Nuestro Señor Jesucristo vino a la tierra por un motivo,
para salvar a las almas del Infierno. Enseñar la realidad del Infierno
es la tarea más importante e ineludible de la Santa Iglesia Católica.
Uno de los grandes Padres de la Iglesia, San Juan Crisóstomo,
continuamente enseñaba que Nuestro Señor Jesucristo predicaba con más
frecuencia sobre el Infierno que sobre el Cielo. Algunos piensan que es
mejor predicar sobre el Cielo. No estoy en acuerdo. Predicar sobre el
Infierno produce muchas más y mejores conversiones que las obtenidas con
la mera predicación sobre el Cielo.
San Benito, el fundador de los Benedictinos, al estar
viviendo en Roma el Espíritu Santo le dijo: "Tú vas a perder tu alma en
Roma e irás al Infierno". Él dejó Roma y se retiró a vivir en el
silencio y la solicitud fuera de Roma para meditar sobre la vida de
Jesús y el Santo Evangelio. San Benito huyó de todas esas ocasiones de
pecado de la Roma pagana. Él oró, se sacrificó por sí mismo y por los
pecadores. El Espíritu Santo difundió la noticia de su santidad. Como
resultado, la gente lo visitaba para ver, escuchar y seguir su ejemplo y
consejo. San Benito se apartó por sí mismo de toda ocasión de pecado y
alcanzó la santidad. La Santidad atrae a las almas.
¿Por qué piensan que San Agustín cambió su vida? ¡Por
temor al Infierno! Yo predico con frecuencia sobre la trágica realidad
del Infierno. Es un dogma católico que sacerdotes y obispos ya no
predican más.
El Papa Pío IX, que pronunció los dogmas de la
Infalibilidad del Papa y el de la Inmaculada Concepción de María, y que
también emitió su famoso Sílabo condenatorio contra los errores y
herejías del mundo moderno, solía pedir a los predicadores que enseñaran
a los fieles con mayor frecuencia sobre las Cuatro Postrimerías, en
especial sobre el Infierno, así como él mismo daba ejemplo predicando.
El Papa pidió esto porque la meditación sobre el Infierno genera santos.
Uno no puede especializarse en todo y enseñar sobre todo;
uno debe elegir. Yo creo que ésta es la voluntad de Dios: que yo
predique sobre el Infierno. Un Moseñor, mi superior hace tiempo, me dijo
en una ocasión: "Predicas con demasiada frecuencia sobre el Infierno y
eso asusta a la gente". Él agregó: "Marcel, yo nunca he predicado sobre
el Infierno, porque a la gente no le gusta. Tú los asustas". En un tono
muy amistoso, Monseñor me dijo en su oficina: "Marcel, yo nunca he
predicado sobre el Infierno y nunca lo haré, y mira qué agradable y
prestigiada posición he alcanzado". Yo guardé un largo silencio, luego
lo mire a los ojos. "Monseñor", le dije, "usted está en la vía del
Infierno para toda la eternidad. Monseñor, usted predica para complacer
al hombre, en lugar de predicar para complacer a Cristo y salvar a las
almas del Infierno. Monseñor, es un pecado mortal de omisión el
rehusarse a enseñar el Dogma Católico sobre el Infierno".
Sus Excelencias, Jesús nos hizo sacerdotes. Jesús,
Nuestro Señor, nos escogió entre millones de hombres para hacernos
sacerdotes. Nos hicimos sacerdotes por un motivo: para ofrecer el Santo
Sacrificio de la Misa a Dios Padre Todopoderoso, para rezar el Breviario
cada día y para predicar el Evangelio de Jesús para salvar las almas
del Infierno.
Nadie tiene la seguridad de ir al Cielo a menos que haya recibido una revelación privada de Dios como le ocurrió al Buen Ladrón en la cruz o a los tres videntes de Fátima. ¿Por qué no abrazar los medios seguros que el Cielo nos ha dado, el Santo Rosario ("la devoción a Mi Rosario es un signo seguro de predestinación"), el Escapulario del Carmen y el maravilloso Sacramento de la Confesión.
Nadie tiene la seguridad de ir al Cielo a menos que haya recibido una revelación privada de Dios como le ocurrió al Buen Ladrón en la cruz o a los tres videntes de Fátima. ¿Por qué no abrazar los medios seguros que el Cielo nos ha dado, el Santo Rosario ("la devoción a Mi Rosario es un signo seguro de predestinación"), el Escapulario del Carmen y el maravilloso Sacramento de la Confesión.
Prediquen, mis queridos Obispos, como los hacían los
Padres de la Iglesia. La tarea principal de un Obispo es predicar, no
sólo administrar una diócesis. Si uno solo
de ustedes, Obispos presentes aquí en Fátima, regresara a su diócesis y
en ciertas ocasiones predicara sobre las Cuatro Postrimerías junto con
todo el mensaje de Fátima, qué gran acto de caridad sería para todos sus
amados fieles.
Con la asistencia del Espíritu Santo digan a sus fieles: "Escuchen, mis hermanos en Cristo, yo soy su Obispo, estoy aquí para salvar su alma del Infierno. Por favor escuchen, acepten y mediten mi enseñanza en este día. Ustedes también, mis amados sacerdotes de mi diócesis, imiten a su Obispo, y prediquen sobre el Infierno con la autoridad que Jesús les ha dado. Prediquen cuanto menos una vez al año un sermón completo sobre el Infierno". Si hacen esto, están realizando el mayor acto de caridad de su sacerdocio, de su episcopado.
Con la asistencia del Espíritu Santo digan a sus fieles: "Escuchen, mis hermanos en Cristo, yo soy su Obispo, estoy aquí para salvar su alma del Infierno. Por favor escuchen, acepten y mediten mi enseñanza en este día. Ustedes también, mis amados sacerdotes de mi diócesis, imiten a su Obispo, y prediquen sobre el Infierno con la autoridad que Jesús les ha dado. Prediquen cuanto menos una vez al año un sermón completo sobre el Infierno". Si hacen esto, están realizando el mayor acto de caridad de su sacerdocio, de su episcopado.
Como mencioné anteriormente, en mis treinta años de
sacerdocio, nunca he escuchado a un Obispo predicar sobre el Infierno.
Cuando deseo encontrar un sermón sobre el Infierno, me veo obligado a
leer a San Juan Crisóstomo, a los Padres de la Iglesia, a los Doctores
de la Iglesia y a los santos predicadores.
Queridos Obispos, por favor, prediquen sobre el Infierno como lo hizo Jesús, Nuestra Señora de Fátima, los Padres y los Doctores de la Iglesia y salvarán a muchas almas. Quien salva a un alma, salva a su propia alma. Predicar sobre el Infierno es un gran acto de caridad porque quienes los escuchan creerán por la autoridad que les confiere la Iglesia. Estas personas rectificarán su modo de vivir y harán una santa confesión de sus pecados.
Padre Marcel Nault
Queridos Obispos, por favor, prediquen sobre el Infierno como lo hizo Jesús, Nuestra Señora de Fátima, los Padres y los Doctores de la Iglesia y salvarán a muchas almas. Quien salva a un alma, salva a su propia alma. Predicar sobre el Infierno es un gran acto de caridad porque quienes los escuchan creerán por la autoridad que les confiere la Iglesia. Estas personas rectificarán su modo de vivir y harán una santa confesión de sus pecados.
Padre Marcel Nault