El Cielo mira con terror los abusos litúrgicos



 ¡Paz para tu corazón!

Hijo mío, reza y haz rezar a mucha gente, porque los tiempos son malos y son necesarias muchas oraciones para detener el mal que avanza dentro de la Iglesia de mi Divino Hijo y en el mundo. Grandes calamidades caerán sobre la pobre humanidad debido a los pecados de los Ministros de Dios y sus vidas corruptas que llevaron a muchos fieles al error y al pecado.

En la cabeza de muchos de ellos pesa la gran sentencia de la justicia divina. Los escándalos y la falta de respeto a lo sagrado han llegado a tal punto que los ángeles y los santos del cielo miran con terror la Iglesia de mi Hijo Jesús y las celebraciones eucarísticas, viendo cuán sacrílegas se han convertido, con tantos ultrajes, en una falta de amor y respeto al Sagrado Cuerpo de mi Divino Hijo en la Eucaristía.

La confusión reina en la casa de Dios y los pecados y los ultrajes han aumentado en proporciones terribles. Mayor culpa tienen quienes han permitido tal atrocidad y falta de respeto dentro de la casa de Dios, y más aún quienes están muy por encima de ellos, en el episcopado y en el gobierno de la Santa Iglesia. Cada ofensa y ultraje cometido contra mi Divino Hijo y contra la fe, escandalizando a los fieles, serán severamente imputados por el Padre Eterno, cada uno de ellos. Las ovejas sufren porque no tienen más pastores santos que sean iluminadores, valientes y llenos de fe para llevarlas a pastos seguros. Las ovejas están hambrientas y sedientas de luz, gracia y verdades eternas, pero sólo encuentran desolación y tristeza.

Reza, hijo mío, reza por la Santa Iglesia y pide a todos que doblen sus rodillas al suelo, suplicando la fuerza, la luz y la gracia de Dios para los pastores que se han debilitado en la fe y ya no saben ser verdaderos pastores.

Rezo, pidiendo ante la Santísima Trinidad la misericordia divina y la gracia para todos ellos y para todos mis hijos que confían en mi intercesión maternal.

Santa Madre, ¿y cuándo vendrán los momentos de alegría y triunfo?

Hijo mío, ahora es el momento de la purificación, la persecución y el dolor. Sólo después de que la Iglesia haya pasado por su más doloroso calvario vivirá el triunfo de mi Inmaculado Corazón, preparado por el Señor, para todos aquellos que han sido fieles hasta el final.

Con la oración y la confianza en Dios, cada uno de mis hijos ya vivirá y sentirá en su corazón la proximidad de este triunfo, porque el amor de mi Divino Hijo y mi amor de Madre siempre los consolará y dará fuerza a sus almas atribuladas que esperan los nuevos tiempos, preparados por el Señor.

Recibe mi amor y mi paz. Te bendigo: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!


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