Jesús a sor Consolata: Escoge




LA GUERRA

Durante el conflicto italo-etiópico, rogando sor Consolata por los capellanes militares, para obtener que se mantuviesen todos a la altura de su misión, Jesús le contestó (27 de agosto 1935): “Mira, la mayor parte de estos muchachos (los soldados), hubieran sido unos viciosos en sus casas. En cambio en la guerra, lejos de las ocasiones, con la asistencia del capellán, morirán y serán eternamente felices”.

Lo mismo le repetía en cuanto a las crisis económicas, que abrumaban al mundo antes de la reciente guerra (15 de noviembre 1935): “La miseria actual que reina en el mundo, no es obra de mi justicia, sino de mi misericordia”.

¡Cuántos pecados menos por falta de dinero! ¡Cuántas más oraciones se elevan al cielo en las estrecheces financieras!

“No creas que no me conmueven los dolores de la tierra; pero amo las almas, las quiero salvar y, para lograrlo, me veo forzado a usar de rigor. Pero créelo, es para hacer misericordia”.

“En la abundancia las almas me olvidan y se pierden, en la miseria tornan a mí y se salvan. ¡Así es, sábelo!”.

Durante la tremenda conflagración mundial, y precisamente el 8 de diciembre de 1940, entre Jesús y sor Consolata, que gemía y suplicaba por la paz, tuvo lugar el siguiente dialogo:

“Mira Consolata, si hoy concediese la paz, el mundo volvería al fango, no sería suficiente la prueba soportada”.

Pero, Jesús, toda esta juventud va al matadero.

¿No es mejor dos, tres años de acerbos, intensos e inauditos sufrimientos y después una eternidad de gozos, que una vida entera de disoluciones y después la eterna condenación? Escoge.

Hoy para poder salvar al mundo eso es necesario. Cuántos jóvenes darán eternamente gracias a Dios, porque perecieron en esta guerra que les ha salvado para siempre. ¿Lo comprendes?...

Si permito tanto dolor en el mundo es por este único fin: salvar las almas para la eternidad. El mundo se perdía, corría a la ruina.

Consolata, las casas se reedifican, las almas que se pierden no. ¿No es mejor salvar almas y que las casas se arruinen, que perder aquellas eternamente y salvar estas? .

El 16 de octubre de 1942 Jesús le dijo: Este año quiero nacer en Navidad en todos los corazones de los prisioneros de Campos de concentración, en todos aquellos soldados de los campos de batalla, en todos los heridos, en los que están en los hospitales, en todos los que sufren y se desesperan en el mundo entero.

El 9 de agosto de 1943 oyó que le decía Jesús: El mal más grande es la pérdida del alma. Esto y solo esto es el verdadero y grande mal, porque dura eternamente. Las casas destruidas se reedificarán, pero un alma perdida está perdida para la eternidad. Tú debes procurar solo mis intereses: La salvación de las almas y no otra cosa.

Y ella escribe: El miércoles de ceniza de 1944 tuve la visión de un campo con muchos soldados salvados y comprendí que una muerte violenta (en la guerra) los había salvado para la eternidad, mientras que, si hubieran vivido largos años, la mayor parte habrían perecido eternamente.