Cómo debe ser un sacerdote para no alejar a las almas



MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR 
JESUCRISTO PARA SUS PREDILECTOS. 


(“A mis Sacerdotes” de Concepción Cabrera de Armida) 


XVI 


CUANTA NECESIDAD TIENEN LOS SACERDOTES DE SER VIRTUOSOS PARA NO ALEJAR A LAS ALMAS. 



Quiero humildad en mis sacerdotes. Pido mucha humildad para mis sacerdotes; viven en un ambiente de adulación, de diplomacias, de alabanzas, -¡cuántas falsas e hipócritas!-, y necesitan de un gran contrapeso de humildad y de propio conocimiento para no levantarse, pues son hombres; más que nadie necesitan mansedumbre, paciencia y humildad. 

Cuántas almas se alejan de los sacerdotes por su mal carácter, por la frialdad en su persona y en sus palabras que hielan y cortan la confianza. Sólo Yo sé las veces que se deja truncada la acción divina en las almas por un solo acto de estos, por un capricho, o comodidad y molicie del sacerdote, por su poca paciencia y amabilidad. Cortan la confianza a las almas, repito; las alejan de los confesionarios, de los sacramentos, y dan además ocasión de escándalo, de murmuraciones, que no se detienen sólo contra los sacerdotes imperfectos y de poca virtud, sino que se pasan a lo santo, a lo divino, a lo mío, y me ofenden. 

Muy delicado es el papel del sacerdote en las almas, por eso, más que nadie, necesitan los sacerdotes de abnegación, de dominio propio, de dulzura, de caridad y de muchas virtudes en el ejercicio de su ministerio y en su trato con las almas. 

¡Qué difícil es el papel del sacerdote! Pero Yo le ayudo en todos sus ministerios. Debe ser amable sin rebajarse; dulce, con energía; atractivo con límites; paciente con discreción; suave con limitación y prudente, siempre”. 

Que el Espíritu Santo y la Virgen María los transforme en otros Jesús,


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“A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Virgen Santísima.” 

¿Veis cuántos hermanos vuestros Sacerdotes traicionan la verdad, en el intento de adaptarla a la mentalidad del mundo, movidos por la falaz ilusión de ser mejor comprendidos, más escuchados y más fácilmente seguidos? 
No hay ilusión más peligrosa que ésta. 
¡Anunciad siempre con fidelidad y claridad el Evangelio que vivís! Vuestro hablar sea: “Sí, sí; no, no”; lo demás viene del Maligno.