No amarás a Dios si no amas la Eucaristía (Valtorta)



4 de junio

Dice Jesús:
«Amo a todas las almas. Amo las de los puros que viven como mi Corazón desea para vuestro bien, las de los mansos como Yo soy manso, las de los generosos que expían por todos y continúan mi Pasión, las de los misericordioso s que me imitan respecto a sus hermanos. Amo a los pecadores porque por ellos me hice Redentor y subí a la cruz. Sus pecados me producen dolor pero no extinguen mi amor por ellos, no extinguen el deseo de estrecharles arrepentidos en mi pecho. Amo las pequeñas almas que no están exentas de imperfecciones pero que son ricas de amor que anula las imperfecciones.

Te amo a ti, que te llamas María, el más dulce de los nombres para Mí. El nombre de mi Madre. Ese nombre que es escudo y defensa contra las insidias del demonio, ese nombre que es música del cielo, ese nombre que hace estremecerse de alegría a Nuestra Trinidad, ese nombre del cual me rodeé en la vida y en la hora de la muerte. María Magdalena, María de Cleofás: las fieles mías y de mi Madre.

Cree en este amor para ti. Siente este amor a tu alrededor. ¡Pobre alma! Sólo puedes encontrar mi Corazón que te sepa amar como tú necesitas.

Te he amado tanto que hasta he satisfecho tus caprichos , no demasiado razonables en realidad, avalando con hechos reales tus castillos en el aire. No porque eso me guste, sino porque no quería empequeñecerte ante el mundo y porque sabía que incluso aquellos caprichos se transformarían más tarde en arma de penitencia y de amor, y por ello de santidad.

Te he amado tanto que he sabido esperarte... Te miraba hacer la cabritilla caprichosa y a veces sonreía, a veces me entristecía; pero no me enfadaba nunca porque sabía que mi cabritilla llegaría a ser cordero un día.

Si no te hubiera amado como te he amado, ¿crees que serías lo que eres? No. Piénsalo bien, habrías empeorado cada vez más. Pero Yo estaba velando.

No tengas miedo de mis caricias. Jesús nunca da miedo. Abandónate. Con tu corazón y con tu generosidad. Dame todo. Y cógelo todo de Mí.

Anoche, esta mañana, has puesto, en la gran hoguera del sacrificio por la paz, tu macito de sacrificios y lo has puesto con una sonrisa sacada del amor, luchando contra las lágrimas humanas que querían salir, contra los susurros del Enemigo que te quería turbar. ¡Oh! ¡querida! No se olvidará este sacrificio tuyo hecho con alegría de amor.

Ahora te pido una cosa. Tú sabes, y con dolor lo tienes presente, que muchas partículas se desparraman entre suciedades y ruinas en la devastación de las iglesias. Es como si me atropellaran, porque Yo estoy en el sacramento. Pues bien, coloca imaginariamente tu amor como una alfombra preciosa, como un mantel de lino purísimo para recogerme a Mí-Eucaristía, golpeado, herido, profanado, expulsado de mis tabernáculos, no por los hombres pequeños que destruyen mis iglesias -ellos no son más que instrumentos- sino por Satanás que les mueve. Por Satanás que sabe que los tiempos aprietan y que ésta es una de las luchas decisivas que anticipan mi venida.

Sí. Detrás del disfraz de las razas, de las hegemonías, de los derechos, detrás del móvil de las necesidades políticas, se ocultan, en realidad, Cielo e Infierno que combaten entre ellos. Y bastaría que la mitad de los creyentes en el verdadero Dios - pero ¿qué digo? menos de esto, menos de un cuarto de los creyentes- fuera realmente creyente en mi Nombre para que las armas de Satanás fueran domadas. Pero ¿dónde está la Fe?

Ámame en la Eucaristía. La Eucaristía es el Corazón de Dios, es mi Corazón. Os he dado mi Corazón en la última Cena; os lo doy, con tal de que lo queráis, siempre. Y no concebiréis en vosotros a Cristo y no lo daréis a la luz si no sabéis hacer vivir en vosotros su Corazón. Cuando en el seno de una mujer se forma una criatura, ¿qué es lo primero que se forma? El corazón. Así es para la vida del espíritu. No daréis a Cristo si no formáis en vosotros su Corazón amando la Eucaristía que es Vida y Vida verdadera. Amando como mi Madre me amó apenas concebido.

¡Oh! ¡qué caricias, a través de su carne virgen, a Mí, informe y minúsculo, que latía en Ella con mi corazoncito embrional! ¡Oh! ¡qué latidos a través de las oscuras latebras del organismo, comunicaba Yo a su corazón, desde el profundo de aquel Sagrario vivo donde me formaba para nacer y morir por vosotros, crucificando el corazón de mi Madre a mi misma Cruz, por vosotros!

Pero Yo os comunico los mismos latidos al corazón cuando me recibís. Vuestra pesantez carnal y espiritual no os permite percibirlos, pero Yo os los doy. Tú ábrete completamente para recibirme.

Tú, muchas veces al día -no puedo decir: en cada momento, pero si fueras un querubín y no una criatura que tiene los cansancios de la materia te diría: cada momento- repite esta oración: “Jesús, que eres azotado en nuestras iglesias por manos de Satanás, te adoro en todas las partículas esparcidas y destrozadas entre las ruinas. Tómame como tu sagrario, tu trono, tu altar. Sé que no soy digna, pero Tú quieres estar entre los que te aman, y yo te amo por mí y por quien no te ama. Que el dolor me vuelva escarlata como la sangre, y me haga digno ornamento para recibirte, a Ti, que quieres ser semejante a nosotros en esta hora de guerra. Que mi amor sea lámpara que arde ante Ti, Santísimo, y mi holocausto incienso. Así sea"» .



MARÍA VALTORTA -CUADERNOS DEL 1943

page31image3711408