El uso del dinero, evitar los gastos innecesarios




No podemos dejar de contemplar a Cristo, que no tenía dónde reclinar la cabeza..., porque si queremos seguirle hemos de imitarle. Aunque debamos utilizar medios materiales para cumplir nuestra misión en el mundo, nuestro corazón ha de estar como el del Señor: libre de ataduras.


La verdadera pobreza cristiana es incompatible, no solo con la ambición de bienes superfluos, sino con la inquieta solicitud por los necesarios. Si esto le ocurriera a una persona que, respondiendo a la llamada del Señor, lo ha dejado todo para seguirle más de cerca, indicaría que su vida interior se está llenando de tibieza, que está intentando servir a dos señores7. Por el contrario, la aceptación de las privaciones y de las incomodidades que la pobreza lleva consigo, une estrechamente a Jesucristo, y es señal de predilección por parte del Señor, que desea el bien para todos, pero de modo muy particular para quienes le siguen.


Un aspecto de la pobreza cristiana se refiere al uso del dinero. Hay cosas que son objetivamente lujosas, y desdicen de un discípulo de Cristo especialmente cuando tantos padecen necesidad y escasez, aun cuando resulten corrientes en el medio en el que cada uno se mueve. Son objetos, comodidades, caprichos..., que no deben entrar en los gastos ni en el uso –aunque no suponga desembolso alguno– de quien desea tener por Maestro a Aquel que no tenía dónde reclinar su cabeza. El prescindir de esas comodidades o de lujos y caprichos chocará quizá con el ambiente y puede ser en no pocas ocasiones el medio que utilice el Señor para que muchas personas se sientan movidas a salir de su aburguesamiento.


Los gastos motivados por el capricho son, por otro lado, lo más opuesto al espíritu de mortificación, a un sincero anhelo de imitar a Jesús. Es lógico pensar que tampoco tendría el espíritu de Cristo quien se dejara llevar por esos deseos por el solo hecho de que quien los paga es el Estado, la empresa o un amigo... Es el corazón el que seguiría a ras de tierra, incapaz de levantar el vuelo hasta los bienes sobrenaturales. Una persona así se iría incapacitando incluso para entender que existen otros bienes superiores a los del cuerpo, a los de los sentidos.


Pobres, por amor a Cristo, en la abundancia y en la escasez. En cada una de estas situaciones el uso de los bienes adquirirá unas formas quizá distintas, pero con los mismos sentimientos y disposiciones en el corazón. «Copio este texto, porque puede dar paz a tu alma: “Me encuentro en una situación económica tan apurada como cuando más. No pierdo la paz. Tengo absoluta seguridad de que Dios, mi Padre, resolverá todo este asunto de una vez.


»Quiero, Señor, abandonar el cuidado de todo lo mío en tus manos generosas. Nuestra Madre –¡tu Madre!– a estas horas, como en Caná, ha hecho sonar en tus oídos: ¡no tienen!... Yo creo en Ti, espero en Ti, Te amo, Jesús: para mí, nada; para ellos”». Quizá muchas veces tendremos necesidad de hacer nuestra esta oración.