Grandes beneficios de la Comunión Reparadora



La Comunión reparadora es un acto de piedad tan grande que pocas almas comprenden el inmenso bien que supone para el Cuerpo Místico de la Iglesia, pues aunque es el alma quien hace el acto y lo decide, Soy Yo, Jesús, quien repara con Mi ofrecimiento en la Eucaristía.

La Santa Misa que se ofrece para reparar los pecados, excesos y errores en Mi Santa Iglesia, es lo mismo que la Comunión reparadora, que Soy Yo, Jesús, quien se ofrece y su valor es ¡infinito! Por eso, hijos Míos, almas de Mi Divino Corazón que Me amáis y deseáis resarcirme de tanta ignominia, cuando vayáis a comulgar, aunque lo hagáis con otras intenciones, también necesarias, hacedlo para reparar a Mi Cuerpo Místico y por los pecados contra la Eucaristía y de esta forma reparáis por todos aquellos que Me reciben indignamente y lo hacen en pecado. Yo, Jesús, os hablo.

La reparación es algo que pido y deseo ardientemente, porque hijos, no podéis imaginar la de pecados atroces que se comenten contra el Santísimo Sacramento, hasta el punto que si lo supierais, pensaríais que por qué lo instituí, cuando Yo sabía lo que sucedería: sacerdotes que celebran en pecado, sin ningún indicio de arrepentimiento, fieles que han hecho de la Eucaristía un acto social, sin fe, ni amor, sin nada hijos Míos. 

¡Cuántas ingratitudes, abusos y ultrajes tenemos que soportar Mi Amadísima Madre y Yo! ¡Cuántas hijos! ¡Cuántas!
Quien Me recibe en las debidas disposiciones, considerándose indigno de tan grande don, con fe, amor y respeto, se beneficia mucho de Mi Santa Eucaristía y a la vez beneficia a otros, porque, aunque en la Eucaristía hay muchos abusos y sacrilegios, también hijos Míos, hay quien Me glorifica a través de Ella y se benefician ellos y el Cuerpo Místico que es Mi Iglesia.

En consideración a esas muchas otras almas que contemplé al instituir la Eucaristía, que les beneficiaria, Yo seguí adelante para que esas almas que Me reciben y Me recibirán a lo largo de los siglos como Yo deseo, no les falte el Pan Celestial de cada día y que pedís en el Padrenuestro: el Pan Nuestro de cada día dánosle hoy (…) 
Yo, Jesús, os hablo, instruyo y bendigo de todo Corazón a quien leyendo estos mensajes los propagan y los ponen en practica.      


 (Del Libro: ”Dadme de beber”, con licencia eclesiástica)