Fuertes ante circunstancias difíciles



Todos los días, en el Templo y en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar el Evangelio de Cristo Jesús. En esas circunstancias, cuando el ambiente se vuelve más sectario o se aleja más de Dios, deberemos sentir como una llamada del Señor a manifestar con nuestra palabra y con el ejemplo de nuestra vida que Cristo resucitado está entre nosotros, y que sin Él se desquician el mundo y el hombre. Cuando mayor sea la oscuridad, mayor es la urgencia de la luz. Deberemos luchar entonces contra corriente, apoyados en una viva oración personal, fortalecidos por la presencia de Jesucristo en el sagrario. Nuestra lucha interior por alejarnos de todo aburguesamiento debe ser más firme. Es uno de los frutos más grandes que debemos sacar de las contradicciones, sean las que fueren: la necesidad de estar más pendientes del Señor, de ser más generosos en la oración y en el espíritu de sacrificio.

La contradicción nos lleva a purificar bien la intención, realizando las cosas por Dios, sin buscar recompensas humanas.

Si por cobardía, por falta de fortaleza, por no pedir ayuda al Señor, se cediera ante la dificultad, el alma iría retrocediendo en su unión con Dios, se llenaría de tristeza y pondría de manifiesto una vida interior superficial y de poco amor a Dios. El demonio suele aprovechar esas ocasiones para redoblar sus ataques, y el alma puede entonces acercarse más a Dios –uniéndose a la Cruz– o separarse de Él, cayendo en un estado de tibieza, falto de amor y de vibración. Una misma dificultad –una enfermedad, una calumnia, un ambiente adverso...– tiene distinto efecto según las disposiciones del alma. No podemos olvidar que el bien sobrenatural que hemos de alcanzar es un bien arduo, difícil, que exige de nuestra parte una correspondencia decidida, llena de fortaleza. Fortaleza, que es virtud cardinal, angular, que aparta los obstáculos, los temores que podrían retraer la voluntad del seguimiento firme del Señor. Él siempre da, en todo momento y en toda circunstancia, las gracias necesarias.

Ante las contradicciones del ambiente debemos estar serenos y alegres. Es el mismo gozo de los Apóstoles, que estaban llenos de alegría, porque habían sido dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús. «No se dice que no sufrieron –señala San Juan Crisóstomo–, sino que el sufrimiento les causó alegría. Lo podemos ver por la libertad que acto seguido usaron: inmediatamente después de la flagelación se entregaron a la predicación con admirable ardor». «Te traen y te llevan... La fama, ¿qué importa?

»En todo caso, no sientas vergüenza ni pena por ti, sino por ellos: por los que te maltratan».



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