Un milagro en Nueva York




Nueva York (1866) 

Una joven, de unos veinte años, llegó al hospital cubierta con las costras más repugnantes que los médicos habían dicho que eran incurables. La monja, que cuidó sus heridas, un día le dijo que la Santísima Virgen tenía el poder de curarla y que, si quería llevar la medalla y pedir la cura, la obtendría. Sabiendo que los médicos se habían rendido, ella respondió ásperamente: "No creo en tu Santísima Virgen, ni quiero una medalla". 

"Muy bien", respondió la monja, "en ese caso, quédate con tus heridas".Algunos días después, ella pidió la medalla, la colocó alrededor de su cuello y se preparó para ser bautizada. 

Poco después, abandonó el hospital con una salud perfecta para asombro de los médicos que habían sido unánimes al considerar que su enfermedad era incurable.


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