La humildad de Francisco es una frasa populista (sacerdote)




El despótico y brutal ataque a la misa apostólica romana, no sólo vulnera gravemente el derecho de los fieles a proclamar la Lex orandi apoyada en una Lex credendi que no está sujeta al arbitrio de ningún papa, obispo o conferencia episcopal. En otras palabras, no se puede impedir que los creyentes proclamen o celebren su fe sobre la base de la sana doctrina arraigada en Jesucristo y los Apóstoles. La primera diferencia que observamos entre la Traditionis Custodes de Francisco y el Summorum Pontificum de Benedicto XVI es que la CT es arrogante en la disciplina, mientras que la SP es declarativa. La primera es dictatorial, la segunda pastoral.

Es cierto que la hermenéutica de la continuidad propuesta por Ratzinger no es más que una expresión casi desesperada para salvar lo insalvable; de hecho la TC se convierte en la tumba de tal hermenéutica.

Por otro lado, no es posible presentar la misa de Pablo VI y la misa apostólica romana (tradicional o tridentina) como dos manifestaciones válidas de un único rito romano; son contradicciones internas de SP.

Sin embargo, las contradicciones internas de TC son grotescas y vergonzosas, pongamos un ejemplo: Bergoglio se pone al mismo nivel que el santo pontífice Pío V cuando afirma no tan implícitamente que él también está unificando el rito de la misa como el Papa de Lepanto, que derogó los ritos anteriores que no estaban garantizados durante al menos dos siglos de antigüedad.

Ni Trento ni Pío V inventaron la misa romana; el núcleo de la misma, es decir, el canon, procede esencialmente de la época apostólica, llegando sin ataques ni sobresaltos y conviviendo con otros venerables ritos también de origen apostólico, hasta que en el siglo VII el papa San Gregorio Magno la estructuró y enriqueció con el canto litúrgico que lleva su nombre: el canto gregoriano.

En el siglo XVI, Pío V la codificó y la liberó de ciertas adhesiones que podían oscurecer el contenido de la fe que se celebraba. En la época de este santo Papa, la misa apostólica romana ya existía desde hacía quince siglos; los ritos que no estaban en vigor desde hacía al menos doscientos años fueron abrogados por él, como hemos dicho.

Pues bien, con lo dicho, es evidente que Bergoglio no tiene potestad alguna para derogar lo que el Papa dominico, Pío V, había reconocido como definitivo, promulgando el MISSAL que lleva su nombre y protegiéndolo de cualquier alteración futura con la bula Quo primum tempore. La apelación de TC a Pío V sigue siendo ridícula, a no ser que provenga de una megalomanía patológica que tanto daño hace a las almas cuando el máximo pastor de la Iglesia y otros pastores están poseídos por esta enfermedad y la ejercen.

A pesar de las contradicciones de SP y TC, el contraste entre el nivel intelectual, cultural, teológico y litúrgico de los respectivos autores: Ratzinger y Bergoglio, es muy marcado. Lo que este último pide a los obispos tiene más sabor militar que pastoral. La humildad de Francisco nunca ha sido denunciada como lo que es: una farsa populista.

No se puede pasar por alto ni siquiera la más breve consideración de lo ofensivo que es el motu proprio Traditionis Custodes de Francisco para la cultura (arte, música, pensamiento, escultura, arquitectura).

Onfray, el mayor filósofo ateo de Francia, lo denuncia en una entrevista que he encontrado en Church Militant hoy, 22 de julio de 2021. Ya las dos primeras palabras del desafortunado motu proprio revelan desprecio y burla: Guardianes de la Tradición. ¿Qué tradición, la que empieza con Jesucristo y los apóstoles o la que empieza con el Vaticano II? El ateo Onfray advierte que todo lo mejor de la cultura occidental se concentra o cristaliza en el rito litúrgico de la misa apostólica romana. Pero, por supuesto, todo esto debe ser barrido para que podamos caminar juntos -hermanos todos- hacia la nueva normalidad masónica del nuevo orden mundial, a ritmo de tango.


Padre Rubén


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