Extracto de Cuadernos Valtorta



Dice Jesús:


«"El Señor es contigo".
El Señor está siempre con quien tiene el alma en gracia. Dios no se aleja ni siquiera 
cuando se acerca el Tentador. Dios se aleja sólo cuando la criatura cede al Tentador y corrompe su alma. Entonces Dios se retira 'porque Él no puede cohabitar con el Enemigo. Se retira y como un Padre, no airado sino dolorido, espera a que llegue el arrepentimiento al corazón de la criatura y ésta reanude el lazo de amor con el Padre.

Dios quisiera estar siempre con vosotros. Si todos vuestros ángeles, numerosos como las estrellas en el cielo, pudieran saludaros con las palabras: "El Señor es contigo", la alegría de vuestro Señor sería completa porque Nosotros deseamos estar con vosotros y para esto os hemos creado.

María estaba con Dios y Dios estaba con María. Las dos perfecciones se atraían y se unían con un incesante movimiento de afectos. La Perfección infinita de Dios descendía, con un gozo inconcebible para vosotros mortales, a poseer esta criatura. La perfección humana de María -la única de los hijos del hombre que siempre haya sido perfecta- se lanzaba al encuentro de la Perfección divina para poder vivir.

Sí, el estar con Dios era la vida de María y en la hora del terrible dolor del Calvario y del Sepulcro, cuando los Cielos se cerraron sobre el Moribundo y sobre la Traspasada, la privación de Dios fue, de las siete espadas, la más inflamada y penetrante, toque insuperable para el edificio de dolor requerido por la Redención.

Yo he tocado el ápice del dolor completo desde el Getsemaní hasta la hora nona; María ha tocado el ápice del dolor, también completo en Ella aunque no haya sido crucificada materialmente, desde el Calvario hasta el momento de la Resurrección. Y el motivo de tal inmenso dolor es sólo uno: ser privados de la unión con Dios.

También para vosotros debería de ser así. Pero al hombre ahora le parece gravosa la unión con Nosotros y no siente cuán mísero es cuando está privado de Nosotros. Miseria, ceguera, locura, muerte, ésta es la pérdida de la unión con vuestro Señor. ¡Y nunca os ocu- páis de ello!

Si perdéis algunas monedas, un objeto, la salud, un empleo, un animal, os ponéis en movimiento para encontrarlos y utilizáis todos los medios humanos y sobrenaturales para lograr este fin. Sí, para encontrar algo limitado y caduco sabéis orar. Pero cuando perdéis a Dios no lo buscáis. No os dirigís a mis Santos para que os ayuden a encontrar el camino de Dios, no utilizáis los cuidados humanos para frenar vuestros impulsos. Os parece poca cosa perder la unión con Dios. Y es lo esencial.

María no se separó nunca de Dios. Los espíritus permanecieron fundidos en un abrazo de amor que tuvo su coronación en el Cielo. Esta unión fue la fuerza principal de María, como hija de Adán, porque en ella encontraba la coraza para volverse intocable ante el aguijón del Tentador.

Quien está con Dios no es que no vea el mal que, como asqueroso indumento o repugnante enfermedad, recubre a tantas criaturas. Lo ve, más aún, con mayor claridad que muchos otros, pero su visión no corrompe nada. El mal no entra por los ojos para excitar los instintos encubiertos en la carne o los malvados movimientos de la mente. Esto sucede sólo en quienes, separados de Dios, tienen en sí como huésped al Enemigo.

El que está unido con Dios está lleno de Dios, y cualquier otra cosa que no sea Dios permanece en la superficie, viento que encrespa levemente la superficie del ánimo y no entra para trastornar el interior. Y no sólo esto. El que está unido con Dios, verdaderamente unido con Dios, en vez de absorber el exterior en sí, difunde el interior sobre los prójimos: difunde, pues, el Bien, a Dios.

Sí, es justamente así: quien está con Dios tiene un poder irradiante, mucho más potente que el de muchos cuerpos del universo, sobre los cuales el hombre ha cansado su mente y alzado un monumento de orgullo. Y sobre todo tiene un poder sobrenaturalmente útil, porque quien lleva en sí mismo al Santo de los santos, y vive de Él, lo comunica a los demás. Es lo que hace decir: "Éste es un santo".

María ha poseído la unión con Dios a la perfección, ha tendido con todas sus fuerzas a fundirse cada vez más con El. Se podría decir que María se anuló en Dios, de tanto como vivió sólo de El.

He dicho: "María encontró aquí la fuerza principal para volverse intocable". No entendáis las cosas al revés. María, la Humildísima, no osaba pensar, ni por lo más remoto, que era la criatura perfecta. Ella ignoraba su destino y su condición inmaculada. Conoció el misterio por las palabras de Gabriel y en el abrazo nupcial con el Espíritu Eterno. Pero durante su juventud, edad llena de acechanzas, repito: encontró la fuerza en la unión con Dios. La quiso encontrar a toda costa porque habría preferido cien veces morir antes que salir un instante del halo de Dios.

Yo quisiera que, más que cumplir tantos preceptos, más o menos piadosos, especialmente mis dilectos, y también los otros, tendieran a este precepto soberano de la unión conmigo. Sencilla, y realmente oración, esta oración, inflamado el corazón, casto el cuerpo, honesto el pensamiento, todo en vosotros se haría santo y bueno, y la tierra conocería los días nuevos en los que los ángeles podrían saludar a los hombres con las palabras: "El Señor es con vosotros"».