Vivir la vida de Cristo



Cuando la vida cristiana comienza a bajar de tono, a languidecer, es necesario un diapasón que dé una nota más alta. ¡Cuántas veces la meditación de un pasaje del Evangelio, sobre todo de la Pasión de Nuestro Señor, ha sido como una enérgica llamada a huir de esa vida menos heroica a la que nos empujaba un excesivo cuidado de la salud, un tono menos vibrante...! No podemos pasar las páginas del Santo Evangelio como si fuera un libro cualquiera. ¡Con qué amor era custodiado durante tantos siglos, cuando solo algunas comunidades cristianas tenían el privilegio de poseer una copia o solo unas páginas! ¡Con qué piedad y reverencia era leído! Su lectura –enseña San Cipriano a propósito de la oración– es cimiento para edificar la esperanza, medio para consolidar la fe, alimento de la caridad, guía que indica el camino.... San Agustín señala que sus enseñanzas son como lámparas colocadas en un lugar oscuro», que siempre esclarecen nuestra vida. Para sacar fruto de la lectura y meditación, «piensa que lo que allí se narra –obras y dichos de Cristo– no solo has de saberlo, sino que has de vivirlo. Todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las circunstancias concretas de tu existencia.

»—El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y, en ese Texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida.

»Aprenderás a preguntar tú también, como el Apóstol, lleno de amor: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?...” -¡La Voluntad de Dios!, oyes en tu alma de modo terminante.

»Pues, toma el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. —Así han procedido los santos».

Entonces podremos decir con el Salmista: Tu palabra es para mis pies una lámpara, la luz de mi sendero.



https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx