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María:
Los años pasan y nadie responde a estas fuerzas del mal que se esconden debajo de los acontecimientos. Cuando cayó el comunismo y los muros se vinieron abajo, todo el mundo creía que se había producido la gran liberación. En cambio, el mal tan solo se camufló en un nuevo ropaje, más aceptable para Occidente. Esto permitió que el mal enterrado en Rusia entrara más profundamente en las venas y arterias de Occidente. Un cambio se estaba llevando a cabo pero sin ninguna conversión de corazón. Putin, el verdadero Stalin por así decirlo, podría levantarse al poder.
Ahora, él se sienta en su trono, haciendo lo que quiere, firmando tratados y haciendo nuevas alianzas.
Ahora, el escenario está tomando forma nuevamente pero con muchos cambios. Occidente está sitiado, preocupado por los terroristas, cargado de deudas intolerables, debilitado en su fe y corrompido desde adentro. Las naciones ya no están unidas por la fe.
Rusia emerge en una nueva forma, con su ejército fortalecido y sus ojos puestos una vez más en convertirse en una potencia mundial, esta vez buscando nuevas alianzas.
Hace casi cien años (13 de julio de 1917), Yo hablé por primera vez sobre Mi pedido para que el Santo Padre consagrara Rusia a Mi Inmaculado Corazón. La petición no ha sido atendida y la conversión prometida no ha tenido lugar. Las armas no pueden derrotar a Rusia y las sanciones no pueden disuadirla. Sólo la conversión puede arrancar el mal plantado en su corazón, sembrado allí por la revolución bolchevique (1917) y todo lo que ha sucedido.
Comentario: Nuestra Señora describe correctamente estos casi 100 años.