La sta Misa nos libra de grandes peligros



¿Lo creerías? Además de los bienes que pedimos en la Santa Misa, nuestro buen Dios nos concede otros muchos que no pedimos. Así nos lo dice San Jerónimo con las palabras siguientes: "Sin duda alguna Dios nos concede todas las gracias que le pedimos en la Misa, si nos conviene: y lo que todavía es más admirable, nos concede muy frecuentemente aun aquello que no le pedimos, con tal que por nuestra parte no pongamos obstáculos a su generosidad". "Absque dubio dat nobis Dominus quod in Missa petimus; et quod magis est saepe dat quod non petimus". (Div. Hieronym). De esta suerte, bien puede decirse que la Misa es el sol del género humano, que extiende sus rayos sobre buenos y malos, y que no hay en el mundo una sola alma, por perversa que sea, que no saque algún provecho de la asistencia al santo sacrificio de la Misa, y muchas veces sin pensar en ello ni aun hacer súplica alguna. (S. Hier., Cap. cum Mart. de celebr. Miss.).

Escucha el suceso siguiente, que tuvo lugar en circunstancias bien memorables, según nos lo refiere San Antonino, arzobispo de Florencia. Dos jóvenes, bastante libertinos, salieron juntos un día a una partida de caza. Uno de ellos había asistido antes a la Santa Misa, el otro no. Estando ya en camino, se levantó de repente una violenta tempestad, y en medio de los truenos y relámpagos, oyeron una voz que clamaba: "¡Hiere, hiere!" y luego cayó un rayo y mató al que no había oído Misa en aquel día. Aterrado y fuera de sí el compañero, buscaba dónde salvar su vida, cuando oyó nuevamente la misma voz que repetía: "¡Hiere, hiere!" Ya el infeliz aguardaba la muerte, que creía inevitable, mas pronto fue consolado por otra voz que respondió: "No puedo, porque oyó en el día de hoy el “Verbum caro factum est". La Misa, pues, a que había asistido aquella mañana, lo preservó de una muerte tan terrible y espantosa.

¡Ah, cuántas veces el Señor os ha preservado de la muerte o de muy graves peligros por virtud de la Santa Misa que habíais oído! San Gregorio el Grande así lo afirma en su 4.° Diálogo: Per auditionem Missae homo liberatur a multis malis et periculis. Es indiscutible, dice este sabio Pontífice, que el que asiste a la Misa será librado de muchos males y peligros hasta imprevistos. Más aún: según enseña San Agustín, será preservado de una muerte repentina, que es el golpe más terrible que los pecadores deben temer de la Justicia divina. He aquí, pues, conforme a la doctrina del Santo Obispo de Hipona, una admirable prevención contra el peligro de muerte repentina: oír todos los días la Santa Misa, y oiría con la mayor atención posible. El que tenga cuidado de prevenirse con esta salvaguardia tan eficaz, puede estar seguro que no le sucederá tan espantosa desgracia.

(…) el que asiste a la Santa Misa con devoción, se conserva en la buena vida, crece constantemente en mérito y en gracia, y adquiere nuevas virtudes que le hacen más y más agradable a su Dios.

A todo lo dicho añade San Bernardo que se gana más oyendo una sola Misa con devoción (entiéndase en cuanto a su valor intrínseco), que distribuyendo todos los bienes a los pobres y marchando en peregrinación a todos los santuarios más venerados del mundo. ¡Oh riquezas inmensas de la Santa Misa! Medita serenamente ante esta verdad: oyendo o celebrando dignamente una sola Misa, considerado el acto en sí mismo y con relación a su valor intrínseco, se puede merecer más que si uno dedicase todas sus riquezas al socorro de los pobres, más que si fuese en peregrinación hasta el fin del mundo, más que si visitase con la mayor devoción los santuarios de Jerusalén, de Roma, de Santiago de Galicia, de Loreto y otros. Dedúcese esta doctrina de lo que enseña el angélico doctor Santo Tomás, cuando dice: "Que una Misa encierra todos los frutos, todas las gracias y todos los tesoros que el Hijo de Dios repartió en su Esposa la Santa Iglesia por medio del cruento sacrificio de la cruz": In qualibet Missa.



San Leonardo de Porto-Mauricio (1676-1751)

EL TESORO ESCONDIDO DE LA SANTA MISA