Sólo en el Paraíso conocerás la fecundidad del acto de amor para salvar almas




(De las enseñanzas de Jesús a Sor Consolata)

Consolata, ámame tú por todas y cada una de mis criaturas, por todos y por cada corazón que existe. ¡Tengo tanta sed de amor!

Consolata, pide el perdón sobre toda la pobre humanidad pecadora, quiero sobre ella el triunfo de mi Misericordia, pero sobre todo quiero, ¡oh! Quiero sobre ella el incendio del divino amor, que como un nuevo Pentecostés redima a la humanidad de tanta suciedad.

Pídeme el amor, el triunfo de mi amor para ti y para cada alma de la tierra que exista ahora y que existirá hasta el fin de los tiempos.

Consolata, ¡ámame por todos y con la oración y tu inmolación, prepara al mundo a la venida de mi amor!

Porque tienes sed de amarme y de salvarme almas, permanece siempre en Mí: en el trabajo, en la recreación. No me dejes ni un instante y darás mucho fruto.

Mira a San Pedro: que había pescado toda la noche y no había cogido nada; conmigo, en cuanto echó las redes, la retiró llena de peces. Así tú, si permaneces en Mí, en cada inspiración de mortificación que te enviaré, tú siguiéndola, echarás la red y Yo la retiraré llena de almas que tú conocerás sólo cuando estés en el Paraíso.

¿Ves a Jesús coronado de espinas? Lo puedes realmente imitar no dejando entrar ni un pensamiento, ni uno. Así las almas se salvan y tú serás libre para amarme.

Sólo en el Paraíso conocerá el valor y la fecundidad del acto de amor para salvar almas. (Nota: el acto de amor dictado por Jesús es : "Jesús , María os amo, salvad almas")

¿Te agrada la cruz que te he dado? ¿Estás contenta? ¡Es fecundísima! La cruz de amor es fecundísima más que otras cruces para Mí y para las almas.

No pensarás más en ti misma, en tu perfección, alcanzar la santidad, en tus defectos, en tus miserias, no; Yo pienso en tu santificación, en tu santidad. Tú piensa sólo en Mí y en las almas: en Mí para amarme, en las almas para salvarlas.

Consolata, tengo sed, sed de almas, por consiguiente de tu amor y de tu dolor.

Sin sacrificio, sin el sufrimiento físico, espiritual, moral, tú no salvarás a las almas. Una palpitación incesante de amor, sí una palpitación incesante de dolor para obtener la conversión de las almas.

A las almas, las tengo que salvar con un martirio de amor y de dolor y así salvarás tú también.