¡Provocaré un gran conflicto entre los hijos de la Luz y los de la Oscuridad! —Carbonia



Revelaciones de la COLINA DEL BUEN PASTOR


Carbonia 30 de enero de 2022

¡Provocaré un gran conflicto entre los hijos de la Luz y los hijos de la Oscuridad!

Hijos míos, a la luz de Cristo resucitado, nuestro Señor, vengo a traeros la paz y la serenidad: ...¡mi nombre es Asunta al Cielo!

El Padre me ha dado la tarea de descender para traer la paz a esta humanidad perdida en la oscuridad. Vengo con San Miguel Arcángel y mi amado esposo terrenal San José. Juntos iniciaremos el pequeño remanente hacia el desafío final contra Satanás.

Dios Padre, el Dios Todopoderoso, nos bendice, manda a su ejército al Armaghedon. Hijos míos, soy la Reina del Amor, Madre y Señora de todos los pueblos, en mi Belleza vengo a dar el amor de Dios a la humanidad.

Provocaré un gran conflicto entre los hijos de la Luz y los hijos de las Tinieblas, ... los hijos de Dios tendrán una gran victoria

en Aquel que los gobernará desde las alturas de su Cielo.

La caridad y el amor habitarán en el nuevo pueblo de Dios, ... serán santos y estarán a su derecha. Vencedores en este acto final, en el desafío contra el Mal, recibirán los dones del Espíritu Santo y, como caballeros del Ejército Celestial, vencerán a Lucifer, que se ha presentado al mundo como un dios.

¡La verdad está en Dios! Ningún otro dios es. ÉL es el Único y Verdadero Dios.

Amados hijos, he aquí que mis manos se unen a las vuestras para arrancar a Dios Padre la gracia de un pronto regreso de Jesús, el Resucitado.

Como Madre de Jesús y Esposa del Espíritu Santo, junto con los precursores, imploro el Santo Rosario. ¡Que Dios nos escuche!

Padre, te traigo el pequeño remanente, el que ha permanecido fiel a ti,

Te lo presento para que te apiades de su amor sincero

y concédenos, en Tu infinita Misericordia, la gracia solicitada.

Amado Dios nuestro, creador de todas las cosas,

he aquí, hoy, en unión con estos hijos,

te pedimos la gracia del pronto regreso de Jesús.

¡Mi corazón de madre llora!

Como Madre de esta humanidad, imploro tu santa ayuda, Dios mío.

Bendice a tu pueblo, Señor.

Gracias por tu infinito amor por nosotros.

¡Eres grande, Padre! ¡Eres poderoso, Dios! Nadie puede ser como Tú: ¡Tú eres! Amén.

 

Nota.

El término Armaghedon sólo se utiliza en Apocalipsis 16,16, donde se habla de las siete copas de la ira de Dios, cuyos castigos se dirigen contra la comunidad de los adoradores de la bestia. Mientras que los azotes de los capítulos anteriores pretendían llevar al arrepentimiento a los que hacían el mal, éstos pretenden poner de manifiesto la verdadera naturaleza de los seguidores de la bestia y restablecer la justicia, en respuesta al clamor de los que han sufrido la injusticia.

Este texto hace una distinción fundamental entre la venganza divina y la humana. En ningún momento el Apocalipsis justifica, autoriza o exalta la violencia humana que, por el contrario, es precisamente "la marca de la bestia" que atrae la ira de Dios.

Por el contrario, el portador de la "marca de Dios" rechaza toda justificación de la violencia humana y la soporta, no con espíritu de pasividad, sino con la profunda convicción de que no es inevitable y de que no tendrá la última palabra.

Mientras que la justicia de Dios destruye el mal, su misericordia da al autor "un poco más" de tiempo para arrepentirse.

Los tres espíritus inmundos reúnen sus fuerzas armadas (todos los reyes de la tierra) en el lugar de Armaghedon. Como muchos otros pasajes del libro, el significado de la mención de este lugar escapa a una interpretación completa e inequívoca. Lo que el Apocalipsis quiere hacer ver a los lectores es que Dios ya ha ganado la batalla contra el mal, pero éste intentará cobrarse el mayor número de víctimas posible antes de la derrota final.

La batalla final, para la que los ejércitos se reúnen en Armaghedon, es el último golpe de la cola del diablo: el autor del Apocalipsis está seguro de que la justicia de Dios prevalecerá. La justicia no significa un castigo impuesto desde fuera, sino la firme convicción de que todas las acciones tienen consecuencias y que no se puede evitar afrontarlas. Por ello, el castigo está ligado al delito: quien ha derramado sangre debe, como consecuencia inevitable, beber sangre.