El Verbo ha puesto a la Virgen como árbitro



Sí –afirma san Anselmo– María ha sido ensalzada para ser Madre de Dios, más en beneficio de los pecadores que de los justos, ya que Jesús declaró que había venido a llamar no a los justos sino a los pecadores. Que por eso canta la Iglesia:

“Al pecador no aborreces,

 porque sin él no serías

la Madre del Redentor”.

Así es como la reconviene amorosamente Guillermo de París: “María, estás obligada a ayudar a los pecadores, pues todos los dones, gracias y grandezas –que todas quedan comprendidas en tu dignidad de ser Madre de Dios– todo, si así es lícito hablar, lo debes a los pecadores, pues para ellos has sido hallada digna de tener a Dios por Hijo”. Pues si María –concluye san Anselmo– ha sido hecha Madre de Dios para los pecadores ¿cómo yo, siendo tan grandes mis pecados podré desconfiar del perdón?

La santa Iglesia nos hace saber en la oración de la Misa de la vigilia de la Asunción, que la Madre de Dios ha sido asunta de la tierra al cielo para que interceda por nosotros ante Dios con absoluta confianza de ser escuchada. Reza la oración: “...A la cual la has trasladado de este mundo, a fin de que interceda con toda confianza para que se nos perdonen los pecados”. Por esto san Justino dice que es árbitro: “el Verbo ha puesto a la Virgen como árbitro”. Árbitro es lo mismo que apaciguador, a quien las dos partes en conflicto acuden exponiendo sus razones. Con lo que quiere decir el santo que, como Jesús es el mediador ante el eterno Padre, así María es la mediadora ante Jesús, a la cual expone Jesús todos los agravantes que, como juez, tiene en contra de nosotros.


LAS GLORIAS DE MARÍA

San Alfonso María de Ligorio