LIberados del pecado grave por la visita al Santísimo




Jesús nos espera siempre en la Eucaristía para sanarnos y bendecirnos más de lo que podemos imaginar. El padre Jorge Córdova, cuenta que en cierta ciudad de México se acercó un muchacho y le dijo:


  • -  Padre, soy homosexual, vivo con otro homosexual como marido y mujer; he ido a muchos médicos, sicólogos, siquiatras, programas de rehabilitación y no puedo salir de esto, aunque sí me gustaría.

    El padre Jorge le dijo:

  • -  Mira, quiero hacerte una propuesta sencilla. Vas a ir todos los días a una iglesia y vas a estar un cuarto de hora por lo menos delante de Jesús Eucaristía, pidiéndole que te inunde de su amor y que te cambie. El secreto está en hacerlo todos los días. Pide a Jesús que sane tu área sexual. Esto lo vas a hacer durante un mes. Después vienes a verme.

    Dice el padre Jorge: Antes de un mes, vino a verme y me dijo: Padre, ¡no lo va a creer! Ya no estoy viviendo con mi pareja, no me pregunte cómo; pero, a pesar de que hasta materialmente estábamos unidos, ya todo se acabó... A los pocos meses, tuve más noticias de él. Me dijo: Padre, no lo va a creer; pero ya no me gustan los hombres, ahora me gustan las mujeres, cosa que antes ni caso les hacía... Le animé a que siguiera cada día con sus visitas a Jesús sacramentado. Y, después de unos meses, me dijo que estaba de novio y al año, más o menos, se casó. Ahora tiene una hija y una familia preciosa para gloria de Dios29. De estos casos ha habido muchos con los mismos resultados, porque Jesús sana desde el sagrario. Él es el Sol que nace de lo alto (Lc 1, 78). Es el Sol de justicia que lleva la salud en sus rayos (Mal 3, 20).

    Otra persona se me acercó, diciendo que estaba muy metido en cosas de brujería, había practicado la magia y la ouija; e, incluso, había leído muchos libros esotéricos. Y no podía dormir, porque siempre estaba con mucho miedo y sentía la presencia del diablo.

    Le pregunté:

  • -  ¿Quieres salir realmente de esa situación?

  • -  Con todo mi corazón, porque ya no puedo soportar más todo esto.

    Lo animé a ayunar, a comulgar todos los días, después de estar bien confesado, y a visitar todos los días a Jesús Eucaristía durante quince minutos. Y, al poco tiempo, vino lleno de alegría, porque había encontrado la libertad y la alegría de vivir.

    Conocí a un hombre drogadicto que había llegado a probar no sólo marihuana, sino también cocaína y heroína. Era un hombre totalmente esclavizado por la droga. Comenzó con la oración diaria de quince minutos ante el sagrario, dejando que Jesús tomara posesión del área de su mente donde más estaba esclavizado por la droga. Y, poco a poco, llegó a liberarse hasta el punto que ahora ayuda a otros drogadictos...


Cierta esposa tuvo que enfrentarse a la dura realidad de descubrir la infidelidad de su esposo. Por más que trataba de perdonarlo y tratarlo con amor no podía. Era una vida insoportable para ella. Por supuesto que para el marido también, aunque ya se había arrepentido. Ella comenzó a ir todos los días a visitar a Jesús para pedirle que la inundara de su luz y de su amor, especialmente en el área que más lo necesitaba, para saber perdonar. Descubrió que ella también era culpable, porque no le había dado a su esposo la atención y el amor que hubiera debido darle, pues había estado muy absorbida pidiendo por sus hijos. Comenzó ella, pidiendo perdón a su esposo y a Jesús que la transformara en una buena esposa. Y hoy trabajan juntos en la parroquia para gloria de Dios.

¡Cuánto amor, cuánta luz y cuánta salud y paz sale del sagrario! Vayamos a visitarlo diariamente y digámosle sin cesar: Jesús, yo te amo.


  • Córdova Jorge, Somos imagen de Dios, segunda edición, Quito, p. 84. ib. p. 86.


    P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.

    LA ORACIÓN DEL CORAZÓN