Es el último llamado, sois libres en elegir


Enero 6/2010 


Hijos carísimos: atended a mi último llamado; tanto tiempo os he estado hablándoos de lo mismo y mis palabras caen en el vacío, mis mensajes son poco leídos y mucho menos vividos, la indiferencia de mis hijos lastiman mi Inmaculado Corazón, la renuencia que hay a estas manifestaciones me hacen llorar.

Entiendo que hay proliferación de mensajes: mensajes de dudosa procedencia, mensajes que llevan a la confusión, mensajes que llevan a la pérdida de la fe, mensajes que no han sido dados por el Cielo, han sido creados, imaginados; mensajes de seudo-videntes que se atribuyen misión profética, mensajes que ya han sido leídos o escuchados. “¡Ay de los profetas insensatos, que siguen su propio espíritu y no ven nada!” (Ezequiel 13,3). “Vanas son las visiones que ellos tienen, y embustes sus adivinaciones, cuando dicen: El Señor ha dicho; siendo así que no son enviados del Señor, y persisten en asegurar aquello que han anunciado” (Ezequiel 13,6).

Discernid, bajo la luz del Espíritu Santo; Espíritu que sopla y actúa en este final de los tiempos. Pedid que se os muestren las verdaderas manifestaciones e intervenciones de Dios.

Son pocos los profetas, son pocas las almas privilegiadas que reciben comunicaciones del Cielo; permaneced alertas para que no seáis engañados, no andéis más de un lado para otro por el prurito de oír novedades, sosegad vuestro espíritu, aquietad vuestro corazón e id al Sagrario que Jesús os espera para daros todo su amor. Jesús os espera para revelaros sus secretos y tesoros escondidos, porque ya ha llegado la hora de mostrarlos, de darlos a conocer, porque el tiempo se os acaba; la proximidad de los acontecimientos es sorprendente, os llegarán en el momento menos pensado; por eso el Cielo os ha ido avisando, os ha estado preparando para que esperéis la pronta venida de Jesús sin temor.


El mundo se encuentra envuelto por una ola inmensa de oscuridad, el mundo está al borde de un cataclismo universal; pero lo peor de todo esto, es que el mundo ni siquiera se ha dado cuenta; satanás ha obnubilado y enceguecido espiritualmente a la humanidad; humanidad de duro corazón a los llamamientos divinos, humanidad que ha caído en la trampa de satanás: hacerles creer que no existe para después pasarles la cuenta de cobro.

Hijos míos: no seáis de aquellos que dicen: siempre se nos ha hablado de la segunda venida del Señor y hasta ahora nada ha pasado; pensad, el por qué de tantas apariciones y avisos del Cielo, por qué las lágrimas de las imágenes, por qué los milagros Eucarísticos. La respuesta es clara, es sencilla: pronto la tierra volverá al orden primero de la creación. 

Pero antes que todo esto ocurra sucederán signos que os muestran que estáis en el final de los tiempos, signos profetizados como el horroroso sacrilegio en el que aparecerá el hombre impío, “el cual se opondrá a Dios, y se alzará contra todo lo que se dice Dios, o se adora, hasta llegar a poner su asiento en el templo de Dios, dando a entender que es Dios” (2 Tesalonicenses 2,4). “Y entonces se dejará ver aquel perverso, a quien el Señor Jesús matará con el resuello o el solo aliento de su boca, y destruirá con el resplandor de su presencia a aquel inicuo que vendrá con el poder de satanás, con toda suerte de milagros, de señales, y de prodigios falsos” (2Tesalonocenses 2, 8-9); prodigios que engañarán, aun, a los mismos elegidos; prodigios que harán del hombre impío, simio de Dios, porque aquí se cumplirá lo predicho por el profeta Daniel (9,27) “cesarán las hostias y los sacrificios”.

Hijos amados: la presencia de Jesús en la Eucaristía es verdadera; precisamente por el amor desbordado que os tiene, se ha quedado vivo en la Hostia Consagrada. Hostia que debéis adorar porque en ella reside Dios. Hostia que debéis reparar porque son muchos los ultrajes, las profanaciones contra el Cuerpo Eucarístico de Jesús.

Sed, pues, soldados valerosos de mi Ejército Victorioso, defended a Jesús en la Eucaristía, adoradle por los que no le adoran, glorificadle por los que no le glorifican.

Consagraos a mi Inmaculado Corazón; es una urgencia de este final de los tiempos, tiempos de terrible confusión, tiempos en los que los dolores de parto ya han comenzado.


Os recuerdo: es el último llamado. Sois libres en elegir. El Cielo os está dando infinidad de oportunidades. Es vuestra la decisión, sólo os alerto para que os evitéis sufrimientos, para que os ganéis una morada en el Cielo.


A Agustín del Divino Corazón