El Stmo Misterio de san Juan de las Abadesas

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Detrás del altar mayor de la iglesia de San Juan de Las Abadesas (antes de la guerra civil y del agiornamiento del CV II), en el ábside de la nave Central, hay una pequeña capilla en la cual se venera una imagen de mármol de la  madre de DIOS,  bajo la advocación de Santa  María la Blanca. Sobre el altar de esta capilla hay un magnífico camarín  en el cual está representado escultóricamente el Descenso de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. En medio de las Siete imágenes que componen la escena, se ve Jesucristo  con las manos desclavadas y el cuerpo sostenido por José de Arimatea y Nicodemus.

Es  esta imagen la que alberga  dentro de una cavidad abierta en Su frente una Hostia  consagrada, que se conserva intacta desde el siglo XIII, y que es conocida con el nombre de Santísimo Misterio.

¿Cómo se explica la existencia de esta sagrada Hostia en la frente de Jesucristo, y con qué objeto fue allí colocada? Muchas son las explicaciones que se han dado, faltas, en su mayoría, de fundamento histórico. Era costumbre, en aquella época, a lo menos en las tierras de Aragón y Cataluña, y en la ceremonia de la consagración de los altares, colocar en el ara o también en la cabeza o en el pecho de las imágenes, Formas consagradas, ya solas, ya acompañadas de algunas reliquias de santos. Esta costumbre, que, a primera, vista, parece tan inverosímil, la vemos practicada, además del caso que nos ocupa, en muchas otras iglesias de Cataluña, como la  de Amer y la de San Martin Sarroca, en el altar del Santo Espíritu de la Catedral de Vich y en el de San Marcos de  la Catedral de Barcelona, etc. 

El día 16 de junio de 1251, se hizo, con Asistencia de   toda la Comunidad y con gran Concurso de pueblo, la solemne bendición y consagración de algunos altares, recién restaurados, en la citada iglesia de San Juan de las Abadesas. Cuando le tocó el turno al altar de Santa María la

Blanca, el P. Abad tomó una Hostia grande consagrada la partió en tres partes como en la fracción de la Santa Misa, envolviéndola en unos pequeños corporales, la colocó dentro de una cavidad abierta anticipadamente en la frente de Jesús. Acabada esta ceremonia, la cavidad fue cerrada con una pequeña lámina de plata.

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El fin que el P. Abad y la Comunidad se proponían con esta ceremonia tan solemnemente celebrada era, sin duda, consolidar y robustecer más y más la fe del pueblo en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, impíamente negada por los albigenses, que acababan de refugiarse en la alta Cataluña, perseguidos por la espada victoriosa de Simón de Montfort.

Para perpetua memoria de esta fiesta y de la colocación de la Eucaristía en la frente del Santo Cristo, se redactó el correspondiente AUTO, en el libro llamado “Misal de la Capilla de San Lorenzo”; manual donde se llevaba el registro de las consagraciones de las iglesias y de los altares. Este libro se perdió, junto con muchos otros documentos, en el saqueo que del archivo del monasterio hicieron los franceses el día 31 de Mayo de 1.689.

Con todo, el acta de consagración del altar de Santa María la Blanca y de la colocación de la Hostia en la frente de la imagen del Santo Cristo se conservó en el libro Totius Status y en otras varias copias auténticas, sacadas del original por los notarios públicos del pueblo.

Desde aquella fecha se celebró siempre en la iglesia del monasterio una fiesta conmemorativa de la consagración, el día 9 de Noviembre. A pesar de esto, el recuerdo de la colocación del Santísimo dentro de la imagen se fue perdiendo, cosa, por otra parte muy natural, pues era de presumir que aquella sagrada Forma entraría en descomposición y que desaparecería, por lo mismo el Santísimo Sacramento.

He aquí  la manera de cómo Dios Nuestro Señor quiso dar a conocer el gran prodigio que se había producido dentro de aquella imagen y en la frente del Crucifijo.

En el año 1.426, Arnau de Villalba, abad del monasterio, después de haber restaurado y enriquecido espléndidamente el altar de Santa María la Blanca, mandó pintar de nuevo las siete imágenes que representaban el Descenso de la Cruz. Para hacerlo con más facilidad, estas imágenes fueron bajadas del camarín y, al sacarles el polvo y limpiarlas, observaron con sorpresa una lámina de plata en la frente de la imagen del Santo Cristo. Excitada la curiosidad e ignorando lo que se ocultaba dentro, forzaron la lámina que cedió fácilmente, y entonces apareció, envuelta en un lienzo muy fino y blanco, una Hostia grande, dividida en tres partes, lo cual les hizo entender que estaba consagrada.

Inmediatamente, corrieron a comunicarlo al Padre Abad, y en seguida tuvo de ello noticia todo el pueblo que no cesaba de exclamar "Misterio!;Misterio!".

Nadie sabía a que atribuir aquel prodigioso hallazgo y todos se entregaron a mil conjeturas y suposiciones referentes a la procedencia de aquella divina Hostia, cuando el Padre Abad recordó haber leído en el manual llamado “misal de la Capilla de San Lorenzo”, un acta de la colocación de cierta Forma Eucarística, y habiendo ido a buscar el libro y leído dicha acta, pudo comprobar claramente el hecho.

Convencidos de que aquella Hostia estaba consagrada, según constaba en la mencionada acta, se postraron en tierra para dar gracias a Dios por el providencial hallazgo de un tan grande misterio y porque se había dignado conservar aquella Hostia por el largo espacio de 165 años, blanca, bella e incorrupta, como si hubiese sido consagrada aquel mismo día. La Hostia prodigiosa fue recogida en seguida en un copón y encerrada en el sagrario.

Al día siguiente, uno de los canónigos de la comunidad celebró la Santa Misa y después de sumir las especies, sumió también, por mandato del Abad, una partícula de aquella Hostia milagrosa, para comprobar si había sido objeto de corrupción o alteración notable. Después del santo Sacrificio, declaró que no había advertido diferencia alguna entre esta y la consagrada en aquella misma Misa.

Finalmente, una vez pintadas todas las imágenes del Descenso y colocadas en su lugar, el 17 de Julio del mismo año de 1.426, convocado todo el pueblo, con el padre Abad y todos los  canónigos, se cantó un solemnísimo TE DEUM en acción de gracias por la inestimable joya que el Cielo les concedía. A continuación, la Hostia milagrosa fue expuesta a la adoración del pueblo y colocada de nuevo en la frente de la imagen del Santo Cristo, en medio de las aclamaciones del pueblo, que no cesaba de exclamar: “Misterio, Misterio!!”

De esta solemnidad se levantó también la correspondiente acta, que Consta en el libro del Abad Villalba, Misal del siglo XIII y en el Totius Statuts. Desde entonces el culto al Santísimo Misterio, nombre con el cual lo consagró la tradición, y que continúo milagrosamente incorrupto, fue siempre en aumento. Los Sumos Pontífices lo enriquecieron con innumerables

Gracias y privilegios; los reyes y los nobles, con cuantiosos donativos, y todos los fieles, con fervorosas adoraciones, correspondidas por Dios con gracias y favores Celestiales.

Qué lástima que en la actualidad se encuentre relegado en el olvido a causa de la pérdida de la fe de gran parte de los católicos, incluyendo demasiados sacerdotes que ya no creen en la Presencia Divina dentro de la Hostia.