María da detalles sobre el Nacimiento de Jesús —Piccarreta


(…) Ahora, hija de mi corazón, mientras estás atenta en mirar al niñito Jesús, préstame atención y escúchame, tú debes saber que era media noche cuando el pequeño Rey salió de mi seno materno, pero la noche se cambió en día; Aquél que era dueño de la luz ponía en fuga la noche de la voluntad humana, la noche del pecado, la noche de todos los males; y por señal de lo que hacía en el orden de las almas con su acostumbrado Fiat omnipotente, la media noche se cambió en día esplendoroso.

Todas las cosas creadas corrían para alabar en aquella pequeña Humanidad a su Creador. El sol corría para dar sus primeros besos de luz al niñito Jesús y calentarlo con su calor; el viento imperante con sus oleadas, purificaba el aire de aquel establo y con su dulce gemido le decía te amo; los cielos se sacudían desde sus cimientos; la tierra exultaba y temblaba, hasta en el abismo; el mar se agitaba con sus olas altísimas; en suma, todas las cosas creadas reconocieron que su Creador ya estaba en medio de ellas, y todas hacían competencia para alabarlo.

Los mismos ángeles, formando luz en el aire, con voz melodiosa, que podían ser escuchadas por todos, decían: “Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, ya ha nacido el celestial niñito en la gruta de Belén, envuelto en pobres pañales”. Tanto, que los pastores que estaban en vigilia escucharon las voces angélicas y corrieron a visitar al pequeño Rey divino.

Por eso hija querida, continúa escuchándome. En cuanto Yo lo recibí en mis brazos y le di mi primer beso, sentí la necesidad de amor de dar de lo mío a mi Hijo niñito, y ofreciéndole mi seno le di leche abundante, leche formada por el mismo Fiat Divino en mi persona para alimentar al pequeño Rey Jesús. Pero ¿quién puede decirte lo que Yo sentía al hacer esto? ¿Y los mares de gracia, de amor, de santidad, que para corresponderme me daba mi Hijo?

Por eso lo envolví en pobres pero limpios pañales y lo acosté en el pesebre, esta era su Voluntad, y Yo no podía hacer otra cosa que seguirla. Pero antes de hacer esto hice partícipe al querido san José poniéndolo en sus brazos; y ¡oh! cómo gozó, se lo estrechó al corazón, y el dulce niñito derramó en su alma torrentes de gracia. Después, junto con san José pusimos un poco de heno en el pesebre, y separándolo de mis brazos maternos lo acosté dentro. Y Yo, tu Mamá, raptada por la belleza del infante divino, me estaba la mayor parte del tiempo inclinada ante Él; ponía en movimiento todos mis mares de amor, que el Querer Divino había formado en Mí, para amarlo, adorarlo y darle gracias.

Y el celestial niñito, ¿qué hacía en el pesebre? Un acto continuado de la Voluntad de nuestro Padre celestial, que era también suya, y emitiendo gemidos y suspiros, gemía, lloraba y llamaba a todos diciendo en sus gemidos amorosos: “Vengan todos mis hijos, por amor vuestro he nacido al dolor, a las lágrimas, vengan todos a conocer el exceso de mi amor, denme un refugio en sus corazones”. Y hubo un ir y venir de pastores que vinieron a visitarlo, y a todos daba su dulce mirada y su sonrisa de amor en sus mismas lágrimas.

Ahora hija mía, una palabrita a ti, tú debes saber que toda mi alegría era tener en mi regazo a mi querido Hijo Jesús, pero el Querer Divino me hizo entender que lo pusiera en el pesebre a disposición de todos, a fin de que quien lo quisiera pudiera acariciarlo, besarlo y tomarlo entre sus brazos como si fuera suyo; era el pequeño Rey de todos, por lo tanto tenían el derecho de hacer de Él una dulce prenda de amor, y Yo para cumplir el Querer Supremo me privé de mis alegrías inocentes, y comencé con las obras y los sacrificios el oficio de Madre, de dar a Jesús a todos.

Hija mía, la Divina Voluntad es exigente, quiere todo, incluso el sacrificio de las cosas más santas, y de acuerdo a las circunstancias, el gran sacrificio de privarse del mismo Jesús, pero esto para extender mayormente su Reino y para multiplicar la Vida del mismo Jesús, porque cuando la criatura por amor suyo se priva de Él, es tal y tanto el heroísmo y el sacrificio, que tiene virtud de producir una Vida nueva de Jesús, para poder formar otra morada a Jesús. Por eso querida hija, presta atención y no niegues jamás nada a la Divina Voluntad bajo cualquier pretexto.


Luisa Piccarreta

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La Virgen María en el reino de la Divina Voluntad

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