Documento sinodal crea una nueva religión

El 'Documento de Trabajo para la Etapa Continental' del Camino Sinodal debe ser expuesto como el caballo de Troya de la herejía que es, escribe el periodista católico Gavin Ashenden

"Todo lo que necesito es una hoja de papel y algo con lo que escribir, y entonces podré poner el mundo patas arriba", afirmaba Nietzsche. 

Las guerras culturales no son amigas de los valores católicos. Han heredado de Nietzsche su preocupación por el "poder" como principal fuerza motriz y "valor supremo". Están decididos a lograr un cambio en nuestros valores y en nuestra influencia.

El modo en que se han propuesto hacerlo es jugando con las palabras. El truco es muy sencillo. Se trata de utilizar una palabra que parezca muy atractiva a primera vista pero que contenga un giro oculto, de modo que acabe significando algo diferente, quizá incluso lo contrario. 

"Diversidad", "inclusión" e "igualdad" son palabras de este tipo, pero "inclusión" es la que se presenta hoy para ser descodificada, porque ha sido retomada por los autores de un documento que pretende informar el camino sinodal, llamado "Documento de Trabajo para la Etapa Continental". (DCS)

Se dio a conocer el jueves 27 de octubre en la conferencia de prensa del Vaticano. Con sólo 45 páginas, se propone poner a la Iglesia católica patas arriba (utilizando encubiertamente a Nietzsche como modelo).

El documento se titula Amplía el espacio de tu tienda (de Isaías 54.2.) La idea dominante que se propone aplicar es la de la "inclusión radical".  La tienda se presenta como un lugar de inclusión radical del que nadie queda excluido, y esta idea sirve de clave hermenéutica para interpretar todo el documento.

El truco de las palabras se explica fácilmente. La asociación con ser excluido es ser no amado. Dado que Dios es amor, es obvio que no quiere que nadie experimente el no ser amado y, por tanto, excluido; ergo Dios, que es Amor, debe estar a favor de la inclusión radical. En consecuencia, el lenguaje del infierno y del juicio en el Nuevo Testamento debe ser alguna forma de hipérbole aberrante que no debe tomarse en serio, porque la idea de Dios como amor inclusivo tiene prioridad. Y como estos dos conceptos son mutuamente contradictorios, uno de los temas tiene que desaparecer. La inclusión se queda, el juicio y el infierno se van. Que es otra forma de decir "Jesús se va y Marx se queda".


Esto se aplica entonces para anular toda la enseñanza dogmática y ética de la Iglesia. 

Las mujeres ya no deben ser excluidas de la ordenación, las relaciones LGBT deben ser reconocidas como matrimonio; y entonces la verdadera extensión de la ambición progresista sale a la superficie cuando se sugiere que los polígamos sean alcanzados y atraídos "dentro de la tienda de la Iglesia".

Sería un grave error no darse cuenta de que la mentalidad liberal progresista quiere cambiar la ética de la fe. Así, sustituye las categorías de "santidad y pecado" por "inclusión y alienación". Las raíces de este uso del término alienación se encuentran, por supuesto, en Marx. Pero a medida que nuestra sociedad se ha ido adaptando al lenguaje de la angustia existencial, la alienación se ha convertido en el nuevo terror, en el nuevo shibboleth. El pecado y la separación de Dios no son tan alarmantes como la alienación, la angustia y la separación de la sociedad. Lo sobrenatural es sustituido por lo político.

Los primeros capítulos del Génesis se despliegan para mostrarnos que nuestra alienación más profunda no es de los demás. Es un síntoma de algo más fundamental y causal: nuestra alienación de Dios. En otras palabras, lo sobrenatural y metafísico tiene prioridad sobre lo político.

La formación espiritual contenida en la Ley y los Profetas utiliza la división y la separación como conceptos esenciales en nuestro camino hacia la santidad.

La experiencia de los judíos como pueblo experimental de Dios consistió en aprender a distinguir entre lo santo y lo profano, entre lo sagrado y lo secular. La división estaba en todas partes como medio de distinguir entre la santidad de Dios y la materia y las alianzas no dedicadas a Él. Todo lo que se separaba de Él estaba desprovisto de vida. La ruptura del cordón umbilical de la santidad, que era el remedio al pecado, se mostraba como algo fatal. Y así, toda la vida del judío estaba atrapada en una división entre lo que se entendía como sagrado en el servicio de Dios y lo que no lo era.

Aunque Jesús iba a declarar limpios todos los alimentos, el drama de la separación pasó de la alienación de la materia a la rebelión del espíritu.

Jesús llevó a cabo un asalto y repudio a todo lo que era malo. San Juan establece el drama del Evangelio en la delimitación más clara entre las tinieblas y la luz, el bien y el mal.   

La narrativa general de la raza humana es la tarea de discriminar entre el bien y el mal. Todo se basa en el don del libre albedrío. Se nos dignifica con el aterrador don de la libertad. 

A la humanidad se le da la capacidad de escapar de los confines de la sumisión programada para experimentar el Amor de Dios, que se convierte en adoración y alabanza a Dios. Pero el don y la responsabilidad del libre albedrío es lo que permite la entrada del mal en nuestro mundo. Ejercer la posibilidad de elegir en contra de Dios es lo que instiga la rebelión y luego el desorden en nuestra experiencia intelectual, física y espiritual.

Aprender a discernir, a dividir, a distinguir el bien del mal, lo que está a favor de Dios y lo que está en contra de Dios, es el núcleo de nuestro viaje a casa, un viaje iluminado y hecho posible por Jesús. 

El propio Jesús se ocupa de la división y la distinción a lo largo de todo su ministerio, y alcanza su punto álgido con la separación de las ovejas y las cabras al final de los tiempos, cuando el Hijo del Hombre venga a juzgar.

A menudo se presenta a Dios de forma imprecisa como amor, pero también es justicia. El mal debe rendir cuentas y el bien debe ser reconocido. Es una cuestión de justicia tanto como de amor. La justicia y la realidad también lo exigen. Así que la división y la distinción son fundamentales para el proyecto que comenzó con el libre albedrío y terminó con el perdón, la carga de nuestros pecados, y la liberación del infierno mientras somos acogidos en el cielo.

Así pues, la práctica de la discriminación es esencial para el ejercicio de la elección moral y para la integridad de nuestra humanidad.

El efecto de la proscripción social y cultural de la discriminación y la división que ha lanzado la izquierda progresista y política tiene consecuencias terribles. No es sólo un proyecto para sustituir lo espiritual por lo político. También tiene el efecto de oscurecer la crítica tarea humana de distinguir entre el bien y el mal.

Lo que se disfraza de bondad, la invitación incondicional a todos a la Iglesia, ignora fatalmente la única condición que imponen los Evangelios: el arrepentimiento.

La supresión del arrepentimiento es la señal de que se está implantando una religión diferente. Una que está constituida por una mezcla de truismos terapéuticos populares y tropos políticos populistas. 

La Iglesia debe ser lo suficientemente astuta como para darse cuenta de que cada vez que se ataca el concepto de discriminación, cada vez que se presenta con la inclusión, la diversidad y la igualdad, se está promoviendo otra religión. No es el catolicismo. No es el cristianismo. 

El "Documento de Trabajo para la Etapa Continental" (DCS) del Camino Sinodal debe ser denunciado como el caballo de Troya de la herejía que es.


trad por religionlavozlibre de CatholicHerald