La adoración eucarística produce inmensas bendiciones



La Eucaristía debe ser el centro de la vida parroquial y de la vida personal de cada cristiano. Decía el Papa Juan Pablo II el 28 de mayo de 1996: La Eucaristía es el centro de la vida parroquial... y está en el centro de la vida cristiana. Y el Catecismo nos dice que la Eucaristía es la fuente y la cima de toda la vida cristiana (Cat 1324).

Ser cristiano significa ser de Cristo, pertenecer a Cristo. Y Cristo está vivo y nos espera permanentemente en el sacramento de la Eucaristía. Lo cual quiere decir que un verdadero cristiano debe ser un cristiano eucarístico. Y, si somos eucarísticos, debemos centrar nuestra atención y nuestro amor en Jesús Eucaristía. De ahí que en todas las parroquias se debe fomentar el amor a Jesús sacramentado. En algunas parroquias se acostumbra a exponer el Santísimo los jueves, llamados jueves eucarísticos. Esto es lo menos que se puede pedir. Lo deseable sería que en todas las parroquias haya capillas de adoración eucarística, al menos, durante el día. Pero el ideal, al que se debe aspirar, es que en todas las parroquias del mundo haya una capilla de adoración perpetua, día y noche, a Jesús sacramentado.

Las bendiciones que se recibirían, serían innumerables, muchas más de las que podemos imaginar. De hecho, en muchos lugares, los párrocos que tienen capillas de adoración eucarística perpetua, ya han manifestado que han disminuido de modo admirable los crímenes, suicidios, abortos, casas de juego y otros males. Y esto por la sencilla razón de que el poder de Jesús eucarístico es más fuerte que el de todos los demonios y el de todos los ejércitos del mundo. Donde está expuesto frecuentemente Jesús Eucaristía, se alejan los diablos, brujos y gente de mal vivir...

¡Ojalá que cada cristiano esté enamorado de Jesús Eucaristía y se comprometa, al menos, una hora a la semana como mínimo para hacer su turno de adoración! Entonces, su vida cambiará y las bendiciones que Dios derramará sobre él y su familia, serán inmensas. Y eso es lo que les deseo a todos y a cada uno de todo corazón.


Padre Ángel Peña