Nuevo nefasto nombramiento para Argentina



Hoy nos despertamos con una nueva certeza: la iglesia argentina es irrecuperable. El nombramiento de Mons. Jorge García Cuerva como nuevo arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina, hombre de 55 años de edad, marca el inicio de una era de veinte años —si Dios no dispone otra cosa—, en la que buena parte de la iglesia católica argentina dejará de serlo. Si es el pastor el que da forma al rebaño, podemos imaginar lo que sucederá con los fieles durante el nuevo pontificado.


En este blog ya nos había dedicado en otras ocasiones al hasta ahora obispo de Río Gallegos. Es hijo de un odontólogo y militar en la Fuerza Aérea perteneciente a familias de San Isidro: de derecha y antiperonista por sangre, asistió siempre a colegios privados (el San Román de Belgrano) y se codeó con los hijos de la burguesía local. En el seminario descubrió la militancia peronista y popular, y debió, y debe esforzarse, para borrar sus modales de chico bien y presentarse como representante del pueblo. Él nos enseñó que en la eucaristía hay una “presencia crística” similar a la que hay en los pobres; bautizó con gran batifondo mediático a los hijos del conocido travesti Florencia de la V y de su “marido” se fotografió abrazado a Malena Galmarini, mujer del actual ministro de economía del país, haciendo el inconfundible gesto peronista. 


No creo ser catastrofista si preveo lo que sucederá en la arquidiócesis primada y, por reflejo, en el resto del país: destrucción sistemática de todos los restos de fe católica que aún permanecían y transformación de la iglesia católica en una poderosa organización dedicada a “transformar la realidad” pero no merced a la gracia divina, de la cual es administradora, sino de la acción social y de la maniobra política. 


Algunas primeras reflexiones sobre el nombramiento:


1. La maldad del papa Francisco es inconmensurable. Yo estaba seguro que no nombraría a Mons. Víctor Fernández, a quien hace mucho le soltó la mano: lo usó durante un buen tiempo y lo descartó cuando dejó de servirle, como hace habitualmente. Pero pensé que se decantaría por algún personaje más civilizado —Lozano, Azpiroz Costa o Colombo, por ejemplo— y no por un ultra. Porque Mons. García Cuerva no es el progre de guitarra y muchachismo. Es un confeso representante de una nueva iglesia que escasamente puede identificarse con la verdadera iglesia romana y con la fe que ésta profesa. 


2. Ciertamente, el factor que precipitó la elección pontificia fue la intención de “dejarle un regalito” al próximo gobierno argentino que, sea quien sea el o la presidente que asumirá el 10 de diciembre, será de derecha y, probablemente, de derecha rabiosa. Sería conveniente que Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y Javier Milei fueron incluyendo en sus equipos a algún buen operador eclesiástico que los asesore sobre los vínculos con el nuevo arzobispo, porque en él tendrán a un enemigo tan poderoso como Cristina Kirchner, con la que seguramente tejerá alianzas a fin de derrocar al nuevo gobierno. 


3. Uno de los daños colaterales del nombramiento son los buenos curas —que son muchos más de los que pensamos— y no sólo de la arquidiócesis sino de todo el país. Pensemos en un sacerdote de en torno a los cuarenta años, que entregó generosamente su vida al servicio de Dios en la Iglesia parra ayudar a la salvación de las almas y que, maltratado por su obispo que prefiere rodearse de pedisecuos, lo ha destinado en un remoto pueblo de la diócesis. 


Pensemos en su soledad, en sus decepciones, en sus tentaciones y en la temible sombra del demonio que comienza a mostrarle la futilidad de su vida, regalada a una ilusión e inserta en una iglesia que, desde sus vértices más altos, niega cada día los ideales que lo llevaron a su elección vocacional. ¿Qué lo retendrá en el ministerio sino una fe heroica que nos siempre es posible mantener? ¿Cómo puede sentirse este buen sacerdote teniendo como primado a un personaje como Mons. García Cuerva, pontífice de una nueva fe? Creo que no siempre nos damos cuenta del enorme peligro en el que están tantos y tan buenos sacerdotes.


4. Un agudo conocedor del medio eclesiástico señala que los más dolidos por este nombramiento son Mons. Víctor Fernández y Mons. Jorge Scheinig, mas conocido como Carapa (por ser oriundo de la localidad de Carapachay), y obispo de Luján, que se auto percibía como fulgurante estrella del círculo rojo pontificio. Y, continúa el analista, como el peor vicio del clero es la envidia, habrá que ver las zancadillas que comenzarán a planear para hacer caer al nuevo arzobispo que les quitó el puesto.


5. ¿Quién de las filas conservadoras se animará a defender aún a Bergoglio? Es habitual escuchar a sacerdotes que nos hablan de lo bueno que era Pablo VI aunque un tanto débil pues se dejó manejar por los malvados cardenales progresistas. Porque los papas, claro, siempre son buenos y santos, y han sido puestos en su sede por el Espíritu Santo. ¿Hay margen para seguir con esta farsa? 


6. Estimo que las puertas del arzobispado de La Plata estarán cerradas a cal y canto durante varios días. Mons. Víctor “Tucho” Fernández tardará en sanar de la gastritis y posterior depresión que le causó enterarse de la noticia que ya preveía: no sólo se quedó sin vestir la púrpura cardenalicia sino que pasará el resto de su vida útil en una aburrida sede episcopal, sin más protagonismo que una columna de opinión tres veces por año en La Nación.

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