Carta abierta de Martha Alegría Reichmann



Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, Martha Alegrìa Reichmann, la autora de Traiciones Sagradas, viuda del Embajador de Honduras ante la Santa Sede, nos ha enviado esta carta, que publicamos con gusto. El mensaje está motivado por el anuncio de la próxima dimisión del Card. Oscar Maradiaga de su cargo. Una buena lectura.  


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Hace unos días, en Semana Santa, durante la celebración de la Misa Crismal en Honduras, el Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga anunció su retiro.

Desde entonces, los hondureños han iniciado una explosión de comentarios contra este cardenal ampliamente repudiado por el pueblo. La web está llena de artículos, vídeos, entrevistas, caricaturas. Se refieren al presente, pero también al pasado. Toda la maldad de este cardenal, mantenida oculta desde principios de los años 80, está saliendo a la luz. 

El cardenal Maradiaga ha anunciado su retirada en el preciso momento en que el ex presidente, Juan Orlando Hernández, está siendo extraditado a Estados Unidos para ser juzgado por narcotráfico y otros delitos cometidos durante una dictadura marcada por la corrupción absoluta y llena de atropellos a los ciudadanos.


Rodríguez Maradiaga colaboró visiblemente con el régimen que convirtió a Honduras en un "narcoestado". Como presidente de la Conferencia Episcopal, firmó una carta de apoyo al golpe de Estado de 2009. Luego, en Roma, negó su apoyo, quizá porque el régimen era repudiado por la comunidad internacional y Rodríguez tenía aspiraciones al papado.

Ahora Rodríguez Maradiaga se despide, repudiado abiertamente por su pueblo, que le reprocha que se vaya justo cuando, tras doce años de gobierno dictatorial, se va su amigo y cómplice Juan Orlando Hernández, dejándolo sin protección. El pueblo le acusa con duros epítetos: corrupto, deshonesto, traidor. Todo en base a las pruebas que demuestran cómo durante veinte años protegió la terrible red inmoral, también desde el punto de vista financiero, dirigida por el ex obispo Juan José Pineda, y también por haber ocultado al sacerdote costarricense Enrique Vásquez, llegado a Honduras huyendo de la justicia costarricense por haber violado a niños.


Rodríguez Maradiaga es repudiado no sólo por el pueblo, sino también por los sacerdotes, que siguen obligados a callar, dada la abierta protección que el Papa Francisco ha concedido a Maradiaga. Una protección que ha dejado caer todas las acusaciones que llegaron al Vaticano y que luego confirmó al obispo Pedro Casaretto en la investigación ficticia ordenada por Bergoglio en la diócesis de Tegucigalpa y Pineda. Digo ficticio porque el Papa no resolvió nada, y un año y medio después se hizo dimitir a Pineda, obviamente sólo para "limpiar" el nombre enlodado de Rodríguez y permitir que el cardenal siguiera al frente del Consejo de Cardenales.


Rodríguez Maradiaga cometió infames abusos al destituir a varios sacerdotes sólo porque no comulgaban con los caprichos de su querido obispo Pineda.


El periodista Emiliano Fittipaldi ha denunciado que durante años Rodríguez Maradiaga ha estado malversando la suma de 35.000 euros mensuales (cheque a su nombre), dinero de la Universidad Católica de Honduras 'Nuestra Señora Reina de la Paz'. El cardenal se justificó diciendo que había gastado el dinero en proyectos relacionados con la Iglesia.

En Honduras, la denuncia ya se había publicado un año antes y el periódico Confidencial había hablado de "corrupción". Pero Fittipaldi hizo otro descubrimiento. En su artículo publicado en L'Espresso mostró dos bloques de documentos: los de la Universidad Católica y los del informe que los obispos presentaron al Papa Francisco durante la visita ad limina.

Si los documentos de la universidad muestran que durante 2015 el cardenal recibió 14,5 millones de lempiras en los de los obispos durante la visita ad limina, ese dinero no aparece como ingreso de la arquidiócesis. Sólo 8,9 millones de lempiras aparecen como ingresos totales de las contribuciones anuales de las cuarenta parroquias hondureñas. Y Maradiaga nunca ha respondido qué pasó con el dinero que le dio la universidad. El cardenal fue señalado por sus responsabilidades, pero no dio ninguna explicación.

Cuando el diario Confidencial hizo la denuncia en 2016, Rodríguez ya había reservado la suculenta suma de 130 millones de lempiras, cantidad que nunca fue contabilizada. Basta un simple cálculo para ver cómo ha crecido esa cifra desde 2016 hasta 2022.

Más tarde, el cardenal declaró a los medios de comunicación católicos, que él controlaba, que el Papa le había dicho: "Me duele todo el mal que te han hecho. No te preocupes". Pero en la entrevista, que fue más bien un monólogo, Maradiaga dijo una serie de mentiras, con insultos e incluso calumnias dirigidas a terceros en un intento de justificarse. Todo ello con un crucifijo colgando del pecho y haciéndose la víctima, y así es como consiguió engañar a tantos ingenuos creyentes.


Soy víctima de este cardenal porque nos engañó a mí y a mi marido para que hiciéramos una inversión que resultó ser fraudulenta. Perdimos así los ahorros de toda una vida. Luego me quedé viuda, pero nunca me dio una explicación. Me dio la espalda, cometiendo la más infame de las traiciones tras una estrecha amistad de casi cuarenta años.

Fue mi propio marido, como embajador de Honduras ante la Santa Sede, quien tomó la iniciativa de que el país tuviera un cardenal, y vio a Rodríguez como el candidato perfecto. El nuevo cardenal adquirió un gran poder, pero con ese poder, hecho aún más fuerte por Bergoglio, Maradiaga aplastó a la familia de aquel fiel amigo que le había conseguido la púrpura.

Ahora se retira. Después de pasar su vida cometiendo en secreto oscuras hazañas que muchos desconocíamos o sólo sabíamos lo que él quería que supiéramos. Hizo algún bien, no se puede negar, pero ahora, conociendo la esencia de sus acciones, puedo decir que tal vez el bien que hizo tenía como objetivo acumular méritos para su sueño de ser Papa.

Ahora se retira como se retiró el padre Marcial Maciel en México. Con total impunidad, después de llevar una doble vida llena de inmundicia y falsedad, avergonzando a la Iglesia de Cristo y a su país natal.

Ahora todavía hay quienes están del lado de Maradiaga. Algunos son personas humildes e ingenuas, que no conocen la verdad. Otros han formado parte del sistema corrupto de la dictadura. Otros son fanáticos obstinados que ponen al hombre en primer lugar, y luego a Dios. Y a su lado permanece su principal amigo y protector: el Papa Francisco.


Martha Alegrìa Reichmann


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