Anécdota de un sacerdote en Medjugorje






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El padre Leonardo, un joven sacerdote español, fue invitado a ir en peregrinación a Medjugorje. Su madre es viuda, por lo tanto él vela sobre ella. Luego de estudiar a conciencia lo referente a Medjugojre, consiguió convencerla para que ella también se sumara al viaje y participara del programa ofrecido por la parroquia.
Al igual que muchos otros sacerdotes, el padre Leonardo pasó largo tiempo confesando a peregrinos. Su madre, mientras tanto, rezaba el rosario sentada en uno de los bancos cercanos a los confesionarios y, como quien no quiere la cosa, discretamente miraba hacia donde estaba su hijo.
Uno de los días, poco después de finalizada la misa vespertina, vio a un hombre de cierta edad salir del confesionario de su hijo llorando profusamente. Esto la entristeció y se preguntaba qué habría podido decir su hijo a aquel hombre para que estuviera en semejante estado. Le contó su preocupación al guía de la peregrinación. Aquella noche, durante la cena, el joven sacerdote parecía cansado por haber escuchado tantas confesiones, pero feliz y en paz. En un momento dado se acercó a su madre y al guía, y comenzó a contarles lo que había vivido aquel día durante una de las confesiones. Se le había acercado un hombre que lloraba copiosamente, pero de alegría. Aquel peregrino era tan sordo que ni las mejores prótesis auditivas le habían resultado eficaces. Sin embargo, en el momento de la proclamación del Evangelio durante la misa, notó que escuchaba perfectamente bien la lectura. Es más, ¡era una misa en croata y podía comprender cada palabra! Así es como se dio cuenta de que había sido curado de su sordera. Conmocionado por este milagro, se dirigió sin más a un confesionario para dar gracias a Dios y a la Santísima Virgen.
Al escuchar esto, la señora, aliviada, respiró profundamente y se alegró con su hijo y los demás peregrinos por los dones que Dios confiere a sus hijos mediante la intercesión de su Madre.