El Párroco de la iglesia de San
Elías en Erbil (Irak) a quien un día
en mayo pasado, después de celebrar la misa y de camino a casa de
unos amigos, dos automóviles le cortaron el paso para secuestrarlo.
“Mi primer pensamiento fue: ‘Este es mi fin, me van a matar’”,
Le vendaron los ojos y le
amenazaron con dispararle
inmediatamente si miraba a sus
secuestradores. Lo arrojaron al maletero
de un auto y se lo llevaron a una casa
donde estuvo encerrado por nueve
días. “Sangraba muchísimo porque me
habían dado muchos golpes en la cara
con un martillo y con las rodillas”, relata
hoy.
“Me pusieron unas cadenas y unos
grilletes. Allí pasé nueve días horribles”,
recuerda y destaca que lo único que le
consolaba en ese tiempo era rezar el
rosario.
Los mejores rosarios de su vida
En ese tiempo, relata, pudo rezar los mejores rosarios de su vida con la ayuda
de las cadenas, con los eslabones con los que lo tenían sujetado los
secuestradores a los que aconsejaba durante el día y que lo torturaban por
las noches. Nueve días en total en los que no recibió comida ni agua.
El secuestro fue sólo uno de los innumerables ataques que ha recibido
porque además los grupos radicales lanzaron varios morteros mientras
que él celebraba la misa. En otra ocasión pusieron una bomba en su parroquia
y también le dispararon en la pierna.
“Nuestra comunidad se basa en cuatro puntos: Jesús, el Papa,
el Obispo y el sacerdote. Por eso, cuando quieren atacar
comienzan por el sacerdote porque así atacan la base”, asegura.