Vosotros no lo pensáis, pero es así. Os he dado una Madre además de un Padre y, si pedía al Padre que os libre del Mal, ¿no le diréis a la Madre que os mantenga alejada la muerte que es un mal?
Pensad con la mente elevada en Dios y pedid con la inteligencia de los hijos de Dios. No tenéis que preocuparos tanto por el mal y por la muerte en el sentido humano de la palabra, cuanto del Mal y de la Muerte en el sentido sobrenatural, el más verdadero, porque vuestra apariencia actual cesa, y vuestra morada actual se deja, pero más allá de este día os espera un futuro en el que os convertiréis en poseedores de lo que es vuestra parte verdadera.
Y ay de vosotros si por vuestra voluntad perversa escogéis la parte maldita. La muerte del espíritu no se pone sólo una vez en presencia de vuestra alma. Gira a vuestro alrededor durante toda vuestra jornada terrena, porque el dador de la Muerte no cesa ni siquiera un minuto de asediar a su presa. No siempre os encontráis con esa vigilancia y esa fortaleza que vuelve inútiles las astucias del Enemigo. Vuestra debilidad os lleva a torpezas, vuestros apetitos carnales a deseos de alimentos en los que encontráis la muerte.
Pero tenéis una Madre en el cielo, una Madre que ve sobre vosotros la Sangre de su Hijo y que por esa Sangre os ama como auténticos hijos. Una Madre que es poderosa ante Dios por su triple condición de Hija, Esposa y Madre de Dios.
"Ahora": que María ruegue por vuestro presente de hombres, acechado por tantos peligros. "Y en la hora de la muerte": que ruegue por vosotros en el momento decisivo de la vida. "Y en la hora de la Muerte": esto es, cuando vuestro espíritu pueda perecer asaltado por el Mal.
María es la Vencedora de Satanás. La Muerte verdadera, la del espíritu, no vendrá para quienes saben rezar a la Madre por la hora de la vida, por la hora de la tierra, por la hora de la tentación y por la hora de la Muerte.
La oración de María se hace escudo contra el ardor del sentido y del demonio, como niños bajo el velo de la madre, os hace crecer en Cristo y entrar en su Reino. Y si Cristo puede hacer resucitar a los muertos a la Gracia, María, realmente amada, impide que la Muerte os separe de su Hijo».
Cuadernos Valtorta 1943