Bergoglio, contra la Virgen Inmaculada



 Juan Suárez Falcó

(…) Bergoglio es el falso profeta de Apocalipsis 13, 11-15, la Bestia de la tierra o de la religión, el obispo con dos cuernos que aparenta ser un cordero pero que es un dragón porque habla como tal, usurpador de la sede petrina desde la falsa renuncia de BXVI, (acosado por el golpe de estado masónico y que continúa siendo el único papa reinante,  permaneciendo en Roma vestido de papa, ejerciendo de papa y con atributos papales, actuando como katejon frente a las invectivas bergoglianas).

 Bergoglio odia a la Inmaculada con toda su alma. 

 Es por eso por lo que Bergoglio le ha dedicado varias blasfemias enormes a María, en estos últimos años:

    • Como cuando les dijo a los Franciscanos de la Inmaculada que habían sido comisariados porque el demonio a quien más odia y lo que no puede soportar es a la Inmaculada… habiendo sido él mismo quien decretó esa intervención de la floreciente y ortodoxa orden;
    • Como cuando proyectó el día 8 de diciembre de 2015, solemnidad del dogma de la Inmaculada, una serie de imágenes de lobos y de animales sobre la fachada de la Basílica de San Pedro, titulada “Fiat Lux”, en clara alusión satírica al Fiat de María, elaborado por una empresa del Banco Mundial;
    • Como cuando dijo en Fátima que María “no era una santita” que regala gracias baratas; 
    • Como cuando dijo que María, al pie de la Cruz, tuvo ganas de gritarle al ángel (en referencia a San Gabriel) que la había engañado, pues le dijo que su hijo sería Rey y que ahora le veía allí crucificado;
    • Como cuando dijo que por las venas de Jesús corría sangre pagana, en referencia al linaje de San José – que recoge San Mateo -, donde nombra a adúlteras, prostitutas y paganas como Betsabé, Rahab o Rut, respectivamente, dejando caer que Jesús era hijo sanguíneo de San José;
    • Como cuando dijo que San José y María no nacieron santos sino que se hicieron santos, sabiendo como sabemos que María sí nació santa, Inmaculada;
    • Como cuando introdujo a la Pachamama, demonio amazónico, sobre una barca (remedo de la barca de Pedro) en el Vaticano, a hombros de cardenales y obispos, después de haber asistido a un abominable acto idolátrico de “adoración”  en los jardines del Vaticano, por parte de indígenas; dejando sobre el altar una copa y un plato con «ofrendas” a ese ídolo;
    • Como cuando dice, repetidamente, que la Tierra es nuestra “madre”, en clara contradicción con la maternidad de María;
    • Como cuando en la JMJ de Panamá reía a carcajadas cuando se representó a María, en una parodia sacrílega, como una chica moderna y superficial, que rechazaba la anunciación de San Gabriel por teléfono, mientras sonaba una canción que hacía referencia a que María “era una mujer normal”, expresión que él mismo ha repetido varias veces después… etc.

Pero ayer, 1 de diciembre, en las proximidades de la celebración de la solemnidad del Dogma de la Inmaculada Concepción, Bergoglio fue mucho más allá en su veneno: a una serie de parejas recién casadas, Bergoglio les estaba dirigiendo unas palabras, supuestamente para animarles en su matrimonio, momento en el que comentó de pasada el Evangelio de San Juan 8,31-42, aquél en que Jesús les echa en cara a los fariseos y maestros de la Ley que ellos son de su padre el demonio, porque quieren matarle, a lo que ellos le responden que “Nosotros no somos hijos de prostitución; sino que tenemos un solo padre: Dios”

Pues bien, glosando este pasaje, Bergoglio les vino a decir que los maestros de la ley sabían que Jesús había sido concebido fruto de la prostitución (¡¡!!), y, sin corregir esa interpretación, añadió que San José aceptó eso de María, sabiendo San José cómo era Ella (“a ojos vista”), aceptando esa situación sobrevenida, como si Jesucristo hubiera sido realmente concebido por la prostitución de María y no por el Espíritu Santo. (¡¡!!).

Para empezar, los maestros de la Ley y los fariseos no sabían cómo había sido concebido Cristo, ni siquiera que había nacido en Belén (pensaban que era de Nazaret), ni que María había quedado encinta tras casarse con San José, antes de que éste la recibiera en su casa. No lo sabían porque San José decidió no repudiarla, sin entender lo que había pasado, hasta que el ángel se lo explica en sueños. Al no saber esto los fariseos, la interpretación de Bergoglio es deliberadamente falsa: los maestros de la Ley, cuando dicen que su padre es Dios y que no son hijos de la prostitución no hacen una referencia velada a Cristo sino a que no son hijos de idolatría ni de pueblos paganos o gentiles. Pero Bergoglio fuerza esa interpretación porque le viene bien para blasfemar de María. 

 Literalmente dice que ellos “sabían cómo María se había quedado embarazada” y no reprende esa hermenéutica sino que la da por válida, como si San José se hubiera “tragado” ese enorme pecado de María, aceptándola en su casa sin denunciar su adulterio. Nótese que antes de dar esa exégesis Bergoglio le habla a las parejas de que tienen que aceptar la vida como venga, y luego pasa a, supuestamente, elogiar a San José por ser modelo de ello, por haber consentido, por amor, ese enorme pecado de María.

No, Bergoglio, María era Inmaculada, y Jesús era hijo de Dios, concebido en sus purísimas entrañas por el Espíritu Santo. A San José esto le fue revelado en sueños (Mt., 1, 18-24), y tras aceptar a María en su casa sin saber lo que realmente había ocurrido, finalmente recibe la “anunciación” también él del ángel, que se lo explica todo, para tranquilidad suya. 

Esa enorme blasfemia de Bergoglio procede del Talmud, obra satánica donde las haya, en el que hay pasajes tachados con un asterisco en rojo (que solo los rabinos conocen secretamente), entre el que se encuentra uno que dice que María era una prostituta y que Jesús es hijo de sus fornicaciones con un legionario romano llamado Pantera (me santiguo mientras escribo esto). Así, por tanto, Jesucristo no era hijo de Dios, sino de la prostitución. Dios les perdone a los judíos talmúdicos semejante barbaridad y falsedad, que Bergoglio reafirma, para elogiar a San José…

Dejamos el enlace con la transcripción de las palabras de Bergoglio en español y el vídeo en italiano donde el usurpador satánico ataca a María Santísima con su lengua bífida habitual (indirectamente, sutilmente).

Hermanos, reparemos al Inmaculado Corazón de María con más oración que nunca, más rosarios, más amor a Nuestra Madre Inmaculada, diciéndole que la queremos con toda nuestra alma a Ella que fue Virgen antes, durante y después del parto, ante las palabras del dragón que se sienta en la silla de Pedro.

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FRANCISCO
«Muchas veces nos sentimos prisioneros de lo que nos ha sucedido. ‘Pero mira lo que me pasó’. Y quedamos prisioneros de eso. Esa tentación es encerrarse en ese dolor, en ese pensamiento de las cosas feas que nos han sucedido. Y esto no nos hace ningún bien. Esto nos lleva a la tristeza y a la amargura. Un corazón amargo es algo feo».

El Papa recordó que San José tomó una decisión de hombre maduro, que acoge la vida como viene, sin romanticismos irrealistas.

FRANCISCO
«San José da una lección importante. Elige a María ‘a ojos abiertos’. Y podemos decir, entre comillas, ‘con todos los riesgos’. Muy a menudo nuestra vida no es como nos la imaginamos ¿eh? Sobre todo en las relaciones de amor, de afecto, nos cuesta pasar de la lógica del enamoramiento a la del amor maduro. Y se debe pasar ¿eh? Del enamoramiento al amor maduro. Vosotros, recién casados, pensad bien en esto ¿eh?».
 

El Papa elogió la valentía de San José por no huir de una situación completamente inesperada y compartió una interpretación muy personal de un pasaje del Evangelio. 

FRANCISCO
«Pensad en el Evangelio de San Juan, un reproche que hacen los doctores de la ley a Jesús: no somos hijos nacidos de ‘allí’, refiriéndose a la prostitución, porque sabían cómo María se había quedado embarazada y querían humillar a la madre de Jesús. Para mí este es el pasaje más sucio, más demoníaco del Evangelio. Y este es el riesgo que decide correr José. Nos da una lección. Toma la vida como viene».

Francisco dirigió buena parte de la catequesis a los recién casados que estaban presentes. Para pasar del enamoramiento al “amor maduro” el Papa les aconsejó que después de una discusión no dejaran pasara el día sin haber hecho las paces.

 

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