¿Será un jesuita el “cardenal protector” del Opus Dei?



La palmada pontificia al Opus Dei

 

En el post publicado hace una semana, hablábamos de una “eclesiología del poder” que se había ido enquistado dentro de la Iglesia desde hace varios siglos y, con un timing impecable, el papa Francisco publicó esos mismos días el motu proprio Ad charisma tuendum con el que decapita al Opus Dei. La única prelatura personal existente deja de orbitar en la Congregación de Obispos y pasa a hacerlo a la de Clero; su prelado ya no será obispo y, como premio consuelo, se le conceden los títulos y oropeles de protonotario apostólico. Deberán rendir un examen anual de las actividades desarrolladas en el mundo y, en los hechos, están a un tris de ser comisariados en cualquier momento. 

Autoritarismo puro, esta vez manifestado sobre “la Obra”, pero que ya se había ejercitado sobre el monasterio de Bose y sobre movimientos tales como el Camino Neocatecumenal y Comunión y Liberación, y un buen número de congregaciones e institutos religiosos. Todo debe someterse a la voluntad omnímoda del papa de Roma. 

Recuerdo que pocas horas después de que conociera la noticia de la elección de Bergoglio al pontificado romano, azorado e incrédulo, hablé con un amigo numerario del Opus Dei. Él estaba enfurecido. No se privó de ningún epíteto para calificar a quien tan bien conocíamos los argentinos. Tres días después, sin embargo, sus furias se habían calmado, y dos semanas más tarde, él y sus compañeros de residencia, eran los seres más felices de la tierra por tener un papa argentino. Las órdenes de Mons. Mariano Fazio, en ese momento vicario regional del Opus para Argentina, habían bajado rápidamente: no más que loas y flores para quien hasta hace un momento habían aborrecido y quien los sigue aborreciendo hasta el día de hoy. La bajeza de Fazio, sin embargo, recién había comenzado a revelarse. En 2014, cuando Mons. Rogelio Livieres, obispo de Ciudad del Este y sacerdote del Opus Dei, fue expulsado de su sede por la misericordia del papa Francisco, quedando literalmente sin lugar donde reposar su cabeza y con un estado de salud extremadamente delicado que la causó la muerte poco tiempo después, Mons. Fazio prohibió que fuera recibido en las residencias que el Opus tiene en Argentina —y que son muchas—, y prohibió además que se lo ayudara de cualquier modo, aún enviándole dinero. Todo era poco para congraciarse con el nuevo y temible pontífice. 

Por supuesto, poco tiempo después sus servicios fueron recompensados y fue nombrado vicario general de la Obra por el prelado, Mons. Javier Echeverría. Los ingenuos pensaba que teniendo a Fazio en Roma, un argentino cerca del pontífice argentino, se minimizarían los peligros. Los arrumacos del Opus con Francisco se incrementaron a límites exorbitados; todo absolutamente previsible y propio de esa institución. Y así, renunciando a cuantos ideales y proclamas realizadas en tiempos juanpablistas y benedictinos fueran necesarios, pensaron que podrían capear el temporal. Sí, fueron tan ingenuos como para pensar que Francisco iba a creer que habían cambiado, que ya no eran tan conservadores y elitistas, y que ahora se habían tragado en serio las versificaciones pontificias sobre el cambio climático, la conversión ecológica y los pobres de la periferia. La semana pasada recibieron la respuesta.

Lo que repugna es la vergonzosa obsecuencia y bobería del prelado, Mons. Fernando Ocariz. Claro que mucho no debía esperarse de él: hijo de un militar antifranquista, se las iba de niño liberal y republicano; en los '80 fue encargado como teólogo de la Congregación de la Doctrina de la Fe mantener conversaciones con la FSSPX sobre temas de libertad religiosa pero, llegados a un punto de objeciones puestas por la Fraternidad, declinó seguir el diálogo con la excusa de que los superiores no le permitían seguirlo. Se trata, como se ve, de una persona de grandes ideales e inquebrantable coraje, y ahora le agradece a Francisco, papa de Roma, la decapitación de la Obra que él tiene a cargo, con estas palabras: «Desearía que esta invitación del Santo Padre resonara con fuerza en cada una y en cada uno. Es una ocasión para profundizar en el espíritu que el Señor infundió en nuestro fundador y para compartirlo con muchas personas en el ambiente familiar, laboral y social. Damos gracias a Dios por los frutos de comunión eclesial que han significado los episcopados del beato Álvaro y de don Javier. Al mismo tiempo, la ordenación episcopal del prelado no era ni es necesaria para la guía del Opus Dei. La voluntad del Papa de subrayar ahora la dimensión carismática de la Obra nos invita a reforzar el ambiente de familia, de cariño y confianza: el prelado ha de ser guía, pero, ante todo, padre». Es tal el servilismo que hasta utiliza el lenguaje inclusivo para seguir haciendo mimos al verdugo que los está escupiendo y golpeando. Más dignidad tuvo Enzo Bianchi, a pesar de su progresía, o el cardenal Becciu, a pesar de sus opacidades financieras. 

        Como aventura Specola, se sospecha con fuertes razones, que en las próximas semanas será nombrado un “cardenal protector” del Opus Dei en la figura del jesuita Ghirlanda. No me extrañaría que Ocariz se ofrezca para lavarle personalmente los calcetines

El Opus Dei había iniciado hace ya algunos años el proceso de lenta desaparición que sufren muchos institutos católicos. Cada vez son más escasas las “vocaciones” de numerarios, y cada vez son más los numerarios que dejan las filas de la Obra. Y sin numerarios, la Obra tenderá al ocaso y a la desaparición pues, entre otras cosas, será imposible mantener sus costosísimos centros y residencias. En Buenos Aires, por caso, el famoso Cudes, ubicado en una de las zonas más caras de la ciudad, languidece y los vecinos apenas observan una que otra luz encendida, cuando hasta hace algunos años, no quedaba ventana sin iluminar, signo de la actividad permanente de allí había. En la misma Pamplona, están alquilando edificios enormes que antes eran ocupados por seminaristas propios o numerarios, al mejor postor. El lánguido declinar del Opus Dei ha recibido ahora, de parte de su idolatrado Francisco, una enérgica palmada que los ha aproximado más rápidamente a los bordes del precipicio. 


Nota bene: Desde hace algún tiempo, las maldades del papa Francisco le están despertando las antipatías de quienes antes eran sus amigos. El para nada tradicionalista Francisco Marhuenda, director de La Razón (España), es un buen ejemplo. 



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