La acción del demonio es opositiva, está siempre en contra de Dios y de su obra. En segundo lugar, el demonio, en su naturaleza caída, es sabio y poderoso, mucho más que los humanos, y utiliza sus poderes de mil maneras en el intento de desviar las voluntades libres de los hombres del camino trazado por Dios. Pero no es ni omnipotente ni omnisciente.
De ahí la
fuerza que tiene para engañar al hombre, y la debilidad del hombre, si
(el hombre) no recurre a la omnipotencia, sabiduría, bondad divinas.
ACCIÓN DESTRUCTIVA EXTERNA
Los
contrarios son hombres que, de múltiples formas —por su actuación y
tendencia—, caen dentro del círculo de acción del diablo, y por ello son
llamados «hijos de las tinieblas». Desde la persecución más solapada a
la más burda y manifiesta, desde los procedimientos más finos, legales y
sociales, hasta las destrucciones más violentas, se expanden en una
extensa gama.
Son
conocidas las dificultades y las persecuciones que agitaron la causa de
Lourdes y que tuvo que soportar Bernardette Soubirous, hasta su
definitiva aprobación. De modo semejante, no fue fácil para la causa de
Fátima superar las muy graves contradicciones que se presentaron desde
el comienzo: arresto y prisión de los videntes, mítines de propaganda
subversiva, profanación del sagrado lugar y saqueo sacrílego,
persecución contra el clero, mandatos perentorios a los párrocos,
medidas gubernamentales contrarias, prohibiciones y cinco bombas en el
lugar de las apariciones. Son destrucciones fundamentalmente
antirreligiosas, aunque a veces se presentan so capa de utilidad pública
o interés social.
Otros casos
más específicos de actuación destructiva de Satanás, en el campo de las
apariciones, se dan en lo que podríamos llamar una acción interior.
CONFUSIÓN, DESVIACIÓN Y DESTRUCCIÓN DEL VIDENTE
Si hay
alguna cosa que respete más el Cielo es la libertad humana. No vayamos a
creer que, por el mero hecho de aparecerse la Santísima Virgen a un
vidente determinado y encargarle la realización de un mensaje, éste ya
tenga asegurada su correspondencia, su santidad y su misma salvación. Un
alma puede tener carismas, incluso para bien de otros, haberlos
aplicado correctamente y llegar a frustrar los planes divinos y a
perderse. «La corrupción de lo mejor es la peor» (corruptio optimi
pessima). La acción divina en el campo sobrenatural, suele tener la
misma generosidad o mayor, que en el campo natural, donde tantas
oportunidades se pierden.
Precisamente,
en este hecho se basa la posibilidad destructiva del demonio. Sus
asedios se dirigen a corromper la voluntad humana en la respuesta a las
gracias divinas.
La acción de
Dios suele proceder de modo que, a mayor correspondencia del alma
agraciada, siguen mayores dones; a menor, menos; a ninguna, la retirada
divina, como en el caso de Saúl.
De ahí que
no pocos casos que al principio eran buenos, se han frustrado por la
mala correspondencia del hombre. Algunas apariciones marianas que fueron
auténticas al principio, concluyeron mal. De ahí también la prudencia
de la Jerarquía en no precipitarse, y la importancia de un competente
director espiritual que asista al (o la) vidente.
Sin embargo,
no creamos que la Virgen Santísima siempre fracasa. Como una buena
madre que no retrocede, cueste lo que cueste, para arrancar a su hijo o a
su hija de una difícil situación, muchas veces protege, ayuda y vigila,
encamina, enseña, castiga y trata del modo más conveniente al vidente,
para que al fin, respetando siempre su libertad, triunfe en él su amor
de Madre.
Por tanto, un modo interior de actuación del demonio sería la intención de confundir, desviar y destruir al vidente:
a) Primero,
cuando un vidente ha sido movido y agraciado con dones del Cielo,
especialmente con apariciones, el demonio se le puede presentar en
figura horrenda y espantosa para asustarle y anularle. Los éxtasis del
buen espíritu conservan y respetan siempre la libertad del vidente en
todo el momento extático. Los falsos éxtasis del diablo pueden anular
momentáneamente la libertad del individuo, como una droga.
b) Un caso
más sutil se da cuando el demonio se aparece al vidente transfigurado en
«ángel de luz». Suele ser al principio de sus experiencias extáticas,
cuando no sabe todavía distinguir ni analizar las visiones que recibe.
Pero siempre, en estos casos, la engañosa visión, que guarda cierta
analogía o paralelismo con las del buen espíritu, ofrece rasgos
incongruentes e ilógicos, posibles de detectar. Los videntes, en su
experiencia incipiente, llegan a descubrir el engaño y piden
ardientemente la protección celeste para no sucumbir.
DESTRUCCIÓN DEL LUGAR DE LAS APARICIONES
Avanzando un
grado más, la acción satánica puede centrarse en destruir el lugar de
las apariciones, convertido ya en un centro de oración. No tiene prisa.
Intenta conseguirlo de este modo.
Cuando hay
fenómenos de apariciones, se forman en seguida grupos de personas
piadosas o curiosas, venidas de todas partes. Entre ellas, hay un
porcentaje reducido que empieza a sentir, o creer que siente, carismas
de todas clases, como si estuvieran en consonancia con los
acontecimientos. En la inmensa mayoría son ilusiones, sugestiones,
engaños, puramente en el terreno psíquico natural, y es fácil
descubrirlos y evitarlos.
Otro aspecto
más grave, en esta línea, es que hay personas, generalmente sencillas y
muy devotas, que, por su origen o por su idiosincrasia, admiten como
verdadero cualquier fenómeno de carácter visional y creen lo que se les
dice sin el menor asomo de duda. Para ellos, cuantas más personas
celestes vea el vidente, mejor es, y quieren llevar a la práctica
cualquier aviso, encargo, consejo o mensaje que reciben, por costoso que
sea, sin capacidad de discernimiento. Esta actitud cerrada, mental y
anímica, va acompañada de un frío rechazo absoluto de las advertencias o
consejos de los prudentes directores espirituales. Les puede llevar a
graves equivocaciones.
Pero además,
se da otro caso mucho más serio, en que es difícil descubrir la acción
satánica. Cuando hay un vidente movido por el buen espíritu, aparecen
cerca de él otro u otros videntes falsos con fenómenos maravillosos, que
buscan relacionarse con el verdadero. Invocando la caridad fraterna
universal, quieren tener «sus visiones» en el lugar donde va
ordinariamente el buen vidente. A la larga, sin embargo, aparecerá la
falsedad de esos videntes, que habrán atraído grupos de admiradores;
desde luego con espíritu de oración y sacrificios, no raramente
excesivos. Es muy posible, en este estadio, que ni ellos mismos se den
cuenta de la naturaleza de sus experiencias. Mucho peor si obran
conscientes de la falsedad de sus fenómenos. Con su caída, o descrédito
posterior, querrán arrastrar, como el río diabólico del Apocalipsis ( Ap
12, 15-16), a los auténticos videntes.
Más aún: los
videntes falsos, conscientes o inconscientes, tienen una marcada
inclinación a acudir al sitio donde hay grupos de oración o a otros
lugares de apariciones, para tener allí sus falsos éxtasis y crear un
clima de confusión y perturbaciones. El remedio está en separar
totalmente el lugar de oración de la presencia de otros videntes
advenedizos. Insistimos en que ellos, a veces, no son conscientes de que
sus visiones sean falsas. No raramente lo ignoran por largo tiempo. Son
juguete e instrumento del espíritu destructor.
René
Laurentin les llama «epidemia de visionarios», al tratar de los falsos
videntes que proliferaron en torno a Bernardette, en Lourdes. En el
segundo volumen de su obra “Lourdes. Documents authentiques” consigna un
repertorio de visionarios que incluye setenta y cuatro; cuarenta y ocho
de ellos individuales, los otros en grupos.
Otro
procedimiento para destruir un lugar de apariciones es el de «la
competencia». Supongamos un lugar auténtico, como Lourdes, donde la
piedad, la oración, el sacrificio y la caridad para con los enfermos, no
solamente se mantienen, sino que crecen con multitudes que acuden de
todas partes y de varias naciones, y que de repente se dice que cerca, a
unos cien o doscientos kilómetros, se aparece la Virgen Santísima, que
hay prodigios espectaculares; pero que, a la vez, hay concelebraciones y
alianzas colectivas con la participación de incautos sacerdotes y que
acuden turbas copiosas, y también hay obras de caridad. ¿Es posible que
la Virgen Santísima, tan discreta, tan humana, prudentísima, haya
escogido otro centro de apariciones competencial, junto a uno que Ella
ha fundado? ¿No se trata, en cambio y en realidad, de una treta del
Enemigo para restar importancia y destruir, si fuera posible, el
verdadero?
ACCIÓN DESTRUCTORA ENTRE LOS QUE ACUDEN A LOS LUGARES DE APARICIONES Y RESPONDEN A SUS MENSAJES
Otro
capítulo de la acción satánica destructora es la que se dirige
principalmente a las personas que responden a la acción divina realizada
en lugares de apariciones verdaderas o en movimientos originados por
ellas.
Fracasados
los otros intentos, le queda todavía al Destructor el método más eficaz:
pervertir la convivencia humana con la desunión de las voluntades, para
lograr la destrucción de la obra de Dios. El demonio es maestro en
indisponer los ánimos en grupos bien avenidos. Con el agravante que, una
vez producida la escisión, es muy difícil lograr su compostura.
Pero hay
todavía otra particularidad, y es que, transcurrido un tiempo que no
suele ser muy largo, si el Maligno no ha logrado sus propósitos, pasa a
perturbar a otro del grupo según el mismo procedimiento, pero por otras
causas concretas; y luego a otro, y así sucesivamente. Su fin inmediato
es la desunión de las voluntades y el mediato la destrucción de la obra
de Dios.
CONCLUSIÓN
Se puede
afirmar, como principio general, que Satanás acude siempre donde está
María Santísima para deshacer su obra, si puede. La razón teológica es
porque María es la única pura criatura humana que nunca ha tenido parte
alguna con el diablo. Por consiguiente, el que cierra las puertas a
María Santísima, las abre a Satanás.
Este hecho
puede ser contraprueba válida de la verdad de unas apariciones concretas
de la Virgen Santísima. Donde esté María, habrá señales evidentes de la
intención y acción destructiva de Satanás. Y al revés: en lugares de
apariciones en que sucedan maravillas espectaculares con afluencia de
muchedumbres como espectáculo o, simplemente, un lugar que no tenga
contradicción alguna desproporcionada, difícilmente será obra del buen
espíritu.
En último
término, en el discernimiento de espíritus en las apariciones es
decisivo el criterio que el mismo Jesús nos indicó en el Evangelio: «Por sus frutos los conoceréis». Estos frutos pueden tardar en aparecer, pero aparecerán...
P. Jesuita P. Sebastián BartinaFuente: http://www.revelacionesmarianas.com/apariciones.htm