No sirve confesarse `con Dios´ —Prado Nuevo




 LA CONFESIÓN

Hay que comprender que, para ‘bien morir’ es básico transcurrir la vida en la gracia de Dios, superando toda tentación o situación de pecado que se pueda presentar, para lo que lógicamente será necesaria la Confesión de los pecados, a través del Sacramento de la Penitencia.

Ya sabemos que ir a confesarse con la frecuencia que presente la necesidad, por los errores y pecados que se cometen, cuesta un cierto esfuerzo, máxime en esta sociedad en la que en sus características están la prepotencia y la supremacía, que hacen no sentir la necesidad de reconocer las propias faltas y pecados ante nadie, y menos en la humildad que exige ponerse delante de un sacerdote que, como ministro del Señor Jesucristo, es el que tiene la autoridad y el poder de perdonar los pecados.

Luz Amparo en su catequesis  nos dice: “hay muchas personas que piensan que confesarse solo con Dios, sirve. Pero Jesús le dijo a Pedro “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” y con esto quiso decir que él era el representante de la Iglesia como el Santo Padre. Los sacerdotes son ministros de Cristo para atender a las almas. Ellos son hombres como nosotros y deben confesarse con otros sacerdotes. Nosotros debemos ir al sacerdote, contarle nuestras penas, alegrías, aunque llevemos muchos años sin confesar. Llegar arrepentido con “dolor de corazón”, con propósito de enmienda y decirle los pecados sin tener vergüenza. El sacerdote está ahí para escuchar pecados gordos y pequeños, y para perdonarlos. Y por último cumplir la penitencia que nos imponga.

El propósito de no volver a ofender más a Dios es muy importante en la confesión, lo que pasa que somos humanos, caemos, nos levantamos y así vamos tirando, pero no nos podemos desesperar por esto. Somos de carne y hueso, y caemos.

Cuando confesamos nos liberamos del pesar grande de haber ofendido a Dios. El sacerdote nos absuelve de los pecados, pero después tenemos que pagar la deuda. Porque la deuda se queda y podemos repararla con penitencia, oración y sacrificios. Por tanto, hay que diferenciar entre pecado confesado y la reparación de ese pecado.

Tenemos que llegar a conseguir la santidad para llegar al Cielo. Todo lo podemos conseguir con la ayuda de Dios y nuestra propia perseverancia. 

En cada momento del día tenemos una oportunidad. Si en cada cosa hiciéramos un acto de amor, un acto de reparación para que nuestros pecados se vayan pagando... Ahora lo podemos hacer aquí voluntariamente, pero cuando nos muramos ya no podremos. Según nos presentemos ante Dios, si estamos en Gracia iremos con Él que es la Gracia. Pero si estamos en pecado podemos ir al infierno (pecado mortal) o al purgatorio (pecado venial)”.


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