Temo que Jesús pase y no vuelva



Al pasar Jesús, invitó a Mateo a que le siguiera. Y dejadas todas las cosas se levantó y le siguió. Se trata de una respuesta rápida y generosa. Mateo, que debía conocer al Maestro de otras ocasiones, esperó este gran momento, y a la primera insinuación no dudó en dejarlo todo para seguir a Jesús. Solo Dios sabe lo que vio aquel día en Mateo, y solo el Apóstol sabrá lo que contempló en Jesús para dejar inmediatamente la mesa de las recaudaciones y seguirle. «Y al mostrar una decisión pronta y desprenderse así de golpe de todas las cosas de la vida, atestiguaba muy bien, por su perfecta obediencia, que le había llamado el Señor en el momento oportuno». 

El instante y la situación en los que el Señor se insinúa en el alma pidiendo una entrega sin reservas son los que Dios tiene previstos en su Providencia, y son por tanto los más oportunos. A veces lo hará a una temprana edad, y a esos pocos años, para esa persona, corresponde el mejor momento para seguir la llamada del Señor. Otras, Cristo llama en la madurez y en las circunstancias familiares, de trabajo, etc., más diversas. Con la vocación, Dios acompaña la gracia para responder prontamente y ser fieles hasta el final. Además, puede suceder que, cuando se dice que no al Señor en espera de decirle sí más adelante, en un tiempo que subjetivamente parezca más oportuno, ese momento no se presente, porque toda resistencia a la gracia endurece el corazón. También es posible que el Señor no pase una segunda vez: que no haya una segunda repetición de la llamada amorosa. Esto llevaba a San Agustín a animar a todos los fieles a corresponder a la gracia cuando Dios la da; y añadía: Timeo Jesum praetereuntem et non redeuntem, temo que Jesús pase y no vuelva.

En todos nosotros se fija el Maestro, cualesquiera que sean nuestra edad y condición. Sabemos bien que Jesucristo pasa cerca de nuestra vida, nos mira y se dirige a nosotros de manera singular. Nos invita a seguirle más de cerca, y a la vez nos deja en la mayoría de los casos metidos en la entraña de la sociedad, del trabajo, de la familia... «Piensa en lo que dice el Espíritu Santo, y llénate de pasmo y de agradecimiento: “elegit nos ante mundi constitutionem” nos ha elegido, antes de crear el mundo, “ut essemus sancti in conspectu eius!” para que seamos santos en su presencia.

»Ser santo no es fácil, pero tampoco es difícil. Ser santo es ser buen cristiano: parecerse a Cristo. El que más se parece a Cristo, ese es más cristiano, más de Cristo, más santo.

»Y ¿qué medios tenemos? Los mismos que los primeros fieles, que vieron a Jesús, o lo entrevieron a través de los relatos de los Apóstoles o de los Evangelistas».


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