Los ángeles en acción


LA BEATA ANNA SCHÄFFER (1882-1925), a los 18 años sufre un accidente y queda paralítica para toda la vida. Los 25 años que le quedan de vida serán un continuo martirio, pero ella sabrá aceptar la voluntad de Dios y se ofrecerá como víctima por la salvación del mundo. Desde 1901 ve a su ángel. En 1910 recibe la gracia de los estigmas para participar de la pasión de Jesús. En 1914 llega al matrimonio espiritual.

Cuando comulgaba, siempre le pedía a su ángel que la ayudara en su debilidad para hacer una buena comunión. Ella amaba inmensamente a Jesús Eucaristía y recibía frecuentemente la gracia de que su ángel la llevara (en realidad o en espíritu) a iglesias lejanas, donde se celebraban especiales actos de adoración o misas solemnes para adorar a Jesús sacramentado. Dice por ejemplo: El 31 de agosto de 1918 me encontré en una iglesia muy grande delante del Santísimo Sacramento expuesto, delante del cual había numerosos cirios ardiendo. Allí vio a millares de ángeles, adorando a Jesús y que dos ángeles, de especial majestad, estaban a ambos lados del Santísimo de rodillas, adorando a su Señor.

Un testigo relata lo siguiente: Todos los días iba yo a casa de Ana. Yo la
bendecía con agua bendita y ella hacía la señal de la cruz. Hacia las 6.45 p.m. llegaba el sacerdote para darle la comunión. Ella estaba en su cama. Y, cuando el sacerdote depositaba la hostia sobre su lengua, alrededor de su lecho aparecía una luz muy bella e indescriptible. Yo le pregunté a su madre si eso ocurría siempre y ella me dijo que sí 37.


El PADRE JEAN EDOUARD LAMY (1853-1931) era un sacerdote de un pequeño pueblecito de Francia. Su biógrafo, el conde Paul Biver, dice en el libro que escribió sobre su vida: Un día, a las diez menos cuarto de la noche, me acuesto y apago la luz. Después de dos o tres minutos, siento la conversación animada en la habitación del anciano sacerdote. Y en el silencio de la noche oigo voces masculinas. 

El Padre Lamy hablaba con su ángel custodio38.
El padre Lamy decía frecuentemente: Nosotros no damos a los ángeles la importancia que tienen. No les rezamos suficientemente. Ellos nos miran como a sus pequeños hermanos necesitados. Y nos cuidan con mucho cariño. Él tenía como protector especial al arcángel san Gabriel. Sufría de problemas a la vista y en su vejez llegó casi a perderla totalmente. Pero el ángel le ayudaba, cuando salía a visitar enfermos por las noches. Sin su ayuda se hubiese caído cientos de veces por aquellas calles oscuras y, sobre todo, con la nieve del invierno. El arcángel, con otros ángeles, le acompañaba por delante con una luz suficiente para que pudiera ver el camino y, a veces, cuando terminaba de visitar a los enfermos, estando muy cansado, de pronto, se encontraba a la puerta de la casa parroquial, como si hubiera sido transportado milagrosamente por los ángeles en un instante.

GABRIELA BOSSIS es una gran mística francesa, fallecida en 1950 y cuyo Diario, titulado El y yo, ha tenido más de 50 ediciones en distintas lenguas. El 7 de julio de 1940, ella le dice a una amiga: Invita a los ángeles y a los santos para que te acompañen a estar en tu casa, piensa que están ahí para acompañarte en todos tus actos. Son tus hermanos mayores. El 13 de diciembre de 1944 le dice Jesús: Yo estoy en el sagrario y os pido que vengáis a hacerme compañía en unión con los ángeles que me rodeaban en el huerto de los olivos. Ellos estaban allí para sostener mis fuerzas. Tú ven aquí para sostener mis fuerzas en mi soledad. Como ves, no hay nadie en la iglesia. Mis visitantes son pocos y sus visitas son breves y apresuradas.


El santo PADRE PÍO DE PIETRELCINA (1887-1968) le decía en una carta a su dirigida: Querida Raffaelina, qué gran consolación, cuando al momento de la muerte, tu alma vea a este ángel tan bueno que te acompañó a lo largo de la vida39.

En una ocasión, el Padre Pío, vestido de soldado después de salir del cuartel, donde había sido llamado en tiempo de la primera guerra mundial, llegó en tren a Benevento y quiso llegar hasta su pueblo de Pietrelcina, pero se dio cuenta de que no tenía dinero suficiente para pagar el billete del autobús. Confiando en la providencia, se subió al autobús, pensando en explicarle al cobrador que le disculpara, que le pagaría al llegar al pueblo. Pero subió con él un extraño personaje, elegantemente vestido y con una maleta nueva que se sentó a su lado. Cuando el cobrador se acercaba pidiendo los billetes y el Padre Pío estaba ya sudando, el cobrador le dijo: Alguien ya pagó por usted. Miró al personaje vecino, pero no dijo nada, porque no sabía si había sido él.

Al llegar a su pueblo, se bajó del autobús y miró al compañero para saludarlo y despedirse, pero ya no estaba. Había desaparecido. Este suceso lo contaba muchas veces a sus hermanos religiosos, como dando a entender que Dios le había socorrido por medio de su ángel.

El Padre Alessio Parente, confidente y compañero del Padre Pío, cuenta un caso que le ocurrió a él personalmente en 1959. Cuando el Padre Pío celebraba la misa, él, con otro religioso, daba la comunión a los fieles, mientras el Padre Pío estaba en la sacristía. Un día, al dar la comunión, el Padre Alessio terminó todas las hostias que había en su copón y fue al altar a purificarlo, mientras su compañero seguía dando la comunión. Cuando ya había purificado el copón y estaba para cerrarlo, vio una hostia que, volando, se introdujo en su copón con un pequeño sonido. Se quedó pasmado. Después de la misa, se lo contó al Padre Pío y éste le dijo: Procura estar más atento y no distribuir la comunión tan rápidamente. Da gracias a tu ángel custodio, que no ha permitido que Jesús cayera por tierra. Así le daba a entender que el ángel había recogido la hostia, que se le había caído sin darse cuenta e iba a caer al suelo.

Por eso, es bueno pedir a los ángeles que nos cuiden al dar la comunión para que no caigan al suelo las pequeñas partículas, en las que está Jesús, sino que las recojan y las devuelvan nuevamente al copón. Y nosotros debemos tener más cuidado.



Del libro del P Ángel Peña sobre los ángeles



  1. 37  Weigi Antón María, Geschichte einer Lieber, Altöting, verlag St. Grignion haus, 1966, p. 85.
  2. 38  Biver P., Pere Lamy, apôtre et mystique, Editions du serviteur, 1988, pp. 179-180.
  3. 39  Epistolario II corrispondenza con Raffaelina Cerase, Ed P. Pío de Pietrelcina, S. Giovanni Rotondo,
    1977, carta 29, p. 206.
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