Experiencias de Sor Consolata Betrone



Cuántos besos he recibido del Niño divino. Cuántas veces desde la cuna, con su manita, me ha atraído hacia su Corazón. Un día sentía deseos de sus divinos e infantiles ternuras y le pedí a la Virgen: “Mamá, dame al Niño Jesús”. Y la Virgen se me apareció, teniendo a Jesús en su regazo. María me dijo: “Ven, Consolata”. Con una mano sostenía a Jesús y con la otra me atrajo hacia sí y me dio un beso en la frente. Yo me acerqué a Jesús y le di en la frente divina un tímido beso .

Jesús era feliz de revelarme algunos de sus secretos. Cuando entraba en mi celda Jesús desde el cuadro del Corazón de Jesús, me recibía con una sonrisa. Allí encontraba a Jesús y lo sentía más en la celda que en el coro. Y, cuando no sabíamos qué decirnos, nos reíamos los dos. Mi vida era una sonrisa, no solo en la celda, también cuando estábamos en el coro o en el comedor o en el jardín o en los claustros o mirando el azul del cielo. La sonrisa de Jesús me envolvía. Él me sonreía a mí y yo a él.

En la soledad de mi habitación rezaba las oraciones y estaba largo tiempo absorta en contemplar la cara de la imagen del Corazón de Jesús. No sé, pero del cuadro, Jesús tomaba distintos aspectos según las condiciones de mi alma. A veces era una muda reprensión, otras veces de ánimo; o de paz, que pacificaba mi alma turbada o culpable. Cuando ml conciencia estaba tranquila, la mirada divina era tan penetrante y dulce que sentía necesidad de posar mi cabeza en su Corazón, como si estuviese vivo, y así permanecía largo rato. En su miraba sentía un inmenso amor por mí, un amor lleno de ternura...

Todos los años, por la fiesta de su Inmaculada Concepción, la Virgen solía darme un regalo. El año 1934 me preguntó qué deseaba. No supe responderle, porque no tenía deseos. Ella entonces me dijo: “Consolata, te regalo la gracia de tener una santa muerte”. No me esperaba gracia tan grande. Otro día me dijo: “Te regalo el amor que yo tengo por las almas”.

Y añadió: Consolata, tú piensa solo en amar. Nosotros pensamos en todo. ¡Si conocieses el valor de un acto de amor y qué fecundo es para la salvación de las almas! No temas, vivirás siempre bajo mi manto. Salvaremos muchas, muchas almas y después gozaremos de Dios eternamente.


Padre Ángel Peña: SOR CONSOLATA BETRONE

Y EL ACTO INCESANTE DE AMOR