Exigencias de la vocación



Las lecturas de la Misa nos ayudan a meditar las exigencias que la propia vocación lleva consigo en el servicio a Dios y a los hombres. La Primera lectura1 muestra cómo Elías es enviado por Dios desde el Horeb, para que consagrara como profeta de Yahvé a Eliseo. Bajó Elías del monte y encontró a Eliseo arando; pasó a su lado y le echó encima el manto, indicando con este gesto que Dios lo tomaba a su exclusivo servicio. Eliseo respondió con prontitud y con plenitud, sin dejar atrás nada que le retuviera: cogió la yunta de bueyes y los mató, hizo fuego con los aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente. Luego se levantó y marchó tras Elías...


San Lucas nos presenta en el Evangelio de la Misa a tres personas que pretenden seguir al Señor. El primero se acerca a Jesús mientras iban de camino en ese largo viaje, el último, hacia Jerusalén y hacia el Calvario. Las disposiciones de este nuevo discípulo parecen excelentes: te seguiré a dondequiera que vayas, le dice al Maestro. Y ante esta muestra de generosidad, el Señor quiere dejarle claro el género de vida que le espera si de verdad le sigue, para que luego no se llame a engaño. La misión de Cristo es un ir y venir constante, predicando el Evangelio y dando la salvación a todos, y no tiene dónde reclinar la cabeza. Así ha de ser la vida de los que le sigan: han de estar desprendidos de las cosas y su disponibilidad ha de ser completa.


Al segundo, es el mismo Señor quien le llama: Sígueme, le dice. Este posible discípulo que es invitado a seguir de cerca al Maestro quiere oír la llamada, pero no inmediatamente; piensa en un tiempo más oportuno, porque le retiene un asunto familiar. No se da cuenta de que, cuando Dios llama, ese es precisamente el momento más oportuno, aunque en apariencia, miradas con ojos humanos las circunstancias que rodean una vocación, puedan encontrarse razones que aconsejen dilatar la entrega para más adelante. Dios tiene unos planes más altos para el discípulo y para quienes, aparentemente, saldrían perjudicados por su marcha. Tiene todo dispuesto desde la eternidad para que de esa elección resulte el bien de todos. La disponibilidad de quien siga a Cristo ha de ser pronta, alegre, desprendida, sin condiciones3. Dilatar la entrega ante Jesús que pasa a nuestro lado puede significar que más tarde, cuando intentemos de nuevo darle alcance, ya no lo encontramos. El Señor sigue su camino. Es grave ceder a la «tentación de las dilaciones» ante la entrega que pide Cristo.


Dios nos llama, a cada uno en unas peculiares circunstancias. Veamos hoy en nuestra oración si estamos respondiendo con prontitud, con desasimiento, sin condiciones, a la peculiar vocación que Cristo nos ha dado.