La pena de muerte puede facilitar la salvación

María Ferraz

En contra de lo que dice Bergoglio, asegurando que los papas anteriores no fueron tan misericordiosos pues no condenaron la pena capital, la cual, según él va en contra de la dignidad de la persona (pero no considera la dignidad de los asesinados por los delincuentes), esta pena puede ser muy misericordiosa en el plano espiritual -algo que el humanista Francisco no tiene en cuenta- pues convierte a muchos criminales, y no sólo eso, les abre un rápido camino hacia la santidad.

Informa el hno. Silas Henderson:

Jacques Fesch fue ejecutado en París en 1950, y ahora está en vías de ser canonizado. Su historia es apropiada para las lecturas de este domingo, la Parábola del hijo pródigo.

"Mientras el joven aún estaba muy lejos, su padre lo vio y se llenó de compasión. Corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; Ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero su padre ordenó a sus sirvientes: “Traigan la mejor túnica y póngansela; un anillo en su dedo y sandalias en sus pies. (...) Celebremos con una fiesta, que este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y fue hallado ". —Lucas 15: 20-24

El 1 de octubre de 1950, un hombre de 27 años fue ejecutado en París por asesinar a un oficial de policía durante un robo fallido. 

Jacques Fesch, el asesino, fue víctima del abandono por parte de sus padres y del aislamiento. Fue un libertino. Vivió una vida inquieta, vagando de una relación a otra y de un trabajo a otro, y fue padre de un niño no deseado en un matrimonio infeliz. Sin embargo, al igual que el "Hijo Pródigo" del Evangelio de este domingo, Jacques también llegó a conocer el gozo y la paz de quienes reciben el perdón y el amor inmerecido e incondicional.

Los tres años que Jacques pasó en confinamiento solitario, en espera de ejecución, fueron un tiempo de conversión y transformación. Aprendió lo que significaba amar a su pequeña hija y a su madre. Encontró un amigo y apoyo en el capellán de la prisión. Su fría indiferencia hacia su destino y el mundo que lo rodeaba, así como sus sentimientos hostiles hacia Dios, dieron paso a un profundo sentimiento de tristeza por su crimen y serenidad arraigada en la oración y la fe. Sus diarios de prisión revelan a un hombre cuya vida fue transformada por el amor reconciliador y sanador de Dios. Hoy, Jacques Fesch está siendo considerado como un candidato para la canonización.

La lección que Jacques Fesch aprendió durante sus años de encarcelamiento es la misma que aprendió el hijo menor en la parábola: 
Llegamos a conocernos a nosotros mismos a través de la pérdida y es entonces cuando podemos ser libres para ver quiénes somos realmente y de qué estamos realmente hechos.

Este don de autoconocimiento es, sobre todo, una lección de humildad: una visión simple y sin impedimentos de nosotros mismos como lo que somos ante Dios. La humildad nos permite dejar atrás la ilusión de nuestra autosuficiencia y amor propio para que podamos volver a casa con el Padre cuando nos hemos alejado. La lección para nosotros este domingo es que Dios es siempre paciente y siempre está dispuesto a darnos la bienvenida a casa, sin importar lo que hayamos hecho o lo lejos que nos hemos ido. Esta es la razón de nuestra alegría en este domingo de Laetare.

Jacques Fesch (en una carta a su madre):


Que tu amor te atraiga la misericordia del Señor y te permita ver que dentro de tu alma hay un santo durmiente. Le pediré que te haga tan abierta y flexible que puedas entender y hacer lo que Él quiere que hagas. Tu vida no es nada; ni siquiera es tuya.. Cada vez que dices "Me gustaría hacer esto o aquello", hieres a Cristo y le robas lo que es suyo. Tienes que matar todo dentro de ti, excepto el deseo de amar a Dios. Esto no es nada difícil. Es suficiente tener confianza y agradecer al pequeño Jesús por todas las potencialidades que ha colocado dentro de ti. Estás llamada a la santidad, como yo, como todos, no lo olvides ". —