnos con gran humildad, confianza y transparencia, especialmente cuando las cruces parecen más pesadas y nuestra paciencia está siendo realmente puesta a prueba. Te sorprenderá que una vez que hayas descargado, articulado y expresado tu cruz y tu necesidad de paciencia a tu director espiritual, cómo la cruz parece disminuir de tamaño y la paciencia que parecía casi imposible es realmente muy posible. Jesús dijo: "Mi yugo es fácil y mi carga es ligera". (Mt 11,30)


9. Tres áreas en las que debemos estar especialmente en guardia y suplicar la gracia


Jesús dijo: "Por vuestra paciencia, salvaréis vuestras almas". (Lc 21:19) Gran parte de nuestra victoria espiritual puede lograrse mediante la conciencia, la vigilancia, el autoconocimiento y el examen diario.

En nuestras cortas vidas habrá normalmente tres áreas en las que necesitamos más paciencia:


1) con Dios, 2) con los demás, 3) con nosotros mismos.


Paciencia con Dios

En primer lugar, con respecto a Dios: puede ocurrir que hayas estado rezando a Dios por algo y te parezca que no te escucha. Nada más lejos de la realidad. Dios siempre nos escucha, pero a menudo nos hace esperar para que podamos crecer en las dos virtudes de la paciencia y la oración.


Santa Mónica rezó durante más de 30 años por la conversión de su familia. Pero, gracias a la paciencia, ocurrió. No sólo se convirtió su hijo Agustín, sino también su marido y su suegra.


Paciencia con los demás

Con respecto a la paciencia con los demás, puede ser de gran ayuda el simple recuerdo de nuestras propias faltas y pecados, y de lo paciente que ha sido Dios con nosotros. Así que deberíamos ser pacientes con las limitaciones de los demás.


Paciencia con nosotros mismos

Por último, San Francisco de Sales insiste en que debemos ser pacientes con nosotros mismos. La Escritura dice: "El justo cae siete veces al día, pero se levanta". (Prov 24:16) San Junípero Serra era famoso por decir: "El Fundador de los Oblatos de la Virgen María, el Venerable Bruno Lanteri, acuñó el axioma de dos palabras: NUNC COEPI, que significa que si me caigo, me levantaré tantas veces como sea necesario y lo volveré a intentar confiando en la infinita paciencia, misericordia y amor de Dios.

En efecto, como nos enseña el salmista "Dios es lento para la ira y rico en bondad". (Sal 103:8)

10. Maria Cogita, Maria Invoca (Piensa en María e Invoca a María)

Una vez más, un rasgo distintivo de la espiritualidad de los Oblatos de la Virgen María es la confianza tierna, total e ilimitada en la presencia, el poder, la oración, la perseverancia y la pureza de la Santísima Virgen María. En la oración del Memorare, San Bernardo nos ofrece estas palabras tan consoladoras "Oh, graciosísima Virgen María, nunca se supo que alguien que acudiera a tu protección, implorara tu ayuda o buscara tu intercesión quedara sin ayuda..."  


Por qué no formar este hábito, consagrar tus días al Corazón Inmaculado de María y al Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo, en el transcurso del día, especialmente durante las pruebas y tribulaciones, cuando la cruz parece más pesada, levanta los ojos e invoca el Santo Nombre de María. Como Madre amantísima y tierna, ¡ella nunca te fallará!