El desconocido milagro de la Virgen del Rayo —México




El milagro de la Virgen del Rayo

El 13 de agosto de 1807 fue una noche para recordar en el convento dominicano de Jesús María en Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. La iglesia de Jesús María está a cinco minutos a pie de la gigantesca catedral de Guadalajara y del zócalo (la plaza central de la ciudad). Guadalajara se encuentra en la parte occidental del país, en el estado de Jalisco. La elegante ciudad presume de un clima ideal y es popular entre muchos turistas estadounidenses y canadienses.


Foto del convento tomada por el autor

A las 2:30 de la mañana estalló una violenta tormenta eléctrica. Esto era algo habitual en la "temporada de lluvias" en esta zona de México, durante los meses de julio a octubre. Desde 1792 las monjas habían vivido en el convento de forma pacífica y sin sobresaltos. Todo esto iba a cambiar.



Mientras las monjas dormían en sus aposentos esa fatídica noche, la tormenta arreció con fuerza. Los truenos rodaban y crepitaban por todo el cielo; la lluvia golpeaba las ventanas. Un tremendo estruendo sacudió los cimientos del convento, despertando a todos.

En el dormitorio, un rayo había alcanzado la estatua de Nuestra Señora. El humo llenaba la habitación y el olor a madera quemada se extendía por todas partes: ¡el convento estaba en llamas! Las monjas, aterrorizadas, huyeron para salvar sus vidas.

Una vez extinguido el fuego, las monjas volvieron al convento para evaluar los daños. La estatua de María estaba dañada de forma irreparable. Sus ojos de cristal se habían roto y su rostro estaba ennegrecido. El rosario de perlas que rodeaba la imagen estaba ahora negro y retorcido.

El Niño Jesús en brazos de su madre, sin embargo, estaba completamente indemne, al igual que los dos cuadros que colgaban en la pared a ambos lados de la estatua, el de Santo Domingo y el de la Santísima Trinidad. Una de las monjas que dormía a centímetros de la estatua, salió ilesa, al igual que el resto de las monjas del dormitorio.

Al día siguiente se ofreció una misa de acción de gracias en inmensa gratitud a la Virgen por su protección. Al fin y al cabo, se trataba de una orden de monjas consagrada a la Virgen. La estatua de la Virgen fue relegada a un lugar de honor en la capilla del convento.

Sin embargo, este no es el final de la historia.

Cinco días después, el 18 de agosto de 1807, dos obreros y algunas monjas estaban en la capilla a media tarde. Sin previo aviso, la capilla se volvió tan negra como la noche. Se avecinaba otra tormenta.

Ante los ojos sorprendidos de los espectadores, la estatua de María comenzó a brillar con un intenso resplandor "sobrenatural". Los ocupantes de la capilla se quedaron estupefactos. Petrificados. Querían salir corriendo de la sala, pero se veían incapaces de moverse. Hipnotizados, todos se quedaron como "convertidos en piedra", con los ojos clavados en la imagen. En ese momento, la priora y el resto de las monjas entraron en la capilla para las vísperas. La sorpresa fue mayúscula.

En los momentos siguientes, un fuerte trueno retumbó en la capilla, seguido de un "extraordinario" relámpago. Toda la capilla se iluminó con una luz inusual y brillante. El drama no ha hecho más que empezar. La iluminación volvió a golpear la estatua.


La estatua cambió varias veces de color, de rosa a blanco, y luego de nuevo a blanco. Finalmente, al cabo de unos minutos, recuperó su color normal. Por si fuera poco, los ojos, que habían sido destrozados, se abrieron y se volvieron tan brillantes como los diamantes.

Los rasgos ennegrecidos del rostro de la Virgen se transformaron en un color melocotón rosado; de hecho, ¡toda la estatua tenía un aspecto más hermoso que el original! El Rosario, que se había ennegrecido y deformado con el primer rayo, quedó perfectamente restaurado con el segundo.

Foto tomada por el autor en el santuario

Estos hechos fueron comprobados por una investigación oficial realizada por el capellán de la Iglesia de Jesús María, Don Manuel Cervino, y el futuro obispo del estado de Michoacán, Don José María Gómez y Villasenor. La devoción a Nuestra Señora del Rayo creció exponencialmente al hacerse públicos los sucesos del 18 de agosto.

Se hizo conocida por sus poderes curativos de intercesión. Uno de los muchos milagros de curación que se le atribuyen fue la curación de una joven monja del convento. A la edad de 22 años, Cecilia de San Cayetano había enfermado de una fiebre que le dejó la columna vertebral paralizada. Durante ocho años fue tratada por los mejores médicos de la ciudad.


En agosto de 1850 su médico personal le dijo: "Lo siento mucho, pero no puedo hacer absolutamente nada más para ayudarla". Ya no podía caminar y sufría constantes dolores. El 17 de diciembre de 1850, experimentó un impulso irresistible de visitar a Nuestra Señora del Rayo en la capilla. Con la ayuda de la subpriora, se dirigió a los pies de la estatua de la Virgen, donde se desplomó casi inconsciente.



Un sentimiento de abatimiento la abrumaba. Sólo más tarde confesó que había sufrido la más dolorosa depresión durante los años de su enfermedad. Dijo que su único consuelo era "poner su corazón afligido en las manos de la Santísima Virgen al pie de la cruz".

Ese día de diciembre rezó: "Oh, devuélveme la salud, Buena Madre, porque si sigo así temo por mi salvación".

A los pocos minutos, ya caminaba. Caminó sin ayuda hasta su habitación por primera vez en ocho años. Dos monjas asombradas la siguieron. No sólo caminaba, sino que pronto daba dos pasos a la vez hacia el refectorio del convento. "¡Miradme, hermanas! ¿Quién podría creer que sea yo?" Vivió otros 20 años en perfecta salud.

Otra curación notable fue la de doña Micaela Contreras, que se curó instantáneamente el 17 de septiembre de 1856, después de sufrir una parálisis durante 32 años.

La Virgen del Rayo ha recibido la aprobación de la Iglesia al más alto nivel. Fue coronada pontificalmente (una distinción singular concedida a pocas estatuas) con la autorización del Papa Pío XII en 1940, en la Catedral de Guadalajara. El sexto arzobispo de la ciudad, don José Garibi Rivera, actuó como delegado papal.
La majestuosa estatua mide 41" de altura y los ojos tienen una ligera inclinación hacia abajo. Lleva al Niño Jesús en su brazo izquierdo. Tanto la Madre como el Niño están vestidos con ornamentos muy elaborados y coronas de oro salpicadas de piedras preciosas y perlas. La exquisita estatua milagrosa puede verse hoy en la iglesia de Jesús María. Es muy querida en Guadalajara y los innumerables testimonios en el santuario dan fe de su poderosa intercesión.


Con el paso de los años, la Virgen del Rayo ha adquirido dos nuevos títulos: se la conoce como la principal defensora de los sin trabajo y de los que tienen necesidades urgentes. Casi podría llamarse la San Judas de Jalisco.