Experiencia post mortem de 3 suicidas



La doctora Paola Giovetti en su libro Qualcuno è tornato cuenta el caso de la señora M. F. Restano, de Turín, quien le contó personalmente su caso.

Cuando en plena lucidez y conciencia decidí suicidarme, estaba convencida de que Dios me perdonaría. Si Dios existe, me decía, debe ser superior a las debilidades humanas. Mi desilusión de la vida presente era total y estaba convencida de que en el más allá estaría mejor. Pero aquello que he vivido era totalmente inesperado. Decidí suicidarme como consecuencia de una serie de problemas, enfermedades y malentendidos familiares. Por eso, no condenéis a quienes llegan a tomar esta decisión, aunque ahora, con todos los problemas que tengo, nunca tomaría esa decisión.

Traté de suicidarme, pero fui ayudada a tiempo, aunque estuve 5 días en coma profundo. Al suicidarme, me encontré en un mundo de silencio. Mi cuerpo era ligero, estaba físicamente bien. Estaba en una sala oscura que, lentamente, comenzó a aclararse como si me fuese acostumbrando a la oscuridad. Estaba sola, completamente sola, pero crecía mi angustia mental. A un cierto momento, me pareció ver un rostro joven, pálido, ojos negros, severos, pero amigables y llenos de comprensión. Aquellos ojos estaban fijos en mí. Me comuniqué con él mentalmente. Fue una conversación larga. Le pedí que me ayudara, quienquiera que fuese. Él me respondía: “Ten calma y confianza. Calla, cálmate”... Después sentí que algunos seres discutían, ciertamente, sobre mí. Eran figuras sin rostro o los cubría una capucha, parecían frailes. Supe que me estaban juzgando. Yo todavía no sabía bien, si estaba viva o muerta, por lo que no sabía si el juicio consistía en enviarme a la tierra o al infierno. Algunas voces me defendían, pero la mayor parte me acusaba y una voz era especialmente mala y despiadada. Era una voz fuerte y profunda, que pedía con violencia mi condena total. Yo estaba aterrorizada.

De pronto, entraron en la sala una multitud de personas, eran figuras oscuras, viejas, encorvadas. Sabía que el juicio había sido negativo y estaba aterrorizada. Pero, cuando quisieron llevarme, la luz de aquel ser las detuvo. La luz me absolvió. No había sido un sueño, era demasiado lucido, real y coherente. Ahora tengo miedo de morir y poder encontrarme con aquel ambiente, con aquellos seres oscuros31.


El médico Francis Ceravolo me contó la historia de uno de sus pacientes suicidas. Él es italiano y lo conozco de hace años. Es un hombre simpático y tranquilo, pero que no creía en Dios. Y me dijo: “Yo vi fuego y vi pequeñas criaturas a mi alrededor. Ellas tenían miradas perversas y parecían terribles. Yo los vi. Ahora creo en Dios, porque sé que Él me dio la oportunidad de sobrevivir”34.

Rochelle dice: Yo intenté suicidarme dos veces. La primera, con sobredosis de pastillas, pero no tuve ninguna experiencia. La segunda vez, dejé salir el gas en mi habitación, porque estaba muy deprimida y no podía dormir. Por eso, quería morir. En ese tiempo, yo no creía, era agnóstica; yo no creía en el diablo ni en el cielo ni en el infierno. Por eso, yo sólo quería acabar con mis sufrimientos de una vez por todas. De pronto, el gas hizo efecto y me vi en un lugar oscuro, totalmente oscuro. Yo estaba muerta. En ese momento, algo me tocó en la espalda; yo miré y era un gran gorila. Ahora asocio aquel gorila con Satanás. Entonces, grité desde el fondo de mi alma, pidiendo ayuda a Dios. Y Él me sacó de allí y desperté tres o cuatro horas después y había gas por toda la tercera planta de la casa.page40image3085199520

Esta experiencia fue como si Dios me hubiera dicho: “Has cometido una tontería”. Hay algo después de esta vida y Él me lo mostró y me sacó de allí. Yo quisiera ahora decir a la gente, en las mismas condiciones que yo (deprimidas), que si piensan que van a escapar muriendo, es un gran error. Si tú mueres, sigues vivo. Por eso, no trates de matarte; más bien, trata de cumplir tu misión, pidiendo ayuda33.


Otro caso. Antonio trabajaba en tareas de rescate en toda clase de emergencias. Una vez se contagió de sida a sus 36 años por haberse hincado accidentalmente con una aguja durante la tarea de resucitación de una víctima. Y decidió suicidarse. Dice:

Yo tomé muchas píldoras y me llevaron al hospital. Allí vi que mi cuerpo flotaba en una oscuridad. No podía ver nada, no podía moverme ni hacer nada por mí mismo. Era terrible. Oía sonidos horrorosos en mis oídos. Yo pensé: “Estoy en el infierno y no puedo salir. Estoy atrapado”. Entonces, oí una voz y supe que era Dios. Era una voz tranquila y calmada, que me dijo: “Si esto es lo que tú quieres hacer, aquí es donde vas a venir”. Yo pensé: “Es demasiado tarde, ya estoy muerto”. De pronto, todo desapareció y estaba de nuevo en mi cuerpo. Fue como si me hubieran vuelto de nuevo las ganas de vivir. Es como si Dios me hubiera dicho: “Si quieres suicidarte, irás al infierno”. Ahora sé que Dios tiene un plan para mí, que es ayudar a otra gente con sida32.


P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.

EXPERIENCIAS DEL MÁS ALLÁ